Entre un 2 y un 5% de los niños pueden sufrir convulsiones febriles. Se trata de episodios muy angustiosos para los padres. Duran tan solo unos minutos que se hacen eternos, y en los que conviene saber cómo actuar de forma correcta para que el niño no sufra ningún peligro.
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¿Hay que llevarlo al hospital? ¿Por qué se producen? ¿Se repetirán en el tiempo? La Dra. María Jesús Pascual, pediatra del Hospital Vithas Madrid Aravaca, nos ayuda a conocer más las convulsiones febriles.
¿Qué es una convulsión febril?
Las convulsiones febriles son sacudidas que se producen en algunos niños cuando tienen fiebre. Habitualmente se presentan desde los 6 meses y hasta los cinco o seis años de edad (aunque son más frecuentes hasta los tres años). “Fuera de estas edades, las convulsiones febriles no se pueden considerar típicas de entrada y requieren otros estudios”, advierte la especialista.
Hablamos del trastorno convulsivo más frecuente en la infancia y puede conllevar las siguientes manifestaciones:
- Rigidez.
- Sacudidas de pies y manos.
- Ojos en blanco.
- Color de piel diferente, que se puede volver azulado.
- Estado ausente (el niño no responde).
Todos estos síntomas hacen que se trate de escenas muy angustiosas para el que los contempla, sobre todo cuando es la primera vez y no se ha visto ninguna antes. “La mayoría de los episodios duran menos de dos minutos, aunque al que lo está viendo le parezca una eternidad, y suelen ceder espontáneamente”, indica la pediatra. Muchos padres temen que se trate de algo muy grave, e incluso de un problema fatal, pero, afortunadamente, no es así y solo está relacionado con una vulnerabilidad mayor a las subidas o bajadas de fiebre en determinados menores.
¿Por qué se producen las convulsiones febriles?
Las convulsiones febriles aparecen en mitad de un cuadro febril sin importancia. Es decir, no implica que la afección sea grave. Puede tratarse de un simple catarro o de cualquier otro cuadro sin importancia que ocasiona fiebre en el niño.
Además, hay que saber que estas crisis convulsivas pueden ser la primera manifestación de la fiebre. Siempre aparecen en las primeras 24 horas del estado febril y pueden surgir tanto cuando la fiebre sube como cuando la fiebre baja de forma brusca.
Pero, ¿por qué aparece en unos niños y en otros no? “Hay una susceptibilidad individual para que se produzca”, indica la Dra. Pascual. Así, aparte de la edad (por la inmadurez del sistema nervioso), puede haber antecedentes familiares y una predisposición genética, factores que se activan con un desencadenante como una infección, la administración de una vacuna...
¿Cómo actuar mientras dura la convulsión febril?
Las convulsiones febriles remiten por sí solas. El consejo de los especialistas es mantener la calma ante todo. Además, conviene “poner al niño tumbado, alejado de objetos con los que pueda golpearse, y de lado, en una postura de seguridad, asegurándose de dejar libre la vía aérea para que pueda respirar adecuadamente”, detalla la especialista de Vithas Madrid Aravaca. En este sentido es importante saber que no hay que meterle nada en la boca ni zarandearlo.
Una vez que pasa la crisis, “es aconsejable acudir a un centro sanitario si es la primera crisis febril, si se repite, si tiene una larga duración, si el niño está irritable, demasiado dormido o si está decaído o no mueve los brazos o las piernas normalmente tras la crisis”, advierte la Dra. Pascual.
En la mayoría de los casos, en el hospital no necesitarán hacer más exploraciones complementarias, pero conviene consultar en los casos anteriores.
Una vez que el niño ha tenido una convulsión febril hay que saber que es más probable que esta vuelva a repetirse. Así, hasta en el 33% de los casos pueden aparecer nuevas convulsiones febriles en el niño más adelante.
¿Provocan daños las convulsiones febriles?
Aunque son muy aparatosas, las convulsiones febriles son benignas y autolimitadas. “No conllevan ninguna secuela a nivel cerebral y no tienen más riesgo de epilepsia ni de daño cerebral”, tranquiliza la experta. “Son niños normales que van a llevar una vida normal”, apunta.
En algunos casos, por el nerviosismo del momento, se pueden provocar problemas por la falta de calma y las prisas, como golpes u otros accidentes secundarios. En ese sentido, la premisa fundamental es mantenerse tranquilos todo lo posible y esperar a que pasen esos dos minutos, asegurándose de que el niño no puede hacerse daño.