Según los últimos datos publicados, un 15% de los alumnos de los colegios de nuestro país piensa que en su clase hay algún compañero que sufre acoso escolar . Aunque la cifra disminuye sensiblemente con respecto a periodos anteriores, no deja de ser un problema que ya se ha instaurado (y, a veces, normalizado) en los centros escolares. Y es que, como nos dice Gema Fuentes, doctora en Psicología y psicóloga de los Centros Crece Bien de Madrid, “por desgracia, nos encontramos a muchos niños que han sufrido acoso escolar, que es más evidente en los colegios que en casa ”. Algunos padres acuden al centro viendo cómo sus hijos están sufriendo, pero no saben el porqué ni cómo pueden ayudarles.
Estos niños, nos explica la experta, “presentan dificultades a la hora de relacionarse y un bajo autoconcepto”. Los padres acuden a consulta al ver el sufrimiento que esto produce en sus hijos, que acuden con síntomas como las pesadillas, los llantos recurrentes, la dificultad para conciliar el sueño o la búsqueda de excusas para no ir al colegio . Y pedir ayuda es fundamental, pues la actitud proactiva de estos padres son los que ayudan a destapar esta situación, porque “nos encontramos con otros padres que dicen que no es para tanto, que son simples bromas y normalizan este tipo de violencia, niegan las emociones de sus hijos o, incluso, les enseñan que los problemas se solucionan de manera agresiva”. Un grave error. Al igual que etiquetar y juzgar a esos padres cuyo hijo es, precisamente, el acosador del colegio.
Para muchos padres, aceptar que su hijo es un acosador supone pensar que han fallado en su educación, provoca que se cuestionen cómo han obrado como padres, pero, como nos dice la experta, “si un hijo actúa como acosador no debe ser visto como un fracaso de los padres”. Es más, según los propios psicólogos, hay que evitar etiquetarles y juzgarles. Y es que, según esta experta, cada vez son más los padres que acuden a consulta, derivados por los centros escolares, para tratar de frenar este problema. Sobre ello y cómo podemos ayudar a estos padres, hemos querido hablar con Sonia Martínez, psicóloga y directora del mismo centro.
Cuando los padres se enteran de que su hijo es acosador, ¿suelen negarlo?, ¿cómo lo aceptan?
La mayor parte de los niños o adolescentes que hemos visto en este caso no suelen actuar igual en casa que en el colegio, por lo que la primera reacción de los padres al enterarse, normalmente, es de incredulidad. Es cierto que suelen hasta negarlo, pero es que no tiene nada que ver cómo son en casa y cómo son en el colegio. La mayor parte de los niños no realizan este tipo de comportamientos delante de un adulto, solo con sus iguales en el colegio. Incluso, cuando están entre ellos, hay veces que diferencian en qué grupo de amigos pueden hacerlos y en cuáles no. Un hecho palpable, por ejemplo, con los casos que vemos en el centro, por cada 30 o 40 niños acosados, solo vemos un acosador, aunque ambos necesiten ayuda.
¿Cómo solemos juzgar a estos acosadores y padres desde fuera?
Los acosadores suelen ser niños con baja autoestima y, aunque no lo parezca, inseguros de sí mismos, con un gran deseo de ser aceptados por los demás y con poca tolerancia a la frustración. Desde fuera, sin embargo, se les puede ver como fuertes e insensibles, cuando la realidad es todo lo contrario. En su corazón se esconde un niño o niña con miedo, falto de estrategias para relacionarse de forma sana y satisfactoria con sus iguales. Es cierto que su comportamiento es reprochable, por supuesto, pero la solución a largo plazo pasa por la educación y por dotarle de estrategias para que se adapte bien.
¿Qué ocurre entonces si los etiquetamos y les dejamos de lado?
Que el niño sea etiquetado hace que, en muchas ocasiones, no se le de la opción de cambiar por parte de los demás, que el niño acabe haciendo de esa etiqueta algo propio, le hace pensar que es una cualidad personalidad inamovible y le hace perder la esperanza o la perspectiva de que puede cambiar.
En el caso de los padres con un hijo acosador, ¿cómo les afecta todo esto, qué podemos pedirles?
No hay que etiquetarles o juzgarles, hay que pedirles que escuchen a los profesores, una escucha activa y constructiva, que intenten hacer equipo con ellos para ayudar, tanto a los niños que sufren el acoso como a su hijo acosador. No mirar ni a los padres ni a los profesores como enemigos, sino como personas que pueden informar de cómo actúa un hijo y otro para, a partir de ahí, ayudarlos.
Y, a partir de aquí, ¿qué herramientas necesitan para trabajar este problema en casa?
Es importante que puedan enseñarles bien las normas para comportarse, no solo en casa, sino también en el colegio, que las conozcan, comprendan y entiendan qué ocurre si no se cumplen. Además, se debería fomentar la empatía siempre que se pueda, hablando de los modelos que vemos, de las situaciones que nos ocurren y hablar mucho. Hablar de las emociones que sienten los demás, de lo que pueden o no hacer a los amigos y éstos con ellos, enseñarles a pedir ayuda y, a su vez, ayudar a los demás. En definitiva, tratar de que tomen un rol diferente al que vienen siguiendo en el colegio. No se trata solo de enseñarles lo que no deben hacer, sino de ofrecerles estrategias y recursos para que haya alternativas de comportamiento.
Y los padres cuyo hijo sufre acoso, ¿cómo se pueden enfrentar a los padres del acosador, a los que tienen que ver a diario sin juzgarles o etiquetarles?
Es una situación muy compleja. Ten en cuenta que entra en juego nuestra parte más primitiva y salvaje en este caso, la del instinto de protección de nuestra familia. A veces, tendemos a juzgar a la familia del niño acosador, tendemos a pensar que no le quieren, no le hacen caso o que es un consentido al que le dejan hacer de todo. A veces, estos pensamientos están muy lejos de la realidad.
Por otro lado, y ocurre mucho más de lo que nos pensamos, esos padres no saben a quién creer: si a su propio hijo o a los padres del otro niño porque, como hemos dicho, ellos nunca le han visto comportarse así. Por ello, sería positivo no verles desde el principio como enemigos o como parte de problema, sino como una pieza fundamental de la solución, verles también como padres que quieren cuidar de su hijo, protegerles y ayudarles. Este deber ser, al menos al principio, el punto de partida.