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Enfermedades reumáticas en niños: cuáles son y cómo evolucionan

Así se manifiestan este tipo de afecciones en la población pediátrica


Actualizado 20 de octubre de 2021 - 17:45 CEST

Aunque se piensa popularmente que las enfermedades reumáticas son propias de adultos de mayor edad, lo cierto es que afectan también a niños. Así, algunas de ellas pueden aparecer incluso en bebés. Es muy importante detectarlas y tratarlas cuanto antes, pues tienen un gran impacto en la calidad de vida de los menores, tanto desde el punto de vista médico como emocional.

La Dra. Alina Boteanu, portavoz de la Sociedad Española de Reumatología (SER), y reumatóloga del Hospital Universitario Ramón y Cajal, de Madrid, nos cuenta todo lo que hay que tener en cuenta.

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¿Cómo se manifiestan las enfermedades reumáticas en niños?

Las enfermedades reumáticas, en su mayor, afectan a varios órganos, por eso se denominan enfermedades sistémicas. “Muchas de estas enfermedades tienen en común el dolor y/o inflamación de articulaciones y sensación de rigidez por la mañana”, destaca la Dra. Boteanu.

Los órganos alterados por este tipo de afecciones son la piel (aparecen exantemas, psoriasis o lesiones en las zonas expuestas al sol), los ojos, los riñones y el corazón.

“Prácticamente cualquier órgano del cuerpo se puede ver afectado, aunque no es habitual que la afectación es simultánea. Esto hace que haya una gran variabilidad de síntomas entre los pacientes”, explica la reumatóloga.

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¿Cuáles son las enfermedades reumáticas más frecuentes en niños?

Hay un gran número de enfermedades reumáticas pediátricas que afectan a distintos órganos, por lo que es muy importante diagnosticarlas cuanto antes para poder administrar el tratamiento adecuado.

Entre las más frecuentes están:

  • Artritris idiopática juvenil. Es una enfermedad autoinmune que, a pesar de ser rara, “se incluye entre las cinco patologías más frecuentes en la infancia, siendo uno de los motivos más frecuentes de consulta en pediatría”, advierte la especialista. Puede aparecer a cualquier edad, desde los dos o tres años, hasta en la adolescencia, donde es más frecuente que lo haga en forma de espondilatropatias.
  • Lupus. Hasta en uno de cada cinco pacientes el lupus eritematoso sistémico debuta en la edad pediátrica. El inicio de los síntomas suele fijarse a partir de los ocho años.
  • Osteocondrosis. Es una patología musculoesquelética donde no interviene el sistema inmune (no inmunomediada), que afecta a niños y adolescentes de entre cuatro y 14 años.

“Se estima que en España hay más de 50.000 niños y adolescentes que tienen una enfermedad inflamatoria inmunomediada. En general son patologías de difícil diagnóstico y manejo, muchas veces requieren un diagnostico diferencial extenso y uso de varias líneas de fármacos inmunosupresores”, subraya la reumatóloga.

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¿Son enfermedades que se prolongan en la edad adulta?

Algunas de las enfermedades reumáticas que aparecen durante la infancia y la adolescencia se mantendrán durante toda la vida porque no hay tratamiento curativo.

“Esto no significa que el niño va a presentar síntomas siempre a lo largo de la vida. Son enfermedades que cursan con periodos de actividad y periodos de inactividad que pueden ser muy largos si se consigue un buen control de la clínica con un tratamiento adecuado”, insiste la portavoz de la Sociedad Española de Reumatología.

Gran parte de los posibles daños que podrían persistir en la edad adulta se pueden evitar con un diagnóstico y un tratamiento precoz.

Analizando la evolución concreta de alguna de estas enfermedades, la Dra. Boteanu apunta cómo dentro del grupo de síndromes autoinflamatorios la evolución es variable. “La mayoría de las enfermedades van a precisar seguimiento en reumatología en la edad adulta al tener también un curso crónico y otras como por ejemplo el síndrome PFAPA suelen mejorar antes de la adolescencia, siendo excepcional la persistencia de los síntomas en la edad adulta, aunque no imposible”.

Cuando no hay infamación, lo habitual es que la enfermedad reumática quede ceñida al periodo de la infancia.

