Dar los primeros pasos, para un niño, representa una de las pruebas más importantes de su autonomía . Y es que, en el momento en el que consigue ponerse de pie, comienza su emancipación de nuestros brazos y, mal que nos pese a los padres, distanciarse y llevar su propio ritmo de movimiento. De media, lo que se conoce como la conquista de los primeros pasos se produce en torno al año de edad. Pero, como en todas las etapas del desarrollo, esto es muy variable y depende de cada niño. Es todo un hito de su crecimiento que puede llegar a los 9 meses en los que más rápido van, pero también retrasarse a los 16 o 18 meses, sin que por ello tengamos que preocuparnos. Hay que tener en cuenta que requiere una fase preparatoria y, después, una fase de perfeccionamiento. Ambas son graduales, no se consiguen de un día para otro.
Así nos lo recalca el Dr. Jairo Casal, podólogo de la Unidad de Podoactiva de Vithas Castellón y Vithas Valencia 9 de Octubre, quien nos confirma que “lo más frecuente es que los bebés comiencen a caminar entre los 10 o los 15 meses de esas” y que es a partir de esos 18 meses que hemos citado cuando, si no lo ha hecho todavía, “debemos llevarle a un especialista para que revise si hay algún problema psicomotor”.
Cuándo se conquista la posición erecta para caminar
En primer lugar, cuando un niño comienza a caminar, tiene los pies muy separados, utiliza mucho los brazos y busca elevar sus manos. Es decir, intenta encontrar una base ancha con su propio cuerpo que le permita aumentar su estabilidad. Pero esta no es la posición correcta para poder decir que nuestro hijo ya camina perfectamente, pues necesita adquirir seguridad, ir acercando los pies y bajando esas manos. Esto se consigue, por supuesto, con tiempo, pues se trata de un proceso de maduración neuromuscular complejo.
Así, como nos dice el doctor, “los bebés pasarán por diferentes posiciones, tanto de sus pies como de sus piernas, hasta llegar a la posición erecta final”. Al nacer, por ejemplo, lo más frecuente es que sus piernas estén arqueadas y que los pies no tengan arco plantar , “un hecho que se mantendrá hasta que de esos primeros pasos”, por lo que tampoco debe alarmarnos. A partir de los dos años, nos explica, “lo más normal es que las piernas se posicionen ya de manera contraria, es decir, que las rodillas tiendan a juntarse en lo que conocemos como genu valgo, pero que el pie continúe plano”. Será en torno a los 5 años cuando esa tendencia se corrija y se consiga, por fin, una posición completamente recta.
¿Cómo podemos ayudarles a ponerse de pie?
La mejor ayuda que podemos darles, nos dice el doctor, “es no proporcionar ninguna ayuda extra, como puede ser un andador o correpasillos, es preferible que gatee, ya que así se prepara su musculatura y se aprende a coordinar los movimientos antes de que ya esté listo para ponerse de pie”.
En realidad, existen formas de favorecer (que no ayudar) su capacidad de ponerse de pie, pero nunca debemos hacerlo por ellos. Así, levantarse y volver a agacharse debe ser algo que haga él mismo a voluntad, es una conquista propia. Hacerlo, no solo le dará libertad, sino también seguridad en sus próximos movimientos. Por ello, es importante dejar que nuestro hijo se desplace él mismo por la superficie que sea (suelo, una alfombra por si se cae). Para favorecerlo, por ejemplo, podemos utilizar un juguete que le guste y que tenga que alcanzar. En su camino, podemos ofrecerle algunos apoyos, pero que sea él quien los elija.
Errores que podemos cometer en sus primeros pasos
Uno de los errores más frecuentes que nos cita el doctor es “la tendencia a calzar demasiado pronto a un bebé, lo que es un grave error, ya que, a través de ellos los pequeños exploran su entorno”. Esto es porque la piel de sus pies es más fina que la de sus manos y esto les proporciona una mayor sensibilidad. Por ello, es muy frecuente que “cuando les calzamos, los pequeños quieran quitarse los patucos o el calzado que le hemos puesto; estamos bloqueando esa información que reciben a través de los pies”. Por tanto, se debe estimular el ir descalzo, incluso en los primeros pasos “para que haya un buen desarrollo de la musculatura plantar, siempre y cuando el entorno sea seguro para hacerlo”. Pero además:
- En el caso de utilizar calzado, ni suelas gruesas ni amortiguadas, lo mejor es que sean finas y con puntas flexibles, sin elementos estabilizadores.
- Cuando aún son bebés, y antes de que den esos primeros pasos, si podemos, debemos evitar los parques de juegos clásicos en los que se confina al niño a un espacio muy limitado.
- Tampoco es conveniente que le ofrezcamos siempre, como hemos visto, un andador, ya que podemos retrasar su autonomía e, incluso, fomentar que adquieran posturas inadecuadas.
- Además, conviene negarle mano de vez en cuando, sobre todo, en sus primeros pasos y al levantarse después de cada caída. Podemos ayudarles al principio o en algunas ocasiones, pero hacerlo siempre anula su iniciativa y su percepción de sus propias capacidades.