Si hay algún padre o madre que se sienta bien después de regañar o gritar a sus hijos , que levante la mano. Podríamos decir que ninguno. Igual que ninguno asegura mantenerse en un absoluto estado de calma cuando sus hijos le sacan de quicio. Pero, ¿sabías que el origen de las malas reacciones con los niños se sitúa más en nuestro agobiante estilo de vida que en su propio comportamiento ?
Si es así, quizás, hacerlo mejor esté en nuestras manos. Así entiende, al menos, Nicola Schmidt, politóloga, docente y escritora que recientemente ha publicado su libro Educar sin regañar (Diana) y que es fundadora de un proyecto de gran éxito en Alemania, Proyecto para una educación más humana. En su libro, nos cuenta el por qué de esta afirmación que acabamos de hacer y cómo la ciencia ha demostrado ya que las regañinas y los castigos, no es que sean completamente ineficaces para educar a nuestros hijos, sino que les generan tal estrés que perjudica su crecimiento y puede desembocar en ataques de ira, lloros irracionales o, incluso, depresión.
Por eso, hay que resolver los conflictos con un enfoque distinto, pero ¿cómo? Sabiendo adelantarse y gestionar esas reacciones desesperadas, llenas de gritos y castigos, con estrategias creativas que nos ayuden a ponernos un límite. De ellas, nos cuenta la experta, destacan los pequeños ejercicios de autocuidado y unos cuantos trucos de descarga para el día a día en familia . Y, sobre todo, mantener la calma, empatizar y respetar a nuestros hijos y olvidarse del estrés.
Para que seas capaz de ello, te aconsejamos cinco de las muchas claves que nos da Nicola Scmidht en su libro, explicándote por qué y cómo ponerlas en práctica.
1. Mantener el estrés apartado
La gran mayoría de los libros sobre educación, nos cuenta la autora, “dan gran importancia al hecho de que los padres aprendan a contenerse”. Sin embargo, nos confiesa, “en mis cursos y seminarios, los padres me dicen que toda la teoría es estupenda y les queda todo claro, pero que, en la práctica, acaban perdiendo el control”. Para que no nos pase, Nicola Schmidt nos cuenta que existe un “semáforo de colores”:
- Verde, es la zona en la que podemos reaccionar de una forma tranquila y lúcida ante nuestros hijos, nos sentimos conectados con ellos. Los problemas se resuelven con más rapidez, menos suplicios y más efectividad.
- Ámbar, cuando estamos más o menos enfadados, pero aún nos controlamos. Estamos un poco irritados sí, pero todavía podemos tomarnos una pausa consciente y abordar el problema.
- Rojo, cuando perdemos totalmente el control y, por tanto, nos desconectamos de nuestros hijos. A menudo, no sabemos ni lo que decimos. La visión que tienen nuestros hijos es que somos amenazantes e intimidantes. La forma en la que transmitimos lo que queremos decirle es violenta.
En todos nuestros comportamientos dirigidos a nuestros hijos, debemos intentar mantenernos en el color verde. Para ello, sobre todo, “ser consciente de que tenemos recursos limitados; no todo cabe en nuestra agenda diaria”. Y, por supuesto, no tenemos que ser perfectos, sino que podemos cometer errores. “Si has olvidado algo en casa, son cosas que pasan”. Sin embargo, al estar estresados, nos colocamos directamente en una zona de color que no es precisamente la verde, por lo que perder los nervios es mucho más fácil. “¿Por qué no, nos dice la autora, observamos primero qué sucede, nos abstraemos de ese estrés y nos tomamos una pausa para empatizar con nuestros hijos?”. Las reacciones serán, sin duda, mucho mejores.
2. Tener un listado de broncas
Puede parecer horrible, pero en realidad puede servirnos de mucha ayuda. Nicola Schmidt nos aconseja empezar “anotando en qué momento empiezan las broncas, ¿por la mañana, por la tarde o por la noche?. En mi casa, durante muchos años, existió la hora de los niños llorones, a las seis de la tarde, cuando todos estaban cansados y hambrientos. Con el tiempo aprendí que a esa hora debía tenerlos a todos a punto para ir a la cama y no volver a soltar una retahíla de gritos”.
Así, nos aconseja, podemos ir escribiendo una lista con los desencadenantes de las broncas que tenemos a diario, para ver qué es lo que normalmente nos altera , cómo podemos reaccionar de ahora en adelante y qué patrones en común tienen las broncas de un día tras otro. Aprenderemos.
3. En mente siempre palabras clave
De la misma manera, Nicola Schmidt nos cuenta que “a muchas personas les ayuda disponer de palabras clave, que nos repitamos a nosotros mismos, no a los niños”. Por ejemplo, “soy madre y no me dejo llevar por el estrés”. Y es que ser madre y padre es uno de los trabajos más importantes y complicados del mundo. Otras fórmulas que suelen funcionar es un “cuenta hasta diez” o “¡sigue respirando!”. Incluso, podemos pedirles a los niños que utilicen palabras clave cuando empezamos a regañar de manera incontrolada o a nuestra pareja . La palabra que nos sugiere la autora es “¡verde!”, para recordarnos a que franja tenemos que volver. El apoyo de nuestra pareja, en este caso, es fundamental.
4. Juegos para invertir los roles
Hay momentos en los que los niños, directamente, dejan de escuchar. Por muchas cosas que les digamos, nos confiesa la experta, no vamos a conseguir nada. Por ejemplo, “lávate los dientes, ordena tu cuarto, apaga la televisión”, una y otra vez. Cuando hablar ya no nos ayuda, Nicola Schmidt nos propone “intentarlo con humor y juegos”. Si los niños se bloquean, y tú también, lo mejor es convertirlo en un juego . Es el mejor mecanismo para la resolución de conflictos. Así, nos aconseja, “tenemos que planear las situaciones que resultan más complicadas en el día a día en familia y hacer de ello un juego”.
5. Acabar el día con rutinas
Por último, otro de los muchos consejos que nos da Nicola Schmidt es acabar el día con tareas que tengamos interiorizadas y que nos resulten relajantes . La gran mayoría de los días son especialmente difíciles al final de la tarde; todos estamos cansados. “Hay que aliviar esa tensión lo mejor posible con un proceso que nos ayude a todos, no solo a los niños”, nos dice. Por ejemplo, “llegar a casa y lavarse las manos, poner la mesa juntos, jugar un rato antes de cenar, recoger el plato después y establecer algún hábito conjunto antes de acostarnos”. Y lo mejor es que esas tareas obligatorias se hagan cuanto antes , así tendremos margen para relajarnos todos juntos.