El ahogamiento es la tercera causa de muerte entre los niños de todo el mundo. Es un grave problema que se repite cada año, especialmente en verano, y que exige considerar las máximas medidas de seguridad por parte del adulto.
Con la ayuda de la Dra. María Jesús Pascual y del Dr. Rafael Montero, pediatras del Hospital Vithas Madrid Aravaca, vamos a a hablar de uno de los accidentes menos conocidos: el ahogamiento secundario.
Las alarmantes cifras de ahogamientos
El número de niños que fallecen por ahogamientos está creciendo considerablemente en los últimos años. Así, circunscribiéndonos a España, en 2020 se registró la mayor cifra en los siete años anteriores, con un incremento del 33% con respecto a los datos del año anterior.
Casi la mitad de estos trágicos accidentes ocurrió en piscinas (47%, de las cuales un 88% eran domésticas). Después están las playas (19%), los ríos (11%), los embalses y pantanos (11%) y otras localizaciones como parques acuáticos o alta mar (12%). Son estadísticas del Informe de Ahogamiento de Menores en Espacios Acuáticos, en el que se resalta que la mayoría de estos percances fatales les suceden a niños de entre dos y cuatro años que han estado sin vigilancia o durante el tiempo mínimo de un descuido.
¿Qué es el ahogamiento secundario?
Afortunadamente, el ahogamiento secundario es muy poco habitual, pero sucede en algunas ocasiones, por lo que conviene saber qué es.
“El ahogamiento secundario se refiere a aquellas muertes muy infrecuentes que se producen horas-días después del casi ahogamiento”, explica el Dr. Montero.
Es decir, el niño vive un episodio muy grave en el que casi se ahoga, es reanimado y parece que todo va bien, pero al tiempo su estado se agrava y fallece por las consecuencias de ese accidente.
Aunque el ahogamiento secundario puede ocurrir a cualquier edad, es más frecuente en niños pequeños, entre uno y cuatro años.
¿Por qué se produce el ahogamiento secundario?
“La causa del ahogamiento secundario es un edema agudo de pulmón secundario a la inhalación de agua o de sustancias irritantes, como puede ser el cloro, tras un episodio de ahogamiento grave”, detalla la Dra. María Jesús Pascual.
Es importante saber que el ahogamiento secundario no se va a producir tras tragar un poco de agua (”ya que el agua o los irritantes van al tubo digestivo”, aclara), ni porque al niño le hagan una ahogadilla jugando (”porque la tos lo expulsa directamente”).
El ahogamiento secundario ocurre cuando el niño se queda inconsciente durante el proceso de casi ahogamiento y se recupera con la reanimación. El problema es que, según advierte la pediatra, “el agua o el cloro ha podido entrar en los pulmones y salir, aunque no del todo, provocando un daño y una inflamación con edema, que se manifiesta en diferido 24-72 horas después del casi ahogamiento”.
¿Qué síntomas tiene el ahogamiento secundario?
Para que se produzca un ahogamiento secundario, el pequeño ha tenido que sufrir un cuadro grave en el que casi se ahoga. Por tanto, partimos ya de una situación extrema en las 24-72 horas anteriores.
Así, tras el accidente, el niño mostraría estos síntomas:
- Tos persistente.
- Dolor torácico.
- Dificultad respiratoria.
- Síntomas neurológicos (somnolencia, baja actividad, comportamiento raro).
¿Se puede prevenir el ahogamiento secundario?
Siempre que el niño pase por un accidente en el que casi se ahoga, y aunque sea reanimado con éxito, “es recomendable que se realice una valoración médica, así como una observación de su estado”, apunta el Dr. Rafael Montero.
No obstante, el especialista del Hospital Vithas Madrid Aravaca insiste en que este fatal desenlace no se produce “tras haber tragado un poco de agua o si le han hecho una ahogadila, se ha atragantado y ha tosido un poco”. Siempre que hay ahogamiento secundario es porque el niño ha pasado por una situación extrema antes.
Por su parte, la Dra. María Jesús Pascual subraya que “la única forma de prevenir los ahogamientos en general es la supervisión continua de los niños en las piscinas y playas. Vigilarles, vigilarles y vigilarles y establecer medidas de protección, así como enseñarles a nadar lo antes posible”.
Cuando un niño pequeño está en un entorno acuático se puede ahogar en solo unos instantes mínimos de descuido, por lo que no hay que bajar la guardia en ningún momento. De hecho, muchos de los ahogamientos ocurren no porque el niño estuviera sin vigilancia todo el tiempo sino porque los adultos se han despistado solo unos instantes.