Uno de los síntomas que causa más preocupación en los padres es la fiebre infantil. De hecho, es uno de los motivos más frecuentes de consulta en urgencias. Sin embargo, los pediatras insisten en que la fiebre por sí misma es buena, ya que significa que el cuerpo está combatiendo el agente patógeno que ha causado el aumento de temperatura y que el pequeño enferme.
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No obstante, la fiebre puede causar incomodidad y malestar en el niño, por lo que hay fármacos antipiréticos, como el ibuprofeno y el paracetamol, que se utilizan para hacer bajar el termómetro. ¿Se pueden combinar com oahacen muchos padres o es peligroso?
¿Para qué se combinan dos fármacos?
Habitualmente, los padres que alternan parecetamol e ibuprofeno para bajar la fiebre de sus hijos lo hacen porque con la administración de uno de ellos no lo consiguen y prefieren no esperar a la siguiente toma, introduciendo en mitad de dos de ellas el otro fármaco.
Sin embargo, para la Dra. Isabel Romero, coordinadora de Pediatría de HM Hospitales de Madrid, se trata de un error: “El objetivo del tratamiento con ibuprofeno o paracetamol es asegurar el confort del niño, no evitar la fiebre a toda costa ni empeñarnos en que se normalice entre toma y toma de medicación”.
¿Qué riesgos conlleva alternar dos medicamentos?
Hay dos peligros fundamentalmente cuando se alternan el ibuprofeno y el paracetamol por cuenta propia, sin que lo haya prescrito el pediatra.
Cometer un error en la dosificación
Se corre más riesgo de equivocarse en la cantidad de medicamento cuando se manejan dos pautas que, además, son diferentes. Hay que tener en cuenta que ambos se suelen administrar en forma de jarabe y con una dosis ajustada al peso del menor. Pero tanto la frecuencia de las tomas como la cantidad de medicamento son distintos.
“El paracetamol se pauta cada 4-6 horas y el volumen (los mililitros de jarabe) va a ser más pequeño. El ibuprofeno se administra cada 6-8 horas y el volumen va a ser mayor, generalmente más del doble que la dosis correspondiente al paracetamol”, indica la pediatra. Esto hace que sea relativamente fácil confundirse y más cuando el paciente está a cargo de varias personas a lo largo del día.
Sobremedicar sin necesidad
Los procesos febriles tienen su propia evolución que no siempre concuerda con la paciencia de los padres. “Al alternar, generalmente acortamos el espacio de tiempo y administramos otro fármaco sin dejar tiempo suficiente a que el primero actúe, por lo que estamos asumiendo erróneamente que ha fracasado”, insiste la experta. “Probablemente, si hubiéramos esperado un poco más, el primer fármaco habría hecho su efecto”.
¿Y si hay una confusión en la dosis?
Equivocarse en las dosis puede parecer un problema menor, pero no lo es. Cuando en un proceso febril se administra varias veces una dosis incorrecta de paracetamol, dando al niño más medicamento del que le corresponde, “podemos llegar a provocar una grave intoxicación; si esto ocurre es necesario acudir con urgencia a un centro hospitalario”, advierte la Dra. Isabel Romero.
Hay que tener en cuenta que, a menor edad y menor peso, la dosis de paracetamol es más baja, por lo que “en los niños más pequeños, el riesgo de toxicidad es mayor si hay un error”.
En el caso del ibuprofeno, si se de un volumen más bajo (al confundirse con la pauta del paracetamol), “no se conseguirá el efecto deseado y aumentará la preocupación porque vemos que el niño no mejora, a pesar de medicarle”, insiste.
¿Hay algún caso en que se permita la alternancia?
El paracetamol y el ibuprofeno no son fármacos incompatibles. Es decir, puede haber casos, prescritos siempre por el pediatra, en que haya que administrarlos juntos. “No está contraindicado usar ambos fármacos si realmente es necesario”, explica la coordinadora de Pediatría de HM Hospitales en Madrid.
“Cuando esté demostrado que con un único medicamento no conseguimos el control de la enfermedad (fiebre muy persistente e invalidante, dolor que no remite) pueden usarse, pero siempre según pauta médica y habiendo descartado el pediatra que esa falta de respuesta no obedece a una complicación o a una evolución no esperada”, detalla la Dra. Romero.
¿Qué hacer en lugar de alternar medicamentos?
Lo primero que hay que hacer ante un niño a quien el fármaco no le ha hecho el efecto deseado es plantearse qué ha fallado. En este sentido, la especialista recomienda:
- Verificar si la dosis es adecuada al peso. Para ello hay que pedir al pediatra que enseñe a los padres a calcularla conforme el pequeño vaya creciendo y conviene tener siempre a mano el prospecto, donde se explica.
- Comprobar qué cantidad han tomado realmente. Hay niños a los que les cuesta mucho tomar la medicación y pueden escupir o tirar parte de ella, por lo que la dosis sería insuficiente y habría que completarla. “Cuando el niño vomita en los 20-30 minutos siguientes, no ha dado tiempo a la absorción del medicamento y debemos repetir la dosis completa, aunque no identifiquemos claramente el color del jarabe en el vómito. Si han pasado más de 30 minutos, no hay que repetir dosis”, aclara.
- ¿Hay síntomas nuevos o un empeoramiento? En ese caso, lo correcto es consultar de nuevo con el pediatra para informarle de las novedades.
- Medidas físicas para el control de la temperatura. Hay que desabigar a niño, si se le da un baño la temperatura del agua no debe ser fría sino tan solo a un grado menos que la temperatura del pequeño, deberá tomar abundantes líquidos y están completamente desaconsejadas en casa las compresas con hielo o con alcohol.
Tal como expone la Dra. Isabel Romero, a la hora de elegir un fármaco para bajar la fiebre será el pediatra el que aconseje cuál usar y con qué pauta, teniendo en cuenta la edad del paciente, la evolución de la enfermedad y los posibles efectos adversos.
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