La hidrofobia afecta al 3,5% de la población en algún momento de su vida. Por tanto, es relativamente frecuente, aunque menos que otras fobias. No obstante, cuando aparece y el niño muestra claras dificultades, o se niega a bañarse directamente, genera muchos sentimientos de frustración y preocupación en los padres.
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Hemos hablado con Brenda Yalitza Angulo Ruiz, psicóloga de Arpsyde Psicología Deportiva e investigadora de la Universidad de Sevilla, y con Manuel Eugenio Huertas Castro, psicólogo deportivo y CEO de Arpsyde (www.arpsyde.es) para que nos expliquen por qué surge el problema y cómo ayudar a los hijos a superarlo.
¿Por qué aparece el miedo al agua?
El temor exagerado al agua suele presentarse antes de los 12 años, aunque puede ser a otras edades, dependiendo del factor que lo origine. “Las fobias están integradas dentro de los trastornos de gran carga ansiógena. Y como todos los trastornos integrados en esta categoría, el origen suele ser multicausal y dependerá de la persona que vive la fobia”, comentan. No obstante, se pueden determinar algunos factores que intervienen en su aparición, según detallan:
Experiencias traumáticas
Haber sufrido un trauma en el agua, como un accidente, una caída, un rescate... o experiencias de gran impacto emocional pueden desencadenar la hidrofobia en el niño.
Miedo a lo desconocido
“Cuando el niño tiene un primer contacto con el agua en edades más avanzadas, la primera emoción que se genera es de incertidumbre y desprotección hacia lo desconocido; a partir de ahí, y dependiendo de la relación que se realice en ese momento con el agua, se empiezan a generar pensamientos que se van retroalimentando con lo que ve, escucha o siente”, comentan. Estos primeros miedos pueden desembocar en un temor irracional ante la exposición al agua.
Inseguridad en su entorno
Son importantes las reacciones del entorno cuando el niño está cerca del agua. “Cuando un niño observa señales de inseguridad en las personas que le protegen cuando se enfrenta a este medio, está interiorizando que hay que tener cuidado con él. Esto mismo puede ocurrir si ve a sus iguales con temor a la hora de interactuar con el agua”, subrayan los expertos de Arpsyde.
Vulnerabilidad genética
También puede intervenir cierta predisposición genética que “facilite la activación emocional sobredimensionada ante la presencia del agua”.
¿Cómo actuar cuando se niega a bañarse por miedo?
Los niños con hidrofobia tienen grandes dificultades para disfrutar de la piscina o del mar, lo que puede suponer un problema en verano, según las actividades familiares previstas. ¿De qué forma pueden ayudarlos los padres a superarlo? “Lo más importante es no acentuar la importancia de la situación. Cuando prestamos más atención de la que procede a una situación que genera alarma, estamos reforzando esa sobreexcitación en el niño. Le estamos diciendo: ‘Esto no es normal, mantente en tensión por si hay que huir”, advierten Brenda Yalitza Angulo Ruiz y Manuel Eugenio Huertas Castro.
Por este motivo, siempre que haya un caso de fobia, hay que “tratar de normalizar la situación y mostrar seguridad, tranquilidad y control”. Si el pequeño percibe que se trata de un espacio seguro, hay más probabilidades de que se atreva a interactuar con el agua.
Otro punto importante es situar el medio acuático como algo lúdico, que el niño sepa que puede divertirse y hacer juegos.”Si ve que dos personas están disfrutando del agua (siempre mostrando control y seguridad) tratará de hacer un esfuerzo por integrarse”, comentan.
¿Es contraproducente obligarlo a bañarse?
Los expertos lo tienen claro y no aconsejan forzar al niño a relacionarse con el agua. Ha de ser un proceso en el que él tome el control y la iniciativa. Así, explican que “es el propio niño quien ha de ir logrando dar esos pasos; son ellos quienes han de superar el miedo. Tratar de realizar un avance excesivamente rápido puede llegar a ser traumático, logrando justo lo contrario a lo que deseamos. El punto óptimo para dar el siguiente paso es cuando observamos que la persona es capaz de enfrentarse a esa situación, controlando su nivel de activación”.
Para que el niño. se enfrente a ese miedo al agua debe contar con las herramientas para ponerse delante de esa emoción y ha de entender que ese temor inicial va a aparecer y que debe sobreponerse a él y a la sobreactivación emocional que le provoca. Es decir, dejar de tener miedo al miedo.
“Hay que tener en cuenta que lo que se trata es de hacerle ver que la situación es controlada y no ofrece un riesgo para su vida. Al obligarlo, le quitas toda la posibilidad de enfrentarse a la situación de forma controlada. Obligar no es lo idóneo, lo ideal sería llevarle al convencimiento de que el enfrentarse al miedo le va a ayudar en posibles situaciones posteriores, y que, mantenerse en la situación, aunque tenga miedo, le va a hacer ver que no le va a pasar nada, ya que estamos ahí para ayudarle”, proponen los expertos de Arpsyde.
¿Cuándo necesita ayuda profesional?
El punto clave para decidirse a pedir ayuda profesional es que la fobia interfiera con su vida habitual. “Si la fobia le impide interactuar con los amigos porque no pueda ir a una fiesta de cumpleaños donde va a haber agua y empieza a repercutir en su vida social por este aspecto, o empieza a tener dificultades para el aseo personal, o incluso problemas de salud, por ejemplo, deshidratación”, destacan los especialistas.
Habrá que evaluar cada caso de manera personalizada, pero cuando es un temor exagerado que no va remitiendo con los años puede ser oportuno consultar con un psicólogo.
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