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¿Cuáles son las señales de alarma de la enfermedad reumática en el niño?

Los síntomas de alarma en las enfermedades reumáticas varían mucho en función del tipo de patología.

En artritis idiopática juvenil, “los niños van a presentar dolor articular persistente, sobre todo por la mañana o después de periodos largos de descanso, síntomas que van a mejorar parcialmente a lo largo del día. Se puede ver afectada cualquier articulación, siendo más frecuente el dolor de rodillas, tobillos manos o pies”, detalla la especialista.

Además, “pueden notar inflamación de alguna articulación que no tenga una causa traumática y no mejore en un plazo corto con medidas habituales como reposo o toma de antiinflamatorios. También pueden aparecer lesiones cutáneas o fiebre sin otra clínica sugestiva de infección”.

En el caso del lupus, los síntomas son más inespecíficos: cansancio, aftas orales, perdida de cabello, dolor de articulaciones o rigidez, sobre todo por la mañana, fiebre o lesiones cutáneas sobre todo en zonas foto expuestas.

Por otro lado, hay otro grupo de enfermedades autoinflamatorias que cursan con fiebre. En este caso se trata de episodios intermitentes, “muchas veces mensuales de fiebre alta sin otros signos de infección que puede ira acompañada de dolor o inflamación en otros órganos (amígdalas, piel, abdomen, articulaciones...)”, apunta la experta.

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¿Cómo condiciona el desarrollo infantil tener una enfermedad reumática?

“Las enfermedades reumáticas que debutan en la infancia y adolescencia tienen un gran impacto en la vida de los niños y en ciertas ocasiones eso influye de forma negativa el desarrollo físico y/o emocional, y de aquí su gran relevancia”, advierte la reumatóloga del Hospital Ramón y Cajal.

Es así porque el niño se encuentra limitado para llevar a cabo actividades habituales, ya que presenta dolor e inflamación, aunque sea de forma transitoria. Todo ello sin olvidar que este tipo de patologías pueden ocasionar daños en otros órganos importantes, afectando a la vista, el sistema renal u otros.

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¿Qué les supone en el plano emocional?

Pero si en el plano médico y físico este tipo de enfermedades tienen una repercusión sobre el desarrollo del menor, también lo hacen sobre el plano psicológico y emocional.

Una de las razones es que los niños y adolescentes tienen que hacer frecuentes visitas al hospital, someterse a distintas pruebas y faltar al colegio cuando no se encuentran bien.

“Varios estudios han puesto de manifiesto que los niños no consideran tolerables los signos visibles de la enfermedad, por lo cual aquellas enfermedades que implican alopecia o manifestaciones cutáneas, como el lupus, la dermatomiositis o la esclerodermia tienen un mayor impacto emocional y social en los niños”, comenta la especialista.

Algunas de las enfermedades reumáticas, además, no permiten la exposición al sol del niño, con el impacto social que esto puede tener en ellos.

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¿Qué tratamientos se emplean para las enfermedades reumáticas infantiles?

El tratamiento de las enfermedades reumáticas ha avanzado mucho en los últimos años.

“Los antiinflamatorios no esteroideos (como ibuprofeno) o los glucocorticoides (GC), orales o intraarticulares y se siguen empleando en fases iniciales de la enfermedad o en caso de brotes, pero actualmente se dispone de fármacos dirigidos mucho más eficaces para el control de la inflamación”, explica la Dra. Boteanu.

También se sigue empleando el metotrexato, pero en aquellos casos en que no se logra el control de la enfermedad con los fármacos clásicos se recurren a tratamientos biológicos más especializados.

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¿Se pueden prevenir las enfermedades reumáticas?

“No existe ninguna forma de prevenir estas enfermedades, ya que no se ha demostrado que tengan como causa los hábitos de la comida, infecciones etc.”, asevera la Dra. Boteanu.

Se trata de enfermedades que activa el propio cuerpo, sin que, por el momento, se haya descubierto la causa última de por qué el organismo actúa contra sí mismo. No obstante, en un pequeño porcentaje de pacientes se ha demostrado una causa genética.

Por este motivo el control de la enfermedad ha de ser exhaustivo y precoz, con el fin de evitar daños y secuelas en el niño y el adolescente.