Ya sea por la pérdida de un ser querido, por vivir un episodio de violencia, por tener un accidente, por mantener muy altos grados de ansiedad... la embarazada puede verse sometida a experiencias traumáticas mientras está gestando a su hijo. ¿De qué manera pueden afectarle a ella y al bebé? Y, sobre todo, ¿qué hacer para ayudarla y minimizar los riesgos?
Para conocerlo hemos hablado con Jesica Rodríguez Czaplicki, presidenta y psicóloga en GEA, Atención Perinatal y Psicología, en Vilagarcía de Arousa (Pontevedra), y con Rita Asuar Gallego, psicóloga en Imaginaterapia, Centro de Atención al Embarazo, Infancia y Familia en Almendralejo (Badajoz). Ambas pertenecen a la Asociación Española de Psicología Perinatal (AEPP), una organización sin ánimo de lucro que aborda todos los aspectos psicoafectivos relacionados con la concepción, el embarazo, el parto, el posparto y la crianza temprana.
¿Hay algún trimestre con más riesgo?
Aunque sufrir un trauma en el embarazo puede afectar al estado emocional y la salud mental de la madre y producir efectos negativos en el desarrollo del bebé en cualquier trimestre del embarazo, el primer y el último son los de más riesgo. En el primero, los desequilibrios pueden impactar sobre las etapas iniciales de formación del niño, y en el tercero, puede haber más riesgo de parto prematuro.
Sin embargo, las especialistas de la AEPP insisten en que, a pesar de la vulnerabilidad que popularmente se asocia al embarazo, esta etapa vital es también un momento de máxima resiliencia. “No tiene por qué haber consecuencias irreparables ni para la madre ni para el bebé”, explican. En este sentido, hacen una llamada a la calma “para evitar alarmismos y culpabilizaciones innecesarios que puedan conllevar otras consecuencias emocionales que compliquen el embarazo, el parto, el posparto y el puerperio más que la propia experiencia traumática”.
¿Cuáles son las complicaciones más frecuentes?
Cuando una embarazada sufre un trauma, este podría afectar tanto a su bienestar emocional como a su estado físico.
Complicaciones psicológicas
“El hecho de vivir una experiencia traumática puede desencadenar un trastorno de estrés postraumático, un trastorno de ansiedad generalizada y también podrían desarrollarse cuadros depresivos importantes y estos estar presentes tanto en el periodo prenatal como posnatal”, indican las psicólogas de la AEPP (www.asociacionpsicologiaperinatal.es).
En todo caso, ya sabemos que hay una vulnerabilidad para sufrir estas consecuencias, pero al ser el embarazo un periodo de especial fortaleza y resiliencia en la mujer , no tienen por qué presentarse.
Complicaciones obstétricas
El trauma puede desencadenar un parto prematuro, partos complicados con necesidad de intervenciones y/o cesárea, bajo peso al nacer del bebé, “e incluso existe la posibilidad de que se produzca una pérdida gestacional”, indican.
“Si la intensidad de la experiencia y la vivencia posterior es alta, y la madre se ve sumida en un gran estado de ansiedad prolongada en el tiempo, podría haber consecuencias sobre el feto. Diversos estudios apuntan a complicaciones en el neurodesarrollo, desarrollo social y emocional, del lenguaje...”, destacan Jesica Rodríguez y Rita Asuar.
En todo caso, se habla siempre de posibilidad. Aunque lo ideal es estar tranquilas durante el embarazo, no siempre es factible y esto no tiene por qué afectar de manera determinante al bebé.
¿Cómo es el tratamiento psicológico?
“Confundimos fortaleza con aguantar y no expresar emociones, y esto hace que determinadas situaciones se compliquen”, destacan las expertas. Si en cualquier etapa es importante cuidar de la salud mental, en el embarazo, mucho más.
Cuando la gestante ha pasado por una experiencia traumática, “es imprescindible una buena valoración a nivel psicológico, a fin de identificar tempranamente los factores de riesgo y las sintomatología presente”, apuntan.
Todas estas intervenciones han de realizarse con métodos basados en la evidencia científica. Así, será necesaria una terapia psicológica, con técnicas de reducción del estrés, psicoterapia interpersonal, terapia cognitivo-conductual... “todo ello de forma precoz y ajustando la intervención a la mujer en concreto”.
Además, hay otras ayudas como el mindfulness y los grupos de psicoeducación, que pueden favorecer los factores protectores y preventivos.
¿Se puede tomar medicación?
Dependiendo de la gravedad y de la intensidad de los síntomas, podría ser necesario combinar la terapia psicológica con la administración de algún fármaco.
Sería en situaciones donde los síntomas sean incapacitantes para la mujer, por su frecuencia, duración o intensidad. Así, en casos de estrés postraumático, ansiedad generalizada o depresión puede haber una afectación importante en su vida diaria. La embarazada puede tener muchos problemas para desarrollar su día a día con normalidad, “con altas dificultades de sueño y/o alimentación, cuidado de sí mismas, sintomatología somática elevada asociada al trastorno (náuseas, mareos, palpitaciones, dificultades respiratorias...) ”, detallan las especialistas.
Hay fármacos que son seguros tanto en el embarazo como en la lactancia, por lo que “una vez analizada la situación por el profesional adecuado (psiquiatría) y sopesados los riesgos-beneficios de la elección del fármaco; debe seguirse el tratamientos si así se indica”.
La embarazada en pandemia
La pandemia por coronavirus está suponiendo un auténtico desgaste en la salud mental de toda la población, incluyendo a las embarazadas. A la incertidumbre y los riesgos médicos que el propio virus puede suponer para el desarrollo de la gestación, se unen otras circunstancias que han hecho más difícil la vivencia del embarazo para las mujeres. Por ejemplo, tener que dar a luz solas, separarse de su hijo nada más nacer, y los cambios en los protocolos.
“Diversos estudios (y nuestra propia experiencia en consulta) dan fe del aumento de sintomatología ansiosa o síntomas depresivos, derivados de la incertidumbre y el miedo, además de la falta de red social, que estamos viviendo”, alertan las expertas de la Asociación Española de Psicología Perinatal.
Así, por ejemplo, esta situación complica el trabajo de parto, “ya que estas emociones inhiben la oxitocina y las hormonas que ayudan a que el parto evolucione de forma natural, por lo que el número de cesáreas se ha incrementado”.
Por todo ello, su recomendación es “tener información basada en la evidencia científica, buscar entornos seguros y que apoyen a la madre y a la pareja-familia en sus decisiones, tener espacios para compartir y expresar emociones sin tabúes ni miedos y, por supuesto, cuidados físicos adecuados a la etapa perinatal”.
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