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Adolescentes

Qué hacer si tu hijo llega bebido a casa

La mejor forma de reaccionar a su comportamiento


28 de julio de 2021 - 13:15 CEST

Los jóvenes españoles comienzan a beber muy pronto. La edad de inicio en el consumo se sitúa entre los 13 y los 14 años, y ocho de cada diez menores a partir de esa edad toman alcohol. En un panorama donde los excesos son frecuentes y las borracheras también.

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¿Cómo hay que reaccionar cuando tu hijo llega bebido? ¿Hay que castigarlo, hablar con él, tomar alguna medida más drástica? Lo explicamos, paso por paso, con la ayuda de Otger Amatller, coordinador de Prevención de la Fundación Salud y Comunicación (www.fsyc.org).

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¿Es inevitable que los menores consuman alcohol?

Cuando se observan las cifras del inicio en el alcohol de niños con tan poca edad, la pregunta es obligada: ¿no se puede prevenir de alguna forma ese consumo? “Inevitable no es, pero estamos en una sociedad donde el alcohol está muy normalizado y hay una mayoría de personas que son consumidoras”, indica Otger Amatller.

Sin embargo, hay jóvenes que se divierten sin tomar alcohol y a los que no se da suficiente visibilidad: “En series, películas, anuncios... parece que solo hay un tipo de adolescentes; no se recoge la realidad de los que salen y no beben, y sería muy importante hacerlo”, destaca.

Hay que tener en cuenta que el desarrollo cerebral no concluye hasta los 20-21 años, por lo que todo el alcohol que se tome antes está causando daños. El objetivo sería conseguir que los menores retrasasen lo más posible su inicio en este hábito.

¿Cuál es el problema? “Los padres tenemos miedo de prohibir o limitar algo que, como adultos, sí realizamos, pero igual que no les dejamos conducir si son menores de 18 años, en el tema del alcohol habría que tener un comportamiento parecido hasta que, con los años, el hijo adquiera más capacidad de autocontrol y haya completado su desarrollo cerebral”, recomienda el experto. Por eso, delante de ellos, los padres deben hacer siempre un consumo responsable y no abusivo.

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La estrategia del “yo te doy para que lo pruebes”

Cuando sus hijos empiezan a mostrar interés por el alcohol, algunos padres prefieren que lo prueben con ellos y no en la calle. ¿Es buena estrategia? “No acaba de funcionar y, además, no hay que normalizar el consumo. Si los padres, como referentes que son, lo normalizan, aunque sea en un entorno controlado, no están ayudando a sus hijos”, explica el experto.

Hay otro punto más a tener en cuenta: el hecho de que beban por primera vez bajo la supervisión de sus padres no significa que vayan a controlarse cuando estén con amigos

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Cómo reaccionar si uno de sus amigos se emborracha

Puede suceder que algún otro menor de su grupo de amistades tenga un problema con la bebida y se comente en familia. ¿Qué actitud debe tenerse a ese respecto? Para Otger Amatller, es una estupenda oportunidad para transmitirle lo que los padres piensan acerca del alcohol. “Parece que no escuchan, pero sí lo hacen. Aunque no hagan caso, retienen esas palabra; no obstante puede haber otras influencias de su grupo de amigo que tengan más peso”, destaca.

Así, si se presenta este caso, se les puede preguntar qué les parece lo que ha sucedido y cuál es su actitud con respecto al consumo del alcohol.

Hay que tener claro que “la decisión de tomar o no alcohol no está tanto en la información de la que disponen, sino en la actitud que perciban a su alrededor con respecto al consumo, por eso los padres no pueden transmitir nunca una conducta positiva hacia el alcohol”, recomienda.

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Factores de riesgo para el consumo de alcohol en menores

Hay algunas causas que pueden predisponer al consumo de alcohol a niños y adolescentes. Como comenta el experto de la Fundación Salud y Comunicación, el alcohol se utiliza para todo: emociones buenas y malas, para celebrar y para olvidar.

Por este motivo, cuando los menores se enfrentan a situaciones complejas hay más probabilidades de que recurran a él. “Huyen así de realidades que no les gustan en la que el alcohol les ayuda a desconectar y actúa como un ansiolítico”, destaca.

