El grooming es una forma de acoso contra los menores que se ejerce cuando un adulto se acerca a ellos con fines sexuales. En los últimos tiempos, favorecido por el acceso mayoritario de niños y adolescentes a Internet y por la pandemia, el grooming ha pasado a ser mayoritariamente digital. Es decir, el acosador contacta con ellos a través de las redes sociales o a través de los juegos en línea y es por esa vía por donde inicia el contacto y realiza sus peticiones de carácter sexual.
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Así, las cifras de denuncias por delitos sexuales cibernéticos con menores como víctimas han crecido en el último año, según datos del Ministerio del Interior. También la Fiscalía General del Estado, en su Memoria de Actividades de 2020, ha constatado el incremento exponencial durante los meses de confinamiento de los delitos online contra la libertad e identidad sexual con niños y adolescentes como víctimas.
¿Qué buscan los acosadores mediante el grooming?
El acosador que se vale del grooming para acercarse a menores “contacta electrónicamente con un niño o un adolescente (pudiendo hacerse pasar por otra persona), ganándose poco a poco su confianza con el propósito de involucrarle en una actividad sexual que puede ser el envío de material sexual, recrear fantasías sexuales del abusador o mantener un encuentro físico”, explica Cristina Sanjuán, experta en prevención de la violecia infantil de Save the Children.
Tal como indica, las estrategias del abusador son variadas, aunque suele haber unos patrones comunes que consisten en ir ganándose la confianza del menor y crear un vínculo de confianza con él para luego ir aislándolo de su entorno. “Así, se impone una ‘ley del silencio’ y se crea un vínculo muy fuerte con el abusador, de tal forma que el abuso no suele llegar a conocerse o se revela cuando han pasado muchos años”, advierte.
El acosador suele ser un adulto que miente sobre su identidad real, y habitualmente dice ser otro menor de edad para acercarse a la víctima.
De esta manera, la relación entre acosador y víctima va avanzado, mientras el primero se asegura la confidencialidad y comienza a incluir conversaciones sobre sexo. La última fase será el chantaje propiamente dicho, con engaños y amenazas, por el cual pide al menor fotos o material de contenido sexual e incluso puede incitarlo a encontrarse físicamente para llevar a cabo prácticas sexuales.
¿Hay niños más vulnerables ante el grooming?
En el estudio ‘Ojos que no quieren ver’ de Save the Children se apuntaba que solo se denuncia un 15% de estos casos. El número de afectados es mucho mayor, ya que se estima que una de cada cinco personas ha podido sufrir abuso en su infancia.
¿Hay algún perfil de mayor riesgo ante el grooming? “Los abusadores suelen acercarse a niños más vulnerables, pasivos, sin afecto y menos confianza en sí mismos, más manipulables. También a aquellos que no tienen un referente protector en la familia o a niños con discapacidad”, enumera la experta. Por otra parte, se sabe que la violencia sexual afecta más a las niñas y las adolescentes.
También es importante otro dato y es que a menor edad en el acceso al mundo online, más riesgo hay, ya que entran en juego otras facultades que tienen que ver con la madurez del menor en el entorno afectivo-sexual y en el uso seguro y responsable de Internet.
No obstante, dominar el entorno digital no es garantía para estar a salvo de este tipo de acoso. “El hecho de que un niño o un adolescente tenga mucho conocimiento ‘práctico’ de las tecnologías no implica un menor riesgo si no tiene conocimientos en ese uso seguro y responsable”, indica Cristina Sanjuán.
Prevenir y proteger ante el grooming
La prevención es fundamental para proteger a los menores frente a cualquier tipo de violencia como el grooming. Un aspecto esencial en relación a las familias es “integrar como parte de la crianza la educación afectivo-sexual para ayudar a los niños a construir relaciones afectivas sanas y distinguirlas de aquellas que no lo son, para poder afrontrarlas y pedir ayuda”, recomienda la especialista de Save the Children.
Cualquier persona que tenga conocimiento de que se está produciendo un daño a un menor tiene la obligación legal de ponerlo en conocimiento de las autoridades. En este sentido, si los padres descubren que su hijo ha sido víctima de este tipo de acoso han de notificarlo o denunciarlo para poder poner en marcha los recursos pertinentes.
Además, si se trata de una situación grave y de urgencia, habría que acudir a un centro sanitario o al hospital. “Los profesionales a los que acudamos, tanto policía, como servicios sociales, fiscalía... nos pueden dar más indicaciones”, subraya Cristina Sanjuán. Hay distintos recursos como el Teléfono de la Infancia 116 111 y Oficinas de Asistencia a la Víctima de Delito en los que se puede encontrar ayuda especializada.
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