Aunque durante el embarazo el bebé se mueve, está en un espacio cada vez más reducido y tendrá que esperar a después de su nacimiento para ejercitar su desarrollo motor.
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Es un proceso asombroso, donde el pequeño va adquiriendo cada vez más habilidades de forma progresiva y continua. Si un día no era capaz de darse la vuelta, de repente te sorprenderá habiéndose girado. Y así con el resto de momentos que tanto esperas, como su primera sonrisa o sus primeros pasos.
Desarrollo motor del bebé en el primer año
Un desarrollo continuo, pero variable
El desarrollo motor del bebé es progresivo y continuo, pero muy variable de un niño a otro. Depende de la maduración de sus músculos, su sistema nervioso... por lo que no se produce en todos a la vez.
Sí es común el orden o la secuencia en que van adquiriendo las distintas habilidades, pero no el tiempo en que lo hacen. Unos niños tardan más que otros, sin que, por este motivo, estemos ante un problema. Hay un margen amplio en que pueden adquirir estos logros.
A los tres meses ya sostiene la cabeza
Al nacer, el tamaño de la cabeza es proporcionalmente más grande que el resto del cuerpo. El bebé no puede sostenerla y tardará un tiempo. A los tres meses, ya debería poder hacerlo, una destreza que está muy relacionada con la capacidad para fijar la mirada, como indica Patricia Martín Casas, fisioterapeuta especializada en Neurología y Pediatría y profesora de la Facultad de Enfermería, Fisioterapia y Podología de la Universidad Complutense de Madrid.
A los cuatro meses, el bebé ya puede girarse cuando le hablas, pero la capacidad de volteo llega más tarde, y debería estar adquirida a los siete meses y medio. Antes, entre los cuatro y los seis meses, el volteo será involuntario, pero no quiere decir que no pueda producirse, por eso nunca hay que confiarse y dejar solo al bebé en sitios altos, como el cambiador, pues puede haber un accidente.
Desde los seis meses podría sentarse
A partir de los seis o siete meses, muchos bebés pueden mantenerse sentados. Es una de las pautas que se dan para saber si están preparados para iniciarse en la alimentación complementaria.
Pero el pequeño necesita que pase un poco más de tiempo para poder mantenerse sentado sin apoyo y jugando con sus manos al mismo tiempo. Será hacia los nueve o diez meses de edad, en lo que se conoce como sedestación estable, según apunta la experta.
El gateo no siempre se da
El gateo es una actividad sensoriomotora que va a ser útil para otros logros posteriores. Pero no todos los niños gatean como forma de desplazamiento. “Alrededor de los diez meses, pueden desplazarse arrastrándose, sentados impulsándose con las manos o rodando por el suelo”, aclara Patricia Martín Casas.
La ausencia de gateo no es un impedimento para que el niño camine. Lo importante es que tenga intención de moverse y acceder a distintos lugares, no la forma en que lo haga, que puede ser muy variada, sin que esto tenga mayor trascendencia, siempre que vaya progresando en patrones de desplazamiento cada vez más erguidos.
¡A caminar!
Uno de los momentos más emocionantes en la vida del bebé son sus primeros pasos. Aunque a partir de los nueve o diez meses, muchos niños pueden mantenerse de pie con apoyos, “el comienzo de la marcha independiente (poder caminar de una habitación a otra de la casa) se puede producir entre los 12 y los 18 meses de vida”, indica la especialista, que pertenece al Colegio de Fisioterapeutas de Madrid.
No hay que acelerar este proceso y mucho menos usando un andador o tacatá, que no adelanta su capacidad para caminar y sí puede provocar accidentes graves.
Un desarrollo interconectado
“El desarrollo infantil es un proceso global, en el cual los aspectos perceptivos, cognitivos, motores y emotivos-relacionales están íntimamente relacionados”, subraya la fisioterapeuta. Este es el motivo de que, en determinados momentos, el niño experimente un gran avance en distintas áreas.
En este proceso, que cada vez alcanza metas más complejas, “las actividades que se realizan con los bebés y los niños contribuyen en gran medida a su desarrollo en todas las etapas del mismo”, destaca Patricia Martín.
Es normal que el niño vaya por delante en determinadas habilidades comparadas con otras, pero si esa asimetría fuese muy pronunciada, convendría pedir una valoración especializada.
Señales de alarma en el primer año
Algunos síntomas en el plano motor pueden alertar de que el desarrollo del bebé no va del todo bien.
Además de no adquirir las competencias motoras en la franja de edad del resto de los niños (como sostener la cabeza o sentarse), estos son las principales señales de alarma durante los primeros meses de vida:
- Irritabilidad permanente.
- Sobresalto exagerado.
- Pasividad excesiva.
- Persistencia de las manos cerradas en puño (incluso con el pulgar dentro de los otros dedos).
- Excesiva resistencia a la apertura de piernas.
- Asimetría entre los dos lados del cuerpo.
Conviene consultar con el pediatra para que pueda estudiar si hay algún problema.
¿Qué puede esconder un anormal desarrollo motor?
Muchas de las alteraciones que cursan con un desarrollo motor anormal, como la parálisis cerebral infantil, la parálisis braquial obstétrica o determinadas alteraciones genéticas, son diagnosticadas cuando nace el bebé o en sus primeros meses de vida.
Por otra parte, hay algunas alteraciones leves, como la hipertonía transitoria del prematuro (músculos muy tensos) o la hipotonía benigna (músculos muy relajados) que suelen ir remitiendo progresivamente, como señala la experta.
También los niños hospitalizados o los que tienen que enfrentarse a cirugías, “suelen presentar un ligero retraso motor asociado a estos acontecimientos”, destaca Patricia Martín Casas.
Es muy importante detectar estos problemas cuanto antes para poder tener un diagnóstico, ofrecer atención temprana al bebé y apoyar a la familia.
¿Cómo pueden colaborar los padres?
El desarrollo infantil, en todas sus vertientes, se ve influenciado por las experiencias que viva el niño en su entorno y gracias a las experiencias y personas con la que esté en contacto.
El juego como motor de aprendizaje es muy importante. “Los padres deben permitir las experiencias libres de los bebés, facilitando la exploración en entornos seguros, dando la libertad al bebé para experimentar las consecuencias de sus acciones (incluso chocarse, mancharse ...) y ofreciendo ayuda y consuelo cuando sea necesario”, recomienda la fisioterapeuta.
Además, insiste en que durante los primeros años hay que evitar el uso de pantallas , “aprovechando todas las posibilidades psicomotrices de estas primeras etapas de forma integrada con las funciones perceptivas y cognitivas, usando el lenguaje de forma adecuada para construir los aprendizajes que servirán de base para todo el desarrollo”.