Así, hay riesgo ante conflictos escolares, trastornos emocionales y excesiva timidez o introversión (que les dificulte la integración social o en fiestas). Además, hay un factor muy importante y es la falta de supervisión parental.

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Factores protectores ante el alcohol

“Igual que con el tabaco hay regulación para proteger a los fumadores pasivos, con la bebida debería ser igual y limitar la publicidad y la presencia de alcohol en todos los entornos donde hay menores. Se hizo así en Islandia y fue un éxito”, apunta Otger Amatller.

Se ha demostrado, según indica, que la supervisión de los padres (conocer con quién están y dónde están) retrasa el inicio del consumo. También que el consumo es menor:

- Cuantas más actividades planificadas tengan en sus ratos libres.

- Cuanto menos consumo de alcohol vean en su entorno.

- Cuanto menos estén fuera de noche.

En todo caso tiene un gran peso que los padres estén muy presentes en el día a día de sus hijos. Que hablen, compartan cosas y tengan espacios conjuntos donde los progenitores no hagan interrogatorios sino sean un modelo de relación cercana y positiva para ellos.

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Cómo reaccionar cuando llegan a casa

La borrachera de un hijo es una situación muy difícil de gestionar, por lo que conviene saber cómo actuar. Estos son los consejos de Otger Amatller:

- Mostrar firmeza sin perder la calma. “Es una buena oportunidad para demostrar que en situaciones tensas podemos gestionar conflictos sin descalificaciones, insultos ni tensión”.

- No sermonear. “No es buen momento para grandes discursos, entre otras cosas porque cuando una persona está bajo los efectos del alcohol no retiene los mensajes”.

- Preocuparse por su salud. “Hay que ver si necesita asistencia médica y no ponerlo a dormir hasta que los efectos del alcohol se hayan pasado”. El menor podría vomitar una vez acostado, con el peligro que eso conlleva, así que hay que vigilar su estado y llevarlo a Urgencias si fuera necesario.

- No reforzar la situación. “A veces a uno de los padres le parece graciosa la situación, pero no se puede empatizar ni reírse para no reforzarla”.

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Y al día siguiente...

La conversación sobre el exceso de alcohol debe producirse al día siguiente, cuando el hijo ya se encuentre recuperado. La primera premisa, y muy importante, es que los padres conversen antes entre ellos y mantengan un criterio común.

El consejo del especialista es intentar que primero hable el adolescente. Se le puede preguntar, por ejemplo, ‘¿qué pasó ayer’, para darle la oportunidad de que se explique.

A partir de ahí, puede suceder que lo cuente o que se cierre en banda y no quiera decir nada. En todo caso, la intervención de los padres tiene que ir en torno a:

- Mostrar preocupación por su salud.

- Descubrir si ha sucedido más veces.

- Saber por qué pasó.

- No dramatizar.

- Averiguar si ha cometido alguna conducta de riesgo, como sexo sin protección o conducción de vehículos.

- Saber si tiene información sobre los daños que el alcohol provoca en la salud (el alcohol está detrás de más tipos de cánceres que el tabaco).

Si la conversación padres-hijo es inviable, o la relación entre ellos no pasa por su mejor momento, se recomienda buscar un mediador (un tío, una hermano, un monitor...).

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¿Debe haber alguna consecuencia?

“En los adolescentes, lo conductual está por encima de lo verbal”, expone Otger Amatller. Esto significa que tras el exceso de alcohol tendría que haber alguna modificación. Si con la conversación ya ha sido suficiente, y lo ha entendido, no haría falta imponer una consecuencia negativa.

En todo caso, el experto aconseja aumentar la supervisión para darles menos oportunidades de que se vuelva a repetir. “Los hijos necesitan límites, que alguien les diga lo que está bien y lo que está mal. Si se aplican consecuencias, estas deben ser pequeñas, inmediatas, relacionadas con lo que las ha provocado y que se puedan cumplir al cien por cien”, explica.

La realidad, sin embargo, es que a muchos progenitores les cuesta poner un ‘castigo’ y cumplirlo. “El límite se va moviendo a medida que el niño se lo va saltando y eso es un problema para él, pues no desarrolla tolerancia a la frustración y no aprende a autorregularse”, advierte.

“No hay que darles todo para que sean felices a toda costa; hay que darle herramientas para que tu hijo encuentre por sí mismo su felicidad”, concluye.

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