Cuando comienzan a andar, los bebés se apoyan sobre los dedos de los pies; van de puntillas. Es una posición en la que se encuentran más seguros, pues les da más estabilidad. Así, es normal que en el inicio de la marcha, todos los pequeños caminen de esta forma. Es una modalidad que mantendrán aproximadamente en los seis primeros meses desde que se han soltado a andar.
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Posteriormente, ya comienzan a utilizar el talón para apoyar el pie completo. Sin embargo, hay niños que continúan desplazándose solo de puntillas, incluso a edades más avanzadas. ¿Qué puede indicar? ¿Cuándo hay que consultar con un especialista?
¿Por qué caminan de puntillas?
Tal como indica el Dr. Juanjo López Martínez, traumatólogo infantil y deportivo (www.drlopezmartinez.com), caminar de puntillas es un motivo de consulta muy frecuente. No obstante, en los primeros meses en que comienzan a caminar ya sabemos que es normal, porque el bebé busca la postura en que se cae menos y puede ser más veloz, que es andando de puntillas. Esto se ve favorecido también por el hecho de tener el pie plano.
Según datos de la Asociación Española de Pediatría (AEP), entre un 7 y un 24% de la población infantil presenta esta marcha de puntillas, sin que haya ningún otro problema subyacente. Será una forma de andar que se irá corrigiendo sola con el tiempo.
Sin embargo, a edades más avanzadas, andar de puntillas puede ser la señal de alerta de otras alteraciones, especialmente de tipo neurológico, como los trastornos del espectro del autismo (TEA).
“La gran mayoría de niños con TEA caminan de puntillas. Por ello, ante un niño que ande de puntillas, conviene una valoración por un neuropediatra”, advierte el traumatólogo (@drlopezmartinez en Instagram).
Hay otras causas, como la parálisis cerebral infantil, una lesión en la médula, alteraciones en la columna vertebral o enfermedades congénitas que cursan con problemas musculares, como la enfermedad de Duchenne, que también tienen entre sus síntomas caminar de puntillas.
¿Qué riesgos puede haber?
Caminar de puntillas puede causar otras complicaciones, entre las que destacan el acortamiento de gemelos y del tendón de Aquiles. Por eso, conviene hacer una valoración temprana del niño para evitar estos riesgos.
“Lo habitual es que hacia los tres o cuatro años ya caminen de forma normal, pero para valorar si hay un acortamiento o no, yo les pido que caminen de talones. Si pueden hacerlo, el talón no está acortado. Si no pueden hacerlo, habría que empezar a actuar con fisioterapia”, explica el Dr. Juanjo López.
El acortamiento en los gemelos o en el tendón de Aquiles conlleva dolor y cansancio prematuro en las piernas. Además, la pisada se puede alterar, entre otras circunstancias, porque salen ampollas en los pies por la postura adoptada.
¿Qué tratamientos se aplican?
Hay distintas líneas de tratamiento, según el niño vaya respondiendo a una u otra.
- Fisioterapia. Gracias a la fisioterapia, se estiran las fibras de colágeno de los tendones, lo que beneficia la recuperación de la zona. La fisioterapia se puede combinar con un estudio de la pisada por lo podólogo, para actuar de forma coordinada.
- Escayola. Suelen ponerse escayolas progresivas que pueden ligarse también a la toxina botulínica (bótox) para relajar la musculatura.
- Cirugía. Es el último paso, y la medida más efectiva en el caso de que haya un acortamiento severo que no responda a los tratamientos más conservadores. “Idealmente se hace a partir de los ocho años y suele ser una cirugía bilateral (en las dos piernas), con la que el niño tiene que estar en silla de ruedas un mes tras la cirugía”, explica el experto.
Si hay que llegar a la cirugía, la recomendación del Dr. Juajo López es buscar siempre un cirujano especialista para que lleve a cabo la intervención, que tendría como objetivo reparar el acortamiento del tendón de Aquiles. “Hay que tener en cuenta que si es malo tener un talón de Aquiles corto, es peor dejarlo más largo de lo normal, ya que al perder fuerza de palanca al caminar se va flexionando la rodilla porque no tienen fuerza de impulso y eso hace que la persona se canse mucho antes”, detalla.
A la cirugía llegan únicamente uno de cada diez pacientes y sobre todo son los que caminan de puntillas por una base neurológica.
La cirugía puede hacerse mediante un alargamiento de talón de Aquiles (es más agresiva, pero más efectiva) o mediante el alargamiento de las fascias de los gemelos, que es menos agresiva y se reserva a los casos más leves. En ambos, después hay que escayolar al niño.
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