Los celos infantiles pueden aparecer muy pronto, ya que, entre los 2 y los 4 años los niños, son capaces de mostrarse celosos, especialmente si esa etapa coincide con la llegada de un hermanito a casa.No todos van a vivir ese cambio en las rutinas familiares de la misma forma, porque influye también el número de hermanos que haya, el lugar que se ocupa entre ellos, si se era hijo único o no hasta ese momento, la gestión que hagan los padres de las manifestaciones de celos ... Dar una respuesta adecuada a esta emoción es básico para poder superar el momento con éxito.
¿Cuáles son las causas más frecuentes de celos en niños?
Compartir el amor y la atención de los padres con otro hermano es un punto de inflexión para casi todos los niños en lo que respecta a los celos. Pero estos también pueden manifestarse hacia otros familiares, como primos, e incluso hacia amigos o compañeros de clase.
“Hay factores genéticos y evolutivos que hacen que los niños muestren celos”, indica Raquel Moyá, fundadora y directora de Y Psi Hablamos?, un portal de atención psicológica online. Pero el niño celoso, ¿nace o se hace? “El temperamento celotípico ‘viene’ con el niño, y es probable que en la vida adulta persista”, explica la experta.
No obstante, además hay otros elementos que hacen que el niño muestre más o menos celos, como los factores ambientales, “que son la diferente atención real o percibida que recibe el niño de sus padres”, subraya. Y también pesa el hecho de que el menor haya podido sufrir algún tipo de carencia afectiva, lo que fomenta el comportamiento celoso.
Así afectan los celos al desarrollo de la personalidad
Aunque los celos son una emoción muy común, “mal llevados, reprimidos, castigados y no gestionados adecuadamente pueden influir en la autoestima del niño”, advierte la especialista de www.ypsihablamos.com.
Un niño pequeño que observa cómo sus padres dedican horas y horas al cuidado de un bebé no es capaz de entender que a esa edad el recién nacido es totalmente dependiente, y no tiene la madurez para poner sus necesidades de atención por debajo de las de su hermano, por ejemplo. Todo esto puede menoscabar su autoimagen, especialmente si no habla de lo que siente y los adultos no pueden rebatírselo.
Por eso, en muchas ocasiones, con la llegada de un pequeño a casa hay regresiones de los más mayores (vuelven a pedir que les den de comer, a dejar de controlar esfínteres, a hablar como un bebé...), en un intento desesperado por llamar la atención.
Así, la recomendación de la psicóloga es que los padres estén muy atentos a las manifestaciones de celos de sus hijos, intentando descubrir si con su actitud pueden estar contribuyendo a que esos celos se mantengan.
De qué manera abordar los celos
Los celos son una respuesta emocional normal, así que el niño debe poder expresar que los experimenta sin sentirse mal o culpable.“Primero hay que ver cuáles son los antecedentes que están provocando la aparición de los celos”, insiste la directora de Y Psi Hablamos? Es decir, hay que identificar sus causas, aquello que los dispara, y permitir que el niño se confiese. Se trata de conversar de tú a tú con el pequeño para abordar la situación.
Además, es importante:
- No hacer comparaciones entre hermanos.
- Enseñar a los hijos valores éticos fundamentales como compartir o ser altruista.
- Dedicar tiempo en exclusiva a cada uno de los hijos para hacer que se sientan especiales, aunque el niño ha de ser consciente de que, por ejemplo, la llegada de un hermano va a suponer cambios en la dinámica familiar.
¿Un niño celoso será un adulto celoso?
Como ya sabemos, hay determinados marcadores genéticos y factores predisponentes de la personalidad que pueden hacer que alguien sea más celoso. Pero esto no significa que haya que conformarse con los celos, especialmente cuando son muy acusados y ponen en riesgo la normal convivencia con otras personas y con la pareja.
“Los celos, bien gestionados y con un aprendizaje detrás que nos ayude a canalizarlos correctamente, no tienen por qué suponer una losa para toda la vida”, explica la Raquel Moyá. “En el peor de los casos, existe terapia psicológica que ayuda a las personas con celotipia”, destaca, por lo que cuando esta emoción sea demasiado intensa o genere un gran sufrimiento en quien la padece y en el receptor, hay que consultar con un especialista.
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