Quizás no tenga sentido estudiar biología si no vemos crecer una planta. ¿Cómo aprender los ríos si nunca hemos sumergido los pies en un arroyo? ¿Es sensato saber los nombres de las nubes si nunca nos hemos tumbado en la hierba a adivinar sus formas? En un mundo cada vez más tecnológico, niños y adultos vivimos demasiado separados de la naturaleza y de sus ciclos, quitando a los pequeños una fuente de salud y de conexión con la tierra.
Con todos los sentidos
Una pantalla presenta gran cantidad de estímulos, sí, pero todos visuales y sonoros. La naturaleza, en cambio, activa los cinco sentidos , siendo una experiencia más viva, completa y enriquecedora.
En movimiento
El sedentarismo y la obesidad son auténticas plagas del siglo XXI. Salir a la naturaleza a jugar, a disfrutar, es el perfecto antídoto a la silla y al sofá. El ejercicio se convierte en algo orgánico y divertido cuando se disfruta del campo y del aire libre.
Aumentar la autoconfianza
Sin reglas. Solos y libres, dejándose llevar por lo que encuentran en la naturaleza. El juego en este entorno es más creativoy les permite estar más en control de cómo pasan su tiempo, desarrollando su autonomía y, con ello, mejorando su autoconfianza.
El síndrome de déficit de naturaleza no está considerado un trastorno médico, pero busca explicar y resaltar la progresiva alienación que sufrimos viviendo en un mundo artificial y tecnológico
El asombro infinito
Explorar, buscar, conocer de primera mano y descubrir el milagro de la naturaleza conecta a todos los humanos con las maravillas de animales y plantas de forma muy instintiva y primigenia y despierta y aviva la magia de la curiosidad infantil .
Potenciar la creatividad
La naturaleza varía, se transforma, es cíclica, nunca es estática, y eso la convierte en un campo de juego igualmente cambiante que presenta nuevos estímulos y retos a cada paso, contribuyendo a desarrollar la imaginación y la curiosidad.