El niño siente enfado cuando cree que hay una injusticia, cuando algo pone en peligro su bienestar o cuando no se satisfacen sus deseos o sus necesidades. Es, por tanto, una emoción natural, normal y necesaria.
“Si la gestiona de forma adecuada, podrá enfrentar la injusticia de manera sana. Si, por el contrario, no tuviese una buena gestión de su enfado, podría manifestar comportamientos disruptivos, tanto para él como para su entorno”, explica Elena Barrio, psicóloga sanitaria en Centro de Psicología PsicoEca (www.piscoeca.com).
Así manifiesta el enfado según la edad
Dependiendo de la edad, el niño reacciona ante el enfado de distinta forma , lo que también tiene que ver con su capacidad para entender esa emoción y para canalizarla adecuadamente. Cuando es más pequeño, sus respuestas son más instintivas: puede morder, empujar, gritar, golpear... Pero, a medida que crece, como indica la psicóloga, tiene otros recursos para expresarse gracias al lenguaje, lo que le permite tener un mayor manejo de esas emociones.
Hasta los cinco años
En la etapa preescolar, el niño comienza a adquirir conocimiento de sus emociones básicas y puede empezar a ponerle nombre a lo que le sucede y a identificar los motivos que producen su estado de ánimo.
Entre los cinco y los once años
En la etapa escolar, el niño ya tiene otras destrezas, como el habla o la empatía, y estas armas le permiten entender mejor tanto su comportamiento como el de los demás y así gestionar mejor los momentos complicados de enfado.
Desde los doce años
En la pubertad y la adolescencia, al ser etapas de continuos cambios a todos los niveles, es muy probable que los menores puedan sentirse confundidos, y esto les lleve a generar con bastante frecuencia sentimientos de frustración o enfado. Dependerá de su experiencia y del aprendizaje que hagan que puedan afrontar con más o menos éxito estas situaciones.
Así le ayudas a canalizar su enfado
Al ser una emoción básica, el niño tiene que expresar su enfado. Si no lo hiciera, pueden aparecer comportamientos desadaptativos como violencia verbal o física. “Si ante una respuesta inadecuada de enfado, los cuidadores hacen como si no pasase nada, el niño seguirá realizando este tipo de conductas”, destaca la psicóloga. Tampoco es una solución que el niño reprima las emociones del enfado, pues pueden aparecer más adelante en forma de otro tipo de problemas.
Por tanto, lo mejor es que el niño aprenda a expresar su enfado, y ahí los padres pueden ofrecerle las estrategias de afrontamiento.
- Identificar las emociones. “Poner nombre a las emociones es fundamental, entender cómo se sienten con cada una de ellas y qué factores desencadenan que estas aparezcan”, indica Elena Barrio. Para ello, dependiendo de la edad, se puede dibujar cada emoción, dándole forma y hablando de lo que le producen y qué hacer cuando aparezcan.
- Validar la intensidad de la emoción. Los niños deben saber que las emociones no son planas; es decir, que cada una se vive de distinta forma, según su intensidad. “Para poder enseñarles, utilizaremos el ‘semáforo de las emociones’, donde el verde es la sensación más leve y el rojo, la más fuerte. Invitaremos al niño a que utilice ese semáforo cuando esté enfadado”, explica la experta del Centro PsicoEca.
- Técnicas de relajación. Este tipo de recursos pueden ayudar al niño a calmarse y a bajar su intensidad emocional, por eso Elena Barrio recomienda realizarlas en familia en forma de juegos.
- Tiempo fuera/lugar de la tranquilidad. “Cuando la activación es muy grande, podemos buscar un lugar de la casa donde el niño puede acudir cuando tenga una respuesta emocional disruptiva o desproporcionada”, indica. “No podrá volver a lo que estaba haciendo hasta que no baje la intensidad de su emocionalidad”.
- Enseñarle alternativas para manifestar su enfado. Entre ellas, la especialista propone hacer una ‘caja del enfado’ que el niño puede decorar a su gusto y donde irá depositando mediante dibujos o palabras lo que siente cuando se disgusta.
Qué hacer mientras dura el enfado
Tan importante como enseñar al niño a gestionar su enfado es que los padres reaccionen de forma adecuada mientras él está mostrando estas emociones. En este sentido, la psicóloga insiste en la importancia de validar lo que está sucediendo con frases como: “Comprendo que estés enfadado” y dándole alternativas como: “Entiendo que estés enfadado porque los niños no te dejan jugar, ¿qué te parece si les preguntas si quieren jugar contigo a otra cosa?”.
Si, a pesar de todo, el niño tiene una respuesta inadecuada ante el enfado lo correcto (aunque difícil) es mantener la calma. “Los niños aprenden desde el modelo que ven; si se pretende alcanzar una respuesta tranquila, es recomendable transmitir la misma emocionalidad”, apunta Elena Barrio.
Por otra parte, recomienda darle su tiempo para que pueda desahogarse y bajar la intensidad y, cuando esté tranquilo, hablar de lo que ha sucedido.
Estas situaciones son una oportunidad para ayudarles a profundizar en su gestión emocional, por lo tanto, se deben afrontar desde el aprendizaje. Así, a través de la escucha activa, se puede trabajar con el niño la comprensión, la reflexión y la empatía, fomentando otros valores y la responsabilidad ante sus acciones, a través de las disculpas.
“Fomentar la comunicación y el buen clima familiar, realizar actividades en común y tener buenos hábitos también harán que el niño se encuentre más a gusto y pueda relacionare emocionalmente”, subraya la especialista de Centro PiscoEca.
Y en el caso de que el enfado provoque conductas desproporcionadas, con violencia física o verbal o ataques de ira, lo indicado es consultar con un profesional.