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Niños altamente sensibles, ¿cómo puedes ayudarlos?

Dos de cada diez personas tienen alta sensibilidad. ¿De qué manera influye este rasgo de la personalidad en la infancia? ¿Cómo son estos niños? ¿Qué necesitan? ¿De qué forma deben actuar los padres?


Actualizado 30 de junio de 2021 - 13:56 CEST

Las personas con alta sensibilidad (denominadas PAS, por sus siglas) tienen una forma diferente de percibir la información que les rodea y de sentir las emociones. Así, pueden ser conscientes de aspectos más sutiles, profundizar más y hacer razonamientos más complejos.

No es una alteración ni un trastorno, sino una característica de su sistema nervioso que es capaz de procesar la información sensorial con mucho más detalle que el resto. Sin embargo, esto implica una serie de respuestas emocionales y de comportamiento que hay que conocer. En el caso de los niños, en ocasiones necesitarán ayuda para gestionarlo todo.

¿Qué sabemos de las personas con alta sensibilidad?

Las PAS (personas con alta sensibilidad) hacen razonamientos complejos y profundos acerca de la información que reciben del exterior, “y esa sobreestimulación puede dar lugar a respuestas de saturación mental o emocional”, explica la Dra. Ana Jiménez-Perianes, profesora adjunta de la facultad de Medicina Universidad CEU San Pablo, experta en niños con altas capacidades y superdotación intelectual y en psicología infanto-juvenil.

Además,  son personas muy empáticas con los demás y con una gran emocionalidad,  tanto en el sentido positivo (experimentar mucha alegría) como en el negativo (sentir mucho dolor). Necesitan, por tanto, aprender a modular sus emociones para alejar el riesgo de depresión y ansiedad.

“Su importante sensibilidad sensorial les hace ser mucho más conscientes y perspicaces con los detalles de la realidad, lo que les permite ver, oler, sentir, en definitiva, percibir con una profundidad y heterogeneidad poco comunes”, indica la experta.

La alta sensibilidad tiene un origen genético. Responde a una configuración particular del sistema nervioso de la persona, por la cual es capaz de percibir y procesar la información sensorial de un modo más profundo y diversificado. En este sentido, lo biológico cuenta mucho más que lo ambiental, por lo que un niño con alta sensibilidad será un adulto con alta sensibilidad.

¿Cómo son los NAS (niños con alta sensibilidad)?

La alta sensibilidad se manifiesta en los niños con una serie de características definitorias, según detalla la Dra. Ana Jiménez-Perianes:

  • Pueden mostrarse como más tímidos e inseguros.
  • Se sienten desbordados por la presencia de estímulos muy fuertes o intensos (luces, sonidos, sabores, olores).
  • Muestran desde pequeños mucha sensibilidad hacia el sufrimiento y el dolor de otros niños.
  • Desarrollan gustos muy precoces por el arte, la música, los animales, la conservación de la naturaleza...
  • Prefieren actividades tranquilas a aquellas donde se aglomere mucha gente, que intentan evitar a toda costa.
  • Se implican en acciones solidarias para ayudar a los demás.
  • Tienen razonamientos o reflexiones muy profundos sobre temas como la paz en el mundo, cómo acabar con las injusticias.
  • Presentan una alta reactividad.
  • Tienen una emocionalidad muy marcada.

Los niños con alta sensibilidad suelen mostrar gustos muy relacionados con la creatividad (bellas artes, escritura, música) o la solidaridad hacia los demás. “En función del modelo educativo recibido en su familia  podrán mostrarse más inclinados a actividades creativas individuales o a actividades más sociales,  pero siempre desde la perspectiva personal de no querer ser quienes toman la iniciativa como líderes, quienes comandan el grupo, sino como quien actúa de manera más encubierta, más desde la segunda línea”, destaca la Dra. Jiménez-Perianes. Hay que tener en cuenta que la excesiva exposición social choca con su intensa sensibilidad emocional.

Niños altamente sensibles© AdobeStock

¿Cómo hay que educar a un niño con alta sensibilidad?

Los niños con alta sensibilidad viven en un mundo interior lleno de emociones que a veces les resulta complicado gestionar. El punto de partida en su educación debe ser, según recomienda la Dra. Jiménez-Perianes, “no tratarlos como a bichos raros sino como personas con una mayor sensibilidad para percibir y vivir la vida”.

Es importante no etiquetar negativamente al niño o al adolescente por este rasgo de su personalidad. Muchos de ellos evitan mostrarse tal como son en ambientes en los que perciben que esta característica no es bien recibida por los demás.

Tienen mucha facilidad para implicarse de manera intensa en proyectos que para ellos resulten “buenos y comprometidos”, pero de la misma forma pueden experimentar dificultades para decir que no a otras cosas, “lo que en muchas ocasiones dará lugar a la aparición de dificultades para gestionar la presión psicológica (colegio, voluntariados, amigos con problemas...) y podrá sucumbir al estrés de que todo salga a la perfección”, advierte la especialista.

Su consejo para el día a día es que el trato se base en  tener en cuenta que sus emociones pueden estar a flor de piel,  que muestran un gran compromiso con todo lo que consideran justo y que “si esto no sale bien, la frustración puede degenerar en al aparición de síntomas de nerviosismo, inquietud o tristeza”.

La gestión de las emociones en un niño con alta sensibilidad

Gestionar una emocionalidad tan intensa como la que viven las personas con alta sensibilidad es difícil para los adultos y puede serlo mucho más para los niños. Por eso necesitan partir de la idea de que “lo que sienten no es malo ni patológico, que no es algo que les haga diferentes, en el sentido de peores que los demás, sino que es una manera particular, ni buena ni mala, de vivir la realidad”, destaca la experta de la Universidad CEU San Pablo.

La sobreexcitabilidad y la intensidad que experimentan los niños con alta sensibilidad debe ser canalizada para que resulte positiva. Así, en la familia ha de ofrecerse un modelo correcto, donde la sensibilidad no sea considerada como un defecto, sino como una cualidad a desarrollar.  “Y esto desde que el niño es un bebé hasta que abandona la adolescencia,  pues a cada fase del desarrollo le corresponderá un tipo de actuación familiar de soporte, gestión y estímulo de las emociones y las cogniciones asociadas”, explica.

Además del imprescindible apoyo familiar, en ocasiones habrá que recurrir a ayuda externa especializada cuando el niño muestra dificultades para aceptarse y entenderse a sí mismo como persona con alta sensibilidad o cuando se precisan más recursos para canalizar sus características.