Un estudio de la EFSA (European Food Safety Authority) ya alertaba en el año 2012 del consumo de bebidas energéticas en menores. Así, recogía que el 68% de los jóvenes entre 10 y 18 años tomaban bebidas energéticas, como mínimo una vez al año, y que el 12% había consumido más de un litro solamente en un día.
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Investigaciones posteriores han confirmado estos datos, por lo que autoridades sanitarias como la Asociación Española de Pediatría y la Academia Americana de Pediatría se han manifestado para poner encima de la mesa el problema que supone este consumo para la población infantil.
¿Cómo son las bebidas energéticas?
Las bebidas energéticas o energizantes “son bebidas estimulantes con alto contenido en componentes no nutritivos como la cafeína y los azúcares simples”, indica la Dra. Patricia Ríos Gómez, endocrinóloga pediátrica del Hospital Universitario Sanitas La Zarzuela, de Madrid.
El objetivo de estas bebidas es mejorar el estado de fatiga, el cansancio y la concentración, así como incrementar la resistencia física y la alerta y combatir la resaca cuando se ha abusado del alcohol. Para ello, incluyen grandes cantidades de estimulantes como la cafeína, la taurina, el guaraná, el ginseng y la l-carnitina.
Además, su exceso de azúcares es muy dañino en una población, como la infanto-juvenil, en la que el sobrepeso y la obesidad están disparados. Y, por si fuera poco, acostumbra al paladar a sabores muy dulces, “lo que lleva a consumir otro tipo de azúcares simples (bollería industrial, chucherías...), con el riesgo que esto conlleva”, resalta.
¿Cuáles son sus riesgos para la salud?
El peligro de que los niños y los adolescentes tomen bebidas energéticas no está solo en que ponen en peligro su salud física sino también su salud emocional. Estos son los más frecuentes.
Caries y obesidad
“El exceso de azúcares favorece el desarrollo de caries y de obesidad, con todos los problemas derivados, destacando el riesgo aumentado de diabetes y alteraciones en los lípidos como el colesterol o los triglicéridos”, explica la Dra. Ríos. Además, hay que tener en cuenta que los niños comienzan cada vez a una edad más temprana a tener acceso a ellas, por lo que “el efecto aditivo a lo largo de los años contribuye a aumentar el riesgo de obesidad”, insiste.
Problemas de corazón
Las bebidas energéticas aumentan el riesgo de padecer complicaciones cardiovasculares, incluso en adultos sanos, por lo que el riesgo en niños y adolescentes, que aún se están formando y tienen menos peso, es aun mayor. Así, el exceso de cafeína puede provocar taquicardia e hipertensión.
Trastornos del comportamiento
Además de los anteriores, este tipo de bebidas puede acarrear otro tipo de problemas. “Ingestas superiores a 1,4 mg/kg/día se asocian a alteraciones del sueño, lo que afecta negativamente a nivel cognitivo, especialmente a la atención y la memoria”, advierte la endocrinóloga pediátrica. Si las ingestas son superiores a 3 mg/kg/día, el problema es mayor y se asocia a “efectos cardiovasculares, neurológicos y psicoconductuales, entre los que se incluyen nerviosismo, irritabilidad y ansiedad”.
Abuso de otras sustancias
Un 49% de los menores que toma bebidas energéticas las mezcla con alcohol. Así, tal como subraya la especialista del Hospital Universitario Sanitas La Zarzuela “ el consumo excesivo de estas bebidas se relaciona con el abuso de otras sustancias como alcohol, tabaco y drogas ilícitas. El consumo combinado de estas sustancias es especialmente importante en la adolescencia”.
¿Hay problemas de adicción?
La cafeína puede generar adicción y tolerancia, por lo que, al llevar estas bebidas un alto porcentaje en su composición, puede haber casos de dependencia. “La dependencia a la cafeína se caracteriza por un estado de nerviosismo, agitación, ansiedad e insomnio y, en ocasiones, también trastornos gastrointestinales”, señala la Dra. Patricia Ríos.
Por su parte, la privación del consumo de cafeína (una vez que ya hay dependencia hacia la misma) provoca un síndrome de abstinencia cuyas manifestaciones son cefalea, enrojecimiento facial, fatiga, ansiedad, trastornos psicomotores y deterioro de la función cognitiva, entre otros.
El perfil del consumo
En el Estudio BEENIS, un trabajo español que ha analizado el consumo de bebidas en 4.769 alumnos de entre 13 y 18 años, se traza una imagen muy cercana de cómo y cuándo consumen bebidas energéticas los niños y adolescentes.
Así, un 49,2% las toma en momentos de ocio. Al ser preguntados sobre el lugar de consumo, un 70,3% respondió que las ingería en fiestas, un 48% al realizar deporte, un 44% en discotecas y un 39,5% en casa.
Con respecto a la motivación, a un 87,8% les gustaba su sabor, un 55,6% declararon que las bebían para seguir despiertos, un 44,8% manifestaban necesitar energía, un 30% apuntaban a la mejora del rendimiento, un 21,4% querían aumentar su concentración y un 10% lo hacían porque estaba de moda.
Conforme avanzan los años, los menores toman más estas bebidas para combatir la resaca.
No obstante, tal como explica la Dra. Patricia Ríos, “las bebidas energéticas exponen a niños y adolescentes a riesgos reales, de modo que se deben evitar”. Su propuesta para lograr un buen rendimiento académico y deportivo es “una alimentación sana y equilibrada y una hidratación adecuada con agua”. La adquisición de estos buenos hábitos de vida saludables a una edad temprana “evita muchos riesgos de salud”.
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