Hace casi cien años Russell Morse Wilder confirmó que una dieta podía emular los efectos beneficiosos que entonces tenía el ayuno para el control de las crisis epilépticas , tanto en niños como en adultos. Él fue también el creador de la dieta cetogénica que, en la actualidad, está siendo utilizada por los pediatras y gastroenterólogos para tratar esta enfermedad durante la etapa infantil . Y parece tener resultados. Así nos lo ha confirmado la Dra. Consuelo Pedrón Giner, miembro de la sección de Gastroenterología y Nutrición del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús de Madrid y coordinadora del Manual para la Práctica de la Dieta Cetogénica, dirigida precisamente al control de esta enfermedad.
Sin embargo, la famosa dieta keto no deja de ser una dieta restrictiva que, si no está bien controlada por un especialista, puede tener más riesgos que beneficios . Prescrita y monitorizada por un médico, en el caso de los niños con epilepsia infantil, muestra una clara mejoría de los pacientes. Pero ahí está la clave, nos dice la doctora, “bien controlada y totalmente supervisada por un equipo médico”. Para entender por qué una de estas dietas que calificamos como dieta milagro puede ser parte de un tratamiento contra la epilepsia, hemos querido hablar con ella.
Entendiendo los dos factores de la ecuación: ¿qué es la epilepsia infantil y qué es la dieta cetogénica?
Para entender bien por qué una dieta como esta puede mejorar la sintomatología de una enfermedad como la epilepsia infantil, debemos saber, en primer lugar, cómo se desencadena la epilepsia infantil y, en segundo lugar, en qué consiste la dieta cetogénica.
La epilepsia infantil, nos explica la doctora, “es un enfermedad crónica que, condicionada por muchos factores, produce un desequilibrio en los procesos de excitabilidad del cerebro que desencadena una actividad eléctrica en él fuera de lo normal”. Este proceso repercute a distintos niveles dentro del organismo, entre los que destacan, en los niños, la pérdida de consciencia o el normal desarrollo psicomotor .
Por su parte, la dieta cetogénica, es una dieta restrictiva que “cambia el metabolismo del sujeto, que pasa de aprovechar fundamentalmente los hidratos de carbono a utilizar las grasas para obtener energía”. Por lo general, las personas comemos entre un 50-60% de carbohidratos en nuestra ingesta calórica diaria y un 30-35% aproximadamente de grasas. En la dieta cetogénica, aunque existen excepciones, pasamos a ingerir más del 60% de grasas, por lo que el organismo pasa de buscar carbohidratos para conseguir energía y ahora busca esas grasas.
Ahora bien, nos advierte la doctora, “en el caso de los niños, sobre todo, no podemos olvidarnos del aporte de proteínas suficiente como para que esta dieta no interfiera en su crecimiento (sin proteínas, un niño no crece)”. Por tanto, se restringen los carbohidratos, se aumenta la ingesta de grasas y se controla la cantidad de proteínas y, muy importante también, “se controla el nivel de azúcar en sangre, pues deben mantenerse estables, para evitar la posible excitabilidad neurológica”.
“El mecanismo último no se conoce, pero sus beneficios son palpables”
Ahora que sabemos en qué consiste la epilepsia infantil (a grandes rasgos) y cómo se realiza una dieta cetogénica, le preguntamos a la doctora cómo influye la segunda en la primera y cuáles son esos beneficios. La verdad, nos dice, “el mecanismo último de cómo funciona una sobre otra no se conoce”. Lo que sí se sabe, nos explica, es que “ese mecanismo está compuesto por varios procesos (que sí se conocen) y que, de manera variable, se suman para mejorar la vida del paciente”. Entre esos procesos, nos cuenta, están:
- La creación de un mayor de cuerpos cetogénicos.
- El mantenimiento de la glucemia dentro de niveles bastantes estrictos.
- Cambios en el metabolismo mitocondrial, esto es, en el interior de las células.
- Cambios en la epigenética de los niños y en su expresión génica.
- Otros cambios en la propia microbiota .
Todo junto, nos explica, “sin saber las circunstancias concretas, consigue que disminuya la excitabilidad del cerebro y, por tanto, las crisis epilépticas, mejorando la enfermedad”.
Un tratamiento no apto para todos los niños
Como toda dieta restrictiva o tratamiento, puede conllevar riesgos en algunos niños, nos cuenta la doctora, sobre todo, “en aquellos que tienen problemas desde el punto de vista metabólico”. Así, aquellos que tienen comprometida la oxidación de los ácidos grasos, no pueden llevarla a cabo. La explicación es lógica, “si no pueden metabolizar bien las grasas y se le aumenta desmesuradamente la ingesta de ellas, podemos comprometer su supervivencia”. De la misma forma, aquellos pacientes que tienen un importante déficit de carnitina (que es quien oxida los ácidos grasos en nuestro organismo, por la misma razón) y aquellos a los que se les ha diagnosticado porfiria , pues su metabolismo funciona a través de los carbohidratos y, sin ellos, no sobreviven tampoco.
Por estas razones, el estudio previo del paciente es vital. Así como el seguimiento del tratamiento, “pues incluso una vez puesto, puede tener efectos secundarios (digestivos, principalmente)”. No podemos olvidar que “no es una dieta equilibrada” y hay que monitorizarla bien para minimizar todos los riesgos que pueda tener. Para ello, el equipo médico en este caso es multidisciplinar: desde el propio neurólogo hasta un gastroenterólogo infantil, una dietista-nutricionista o enfermera que sepa poner esta dieta y otros especialistas que apoyen al niño en su seguimiento, como pueden ser asistentes sociales o rehabilitadores.
Si todo esto se cumple, la dieta cetogénica como tratamiento de la epilepsia infantil “se puede poner ya a todos los rangos de edad pediátrica (antes se pensaba que a los lactantes y niños muy pequeños no) y se puede mantener bastante bien en el tiempo”. Para ello, hay que ver si es eficaz o no, es decir, que disminuyen las crisis del niño y mejora su estado neurológico. Algo que se hace, nos dice la doctora, “en un plazo de 3 a 6 meses, si no, se retira”. Si hay éxito, “se suele mantener hasta los 2 años, porque es una dieta bastante complicada de seguir”. Si el niño se ha cansado, se retira paulatinamente y, en algunos casos en los que es un tratamiento de elección, se mantiene de por vida.