Actualmente en España hay 23.000 niños que viven en instituciones porque sus familias de origen no pueden hacerse cargo de ellos por distintos motivos. Algunos podrán volver a su hogar pasado un tiempo, pero otros no y vivirán en centros su infancia y su adolescencia.
“Los niños deben crecer al amparo y con el cariño de una familia; aunque en los centros se les cuide bien, les falta aprender a vivir como el resto, con una vida familiar”, explica Elvira Perona, vicepresidenta de Adamcam (Asociación de Acogedores de Menores de la Comunidad de Madrid).
¿En qué consiste el acogimiento familiar?
El acogimiento familiar es una medida de protección al menor en situación de desamparo. Gracias a él, el niño o el adolescente se integra en la familia, participando en todas las actividades y con la garantía de que recibirá todos los cuidados que necesite para su pleno desarrollo.
El acogimiento se diferencia de la adopción en varios puntos:
- En el acogimiento, la guarda es de los acogedores, mientras que la tutela es de la Administración competente. Esto significa que ante decisiones importantes, como una operación grave o un viaje al extranjero, son las autoridades las que deben autorizarla. En la adopción, la guarda y la tutela corresponden a los padres adoptivos.
- En el acogimiento no hay relación de filiación con el niño. Es decir, este conserva sus apellidos de origen, mientras que en la adopción asume los apellidos de los adoptantes y pasa a integrarse como un hijo más con todos sus derechos y obligaciones.
- En el acogimiento se mantiene, en los casos en que sea posible, la relación con la familia de origen y puede haber unas visitas pautadas, mientras que en la adopción se rompe el vínculo con ella.
¿Cuántos tipos de acogimiento hay?
Hay distintos tipos de acogimiento familiar, según las necesidades y las particularidades del niño.
- Acogimiento en familia extensa. Es el que se produce cuando los padres no pueden hacerse cargo del niño o les es retirado por algún motivo grave y este pasa a vivir con algún familiar (tíos, abuelos...).
- Acogimiento familiar de urgencia. Los acogedores se hacen cargo de forma temporal del niño cuando se prevé que este pueda regresar a su familia de origen, una vez que se solucionen los problemas, o cuando se quiere evitar que ingrese en un centro; por ejemplo, si es un recién nacido para el que se prevé una adopción.
- Acogimiento familiar temporal. Tiene una duración máxima de dos años, aunque este periodo se puede prorrogar por el bien del menor.
- Acogimiento familiar permanente. En él no hay previsión de que el menor pueda regresar nunca con su familia de origen ni tampoco habrá una adopción, por lo que permanecerá con los acogedores por largo tiempo.
Además, hay niños que conviven con familias acogedoras exclusivamente en los periodos vacacionales o de fin de semana.
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¿Qué requisitos hay para acoger a un niño?
Los requisitos para acoger a un menor vienen establecidos en la Ley 26/2015 de 28 de julio de modificación del sistema de protección a la infancia y la adolescencia.
Todas las personas, parejas o familias que acrediten su idoneidad para acoger pueden hacerlo. En este sentido, Elvira Perona, de Adamcam (www.adamcam.org), subraya que “no existe la familia perfecta y mucho menos en el día a día de la vida”.
Para ser acogedores hay que demostrar una estabilidad que asegure un correcto desarrollo del menor. El objetivo es poder brindarle todo lo que necesita, tanto en el plano emocional como en el material, ya que, aunque hay algunas ayudas económicas por parte del Estado, su cuantía depende de cada Comunidad Autónoma y en algunos casos resultan insuficientes.
Así, las personas que quieren ofrecerse como acogedores deben dirigirse al organismo competente de su Comunidad (habitualmente en las consejerías de familia o de política social), asistir a charlas informativas, plantear formalmente su ofrecimiento, hacer un curso, obtener la idoneidad y luego esperar la asignación del menor.
Vivir institucionalizado o vivir en familia
El acogimiento es una gran oportunidad para niños que no pueden vivir con su familia y tampoco pueden ser adoptados. Ser acogidos en una familia es la oportunidad de crecer en un ambiente normalizado, al igual que el resto de niños.
“A los acogedores nos preguntan que qué pasará si nos ‘quitan’ al niño en un tiempo, pero si tú quieres trabajar por él, para que esté bien, te tiene que dar igual que sea por dos años o para toda una vida. Es plantearse que lo que le puedes dar se lo vas a dar el tiempo que sea”, expone Elvira Perona.
Para la vicepresidenta de Adamcam, hay poca conciencia de “la necesidad de que estos menores, aunque sea temporalmente, estén en una familia y los beneficios que esto les supone”, destaca. Unos beneficios que ella amplía también a los acogedores: “Es una forma de vivir de otra manera que te abre el corazón”.
¿Cómo lo viven los menores acogidos?
El proceso de acogimiento puede presentar dificultades. Así, algunos menores se sienten culpables de permanecer en la familia de acogida, como si estuviesen cometiendo una traición hacia su familia de origen.
“Los más importante es que entiendan por qué les ha tocado vivir ese tipo de vida, a diferencia de otros niños. Ellos no son culpables de estar ahí, y cuando comprenden eso es más fácil que salgan adelante”, señala Elvira Perona. A veces, “tienen el corazón y la cabeza divididos, y eso repercute en muchos ámbitos”.
En todo caso, son menores con historias muy complicadas detrás para los que el acogimiento familiar puede suponer la puerta abierta hacia una normalidad vital de la que todo niño debería disfrutar.
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