Las temperaturas han comenzado a bajar. No lo notamos solo cuando salimos a la calle a primera hora de la mañana, sino que en nuestras propias casas el suelo ya está más frío. Si tienes niños en casa, seguramente estás pensando ya en el número de catarros, resfriados y gripes que te va a tocar pasar esta temporada . Sin embargo, la prevención puede ser tu gran aliada. Y esto no es solamente forrar esos suelos con alfombras o abrigar a tus hijos de los pies a la cabeza cuando salen a la calle, sino que hay que fijarse en que también se están cuidando por dentro. Sí, la alimentación puede jugar un papel importante a la hora de prevenir estas enfermedades. ¿Cómo? Incorporando a su dieta productos que refuercen, poco a poco, su sistema inmunitario que, al final, es quien les va a defender.
Según los últimos datos, se estima que cada año un niño puede llegar a sufrir una media de ocho resfriados comunes o gripes. Algo que los padres confirmarán, por ejemplo, si sus hijos acuden a la guardería. Una buena dieta nos ayudará, no solo a prevenir, sino también a reducir los posibles efectos molestos en caso de un contagio. El buen funcionamiento de las defensas es fundamental. Para ello, según los pediatras y nutricionistas, es necesario incluir de manera general alimentos que contengan, por ejemplo, vitamina A y vitamina C. Pero no son los únicos.
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Las frutas, sobre todo, cítricos
Al final, nuestras madres y abuelas tenían razón, los cítricos en general son ricos en vitamina C, que nos puede ayudar a frenar el avance de un resfriado. Pero no te quedes solo pensando en ese zumo de naranja que siempre te recomendaban (que también), sino piensa en otros como la mandarina, que es, además, rica en betacarotenos, o el limón que, por cierto, tiene un gran valor antiséptico natural contra el dolor de garganta y la tos que puede acompañar la sintomatología de un resfriado. Por último, no te olvides del kiwi, que puede llegar a aportar incluso más vitamina C que la propia naranja.
Además, las guarniciones a base de verduras crudas (aunque sea invierno), también pueden ayudarnos y tener un efecto muy similar. Por ejemplo, los tomates o las zanahorias.
Los poderosos probióticos
Hoy en día no paramos de escuchar que los probióticos nos ayudan a equilibrar la flora intestinal, lo que consigue activar algunas sustancias importantes para nuestros mecanismos de defensa, como son los anticuerpos. Por ello, son también un alimento a tener en cuenta a la hora de incrementar nuestra resistencia a las infecciones. En este caso, destacan los yogures, que contienen cultivos vivos que ayudan al sistema inmunológico a evitar que las bacterias malas crezcan en el interior de nuestro cuerpo.
Huevos, valen para todo
Cualquier comida o cena se puede solucionar si tienes un huevo a mano, ¿o no? Pues no dudes en pensar en ellos más de una vez por semana, porque un solo huevo contiene muchas proteínas de alta calidad (hasta 7 gramos por unidad), pero es que además está repleto de minerales, como son las vitaminas B6 y B12, selenio y zinc. Todos ellos son perfectos para mantener en forma nuestro sistema inmunológico. Y, además, son tan versátiles, que los niños no tienen por qué aburrirse de ellos.
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Verduras de hoja verde y oscura
Hay alimentos, al margen de las frutas que hemos citado al principio, que también tienen una gran cantidad de vitamina C y que, a veces, no pensamos en ellos. Son, por ejemplo, las espinacas, las coles de Bruselas, el brócoli o la lechuga. Sí, la realidad es que los niños son más reticentes a ellas, pero puedes disfrazarlas con cremas o como ingredientes de una hamburguesa para que las tomen. Es importante que estén también en su dieta.
Además, uno de los ingredientes más de temporada ahora mismo es la calabaza, que también puede ser una gran aliada y que contiene, además, betacarotenos. Estos, cuando se absorben, se convierten en vitamina A, un nutriente que mejora las defensas del organismo y nos ayuda a prevenir muchas enfermedades, como puede ser la gripe.
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Cebolla y ajo, dos grandes compañeros
Ambos nos ayudan a prevenir y curar los resfriados de los más pequeños y la gripe, porque tienen lo que se llaman propiedades mucolíticas, es decir, que potencian la expulsión de secreciones de nuestro cuerpo. Si hay congestión nasal, por ejemplo, no lo dudes. Sin embargo, son dos alimentos un tanto complicados de incorporar en la dieta de los más pequeños, por lo que es mejor trocearlos y cocinarlos, que sean compañeros de otro alimento protagonista.
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Una importante cantidad de pescados
Los pescados, sobre todo los azules, nos aportan proteínas y una gran cantidad de Omega-3. Ambas sustancias ayudan al organismo a sintetizar los anticuerpos que produce y, además, a proteger el sistema respiratorio de las infecciones que aparecen durante el invierno. Esto no significa que debamos consumir este tipo de productos a diario, pero sí tenerlos en cuenta a la hora de elaborar nuestro menú semanal, al menos, un par de veces.
Legumbres y frutos secos
En invierno, además, suelen apetecernos más. Quizás es por ese calor corporal que nos da un buen guiso en casa a base de, por ejemplo, lentejas. Y es que esta es precisamente la explicación de por qué nos pueden ayudar a prevenir toda clase de enfermedades, porque estamos más calentitos por dentro. Además, nos aportan la energía necesaria para que nuestro cuerpo esté preparado para todo, incluso para luchar contra las enfermedades. Nos aportan también hierro y antioxidantes, que contribuyen a un buen mantenimiento del sistema inmunológico.
Un poco de dulce con miel
Siempre con mesura, pero es uno de los alimentos más utilizadas desde siempre para curar los resfriados. En realidad, no curan de por sí, pero sí que hay muchos estudios que aseguran que pueden ayudar a mejorar las infecciones respiratorias del tracto superior de los niños. Sin embargo, puesto que serían necesarios más estudios que demuestren su efectividad frente a los catarros, al ser una importante fuente de azúcar, no debería convertirse en un remedio habitual ni en un consumo generalizado.