La actitud con respecto a la adopción ha cambiado con el tiempo. Hace tiempo, esta forma de ejercer la paternidad estaba envuelta en un halo de misterio y de secretismo; no se hablaba de ella. Con el tiempo, cuando las adopciones se hicieron más frecuentes y más públicas, se pasó a revelar los orígenes del niño, “eres adoptado”. ¿Cuál es el la mejor manera de hacerle saber al niño que es tu hijo a través de una adopción? Responde a nuestras preguntas Montse Lapastora, psicóloga clínica, fundadora y directora de Psicoveritas, Centro de Psicología y Adopción (www.psicoveritas.com), en Madrid.
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Desde el primer instante
No hay un mejor momento para transmitirle a tu hijo que es adoptado porque, según la experta, “hay que decírselo desde el minuto uno”. Su recomendación es normalizar la adopción desde el instante en que el niño llega a casa, hablando con toda naturalidad de cuándo se le fue a recoger o utilizando frecuentemente la palabra ‘adopción’ en su vida; “de esta forma él la asociará a algo agradable”, explica.
Se trata de transmitirle sus orígenes, respondiendo a sus preguntas, que serán cada vez más elaboradas, adaptando el lenguaje a lo que vaya preguntando. El niño debe conocer que no estuvo en el vientre materno y que ha habido un proceso de adopción. “Con cuatro o cinco años, los niños que son adoptados ya se ‘saben’ adoptados, pero no se ‘comprenden’ adoptados”, revela Montse Lapastora. Es, por tanto, labor de los padres facilitarles la integración de toda esa información, percepciones, emociones y pensamientos.
¿Qué pasa si el niño no pregunta?
Algunos pequeños intuyen algo sobre sus orígenes, pero no se atreven a preguntar por el miedo a herir a sus padres adoptivos. Por eso, lo más indicado es hablar de la adopción con cercanía desde siempre. “Si los padres no comentan nada, le transmiten que es algo malo”, subraya la especialista.
Son los progenitores los que deben favorecer que el niño pueda expresarse y realizar todas las preguntas que tenga, que serán muchas. Aquí no solo importa el lenguaje verbal, sino también los gestos. Puede que alguno de los padres haga una mueca cuando se hable de adopción y eso ya baste para que el niño se dé cuenta y evite el tema para no hacerles daño.
“Si los padres les dan permiso para preguntar, es mucho más fácil para ellos”, indica la directora de Psicoveritas. Por eso, son los adultos los que tienen que dar el primer paso si el niño se muestra reacio a hacerlo: “Si yo fuera tú, me gustaría saber qué pasó con mis padres biológicos...”.
Hay que hablar de la adopción desde el principio y no esperar a momentos comprometidos, como cuando en una consulta médica se preguntan por los antecedentes familiares o cuando en el colegio hablan de las leyes de la genética y a ellos no les cuadra su árbol genealógico.
El miedo de que conozcan sus orígenes
En la mayoría de las ocasiones, el motivo por el cual los padres no revelan que su hijo es adoptado es el temor a que quieran conocer a su familia biológica y todo lo que ello podría implicar.
Pero, tal como aclara la especialista, “los hijos no están buscando otros padres, sino completar su identidad biológica con su identidad adoptiva”. Los niños necesitan saber por qué hubo una renuncia o un abandono, qué sucedió... De hecho, según algunos estudios, los jóvenes que buscan a su familia de origen y la encuentran suelen tener luego una mejor relación con sus padres adoptivos.
Es una situación delicada para la que se puede contar con un mediador familiar o un especialista en adopciones para que guíe el proceso.
Prepararse para ayudar al hijo
Aunque los padres adoptivos no sean conscientes, la experiencia de Montse Lapastora en consulta es que los niños siempre piensan en sus padres biológicos y desean conocer datos acerca de su pasado. Un pasado que no es necesario revelar en toda su crudeza “cuando se hace un daño gratuito”, pues hay historias especialmente duras de abusos y maltratos para las que el menor puede no estar preparado.
Tampoco es aconsejable verter romanticismo sobre el hecho del abandono (“te dejaron para que otros pudieran darte algo mejor”), pues, tal como explica la experta, “el niño puede pensar que puede ser abandonado por otros de nuevo”.
Hay niños adoptados con traumas muy difíciles y con situaciones detrás para las que los padres deben estar formados. Algunas de estas experiencias complicadas pueden dejar una huella en forma de miedos, dificultades en las relaciones sociales y problemas en la adolescencia ante los que hay que saber responder. “Cuanto más psicoeducación tengas, mejor para prevenir ciertos problemas”, destaca Montse Lapastora, que es autora de varias obras en relación al proceso adoptivo, la última de las cuales es Psicología del bebé adoptado (Ed. Desclée de Brouwer).
En este sentido es importante que los padres sepan que no van a poder evitar al cien por cien el dolor que puede sentir su hijo en algunos momentos. Pero sí pueden prepararlo ante el bullying que puede sufrir por su condición de adoptado o por ser de otra etnia (“hay gente que para sentirse bien necesita hacer sufrir a los demás. Tiene que ver con ellos, no contigo”). Los niños deben saber que esto se puede producir y cómo hacer para que no afecte a su autoestima, además de saber defenderse.
El difícil camino de la adolescencia
Hacia los 12 o 13 años, los niños adoptados suelen hacer más preguntas acerca de sus orígenes. Se asoman a la adolescencia, un periodo que puede ser especialmente complicado en el caso de hijos adoptados. Es una etapa en la que todos los jóvenes ponen en cuestión su identidad y revisan su sentido de pertenencia.
Si el adolescente experimenta una ‘ruptura’ con sus padres, que dejan de ser sus héroes para situarse detrás de su grupo de amigos; en el caso de los adolescentes adoptados esa ruptura puede ser doble y el duelo, mucho mayor. Los padres deben estar preparados para este momento y para darle a su hijo la seguridad que necesita y hacerle sabe que cuenta con lazos familiares sólidos e indestructibles. “Y ese trabajo debe hacerse antes de que llegue la adolescencia”, advierte la psicóloga.
El adolescente se puede preguntar “qué hice yo”, “qué malo tengo para haber sido abandonado”. Hay una reedición de sus cuestionamientos y es una etapa difícil. Todo esto se complica cuando se les dice que son adoptados de forma tardía. “Descubrirlo tarde puede suponer un trauma que el niño viva como una traición y puede alejarlo de sus padres, en algunas ocasiones, para siempre”, destaca Montse Lapastora.
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