César Bona es maestro y escritor. Ha participado en múltiples proyectos vinculados a la educación infantil y ha publicado recientemente su libro Humanizar la educación (Plaza & Janés). Un título que, en sus propias palabras, “puede parecer un poco fuerte”, pero que, tras un año de cambios y nuevos retos, es preciso decirlo bien alto . Convertido en todo un referente de la educación de nuestro país, en sus páginas aborda la necesidad de una revisión educativa “urgente”, pues el sistema tradicional de enseñanza se tambalea.
Ahora que a muchos padres nos toca elegir el colegio de sus hijos para el curso que viene , quizás no solo debamos fijarnos en aspectos meramente intelectuales, sino también, como afirma Bona, “en la educación emocional que prepara a nuestros hijos para cuando sean adultos”. Si de algo nos hemos dado cuenta es que hay que aprender a ser personas.
Así, la situación que hemos vivido nos han demostrado las carencias del sistema educativo y ha puesto de manifiesto lo alejado que este se halla de la realidad: inflexibilidad, poca capacidad de adaptación y falta de alternativas. Algo sobre lo que debemos reflexionar. De ello, hablamos con Bona.
César, ¿cómo ha cambiado la pandemia el modo en el que ahora vemos la educación?
Para responderte a esta pregunta, debo hacerlo con otra pregunta muy parecida: ¿ha cambiado la pandemia el modo en el que vemos la educación? Nos hemos centrado en los cambios en muchos otros ámbitos, sobre todo, enfocados hacia la salud. Pero no nos hemos parado a pensar en qué es lo que ha cambiado, en cómo vemos ahora la educación, en lo que tiene que cambiar en ella, en el modo en el que ahora la percibimos. Es decir, nos han dado la oportunidad de reflexionar sobre si el sistema de enseñanza que tenemos nos da las herramientas que realmente necesitamos para educar. Ese es el cambio.
En cuanto a esas herramientas que realmente necesitamos, ¿nos hemos dado cuenta y nos hemos encontrado muchas carencias importantes? Tanto por parte de los padres, como del propio sistema educativo e, incluso, por parte de los niños.
La educación incumbe a todos, exactamente. Cuando hablamos de ella, a veces nos centramos, o solo en la escuela o solo en el ámbito familiar. Digo esto porque una de las cosas que nos hemos dado cuenta es que, cuando el profesor tiene que llegar a todos los niños fuera de clase, no llega. No puede, no tiene la infraestructura necesaria. Los profesores carecemos de esta capacidad. Por eso, el vínculo profesor-familia es vital .
Aún así, los docentes hemos hecho un esfuerzo enorme porque los niños se encuentren seguros en esta situación, que ha sido un aspecto fundamental, y a la vez, sigan aprendiendo. A partir de aquí, las carencias que más destacaría son:
- Falta de herramientas para conseguir llegar a todas las casas.
- Una educación emocional, sobre todo. Porque, antes de la pandemia, había bastantes casos de niños con problemas de insomnio o depresión y ansiedad, por ejemplo. Ahora, ese número se ha intensificado y no tenemos un plan para ello.
- Aún en este momento, en concreto, existe mucha incertidumbre. Y tampoco tenemos herramientas para enfrentarnos a ella.
- Y, sobre todo, nos hemos dado cuenta de que lo que más nos importa a todos, al final, es la salud. Y no, tampoco tenemos lo necesario en las escuelas para educar tanto la salud física como la emocional.
¿Qué deberíamos pedir entonces que se refuerce en las escuelas?
Sobre todo, la educación en el respeto y la tolerancia. En la empatía, en saber escuchar; es lo que nos abre el diálogo. Y el diálogo, a su vez, es la llave para la comunicación y, por tanto, la convivencia. Nos hemos dado cuenta de la importancia que tienen estos valores en la sociedad. Debemos aprender a reflexionar, por ejemplo, qué consecuencias tienen tus actos. Ya vemos qué pasa si no nos ponemos la mascarilla; piensa.
Además de reforzar, hay algunas cosas que debemos de minimizar también. La competitividad y el autocentrismo son dos de ellas. Quedarnos con lo que nos ha enseñado este año: l o importante de la solidaridad . Y, sobre todo, debemos olvidarnos de un sistema que ha demostrado que no funciona correctamente. Nos queremos agarrar a esa manera de enseñar como fuimos enseñados y esto ya no vale.
¿Hablamos entonces de centrarnos más en una educación más emocional? ¿Dónde queda el asociar la escuela con el libro?
No, no podemos dicotomizarlo todo. No vale eso de libros sí, libros no, que es uno de los debates de los últimos años. El conocimiento siempre ha estado en los libros, esa es una puerta que no debemos cerrar. Pero también hay otras, y debemos invitarles a mirar a través de ellas para ver qué es lo que pasa fuera y, junto a sus compañeros, utilizar ese conocimiento que aprenden de los libros para mejorar el sitio en el que viven.
A veces, hacer esto es incompatible con tanto contenido como nos exigen que les metamos en la cabeza. Y se ha puesto en evidencia durante este año, en el que, además, la infraestructura nos lo ponía difícil. Aquí volvemos a la pregunta inicial, ¿cómo vemos ahora la educación? Diferente, por lo que el sistema también tendrá que serlo, ¿no?
Nos damos cuenta de que este sistema queda cojo. Perfecto. Lo cambiamos, ¿a qué le damos más tiempo? ¿y qué herramientas pedimos?
A un aspecto, sin duda, fundamental y que quiero que escribas con mayúsculas: LA RESILIENCIA. Es otra de las cosas que nos ha enseñado esta pandemia y que hay que educar. Cómo enfrentarte a las situaciones y qué tengo que hacer o puedo hacer para superarlas.
Para ello, debemos realizar una educación transversal con herramientas que les ayuden a aprender a reflexionar, a adaptarse a los cambios y que choca con la cantidad de contenidos que el sistema nos pide que los niños estudien.
Te pongo un ejemplo, pregúntale a un niño qué es una PCR . Se lo saben. Sin embargo, no saben darle la vuelta: ¿qué es una RCP? Ni idea de que son las siglas de la reanimación cardiopulmonar. O, ¿cuáles son las partes del cuerpo humano, todos sus músculos? Estupendo, examen aprobado. Ahora, pregúntales cómo reaccionar ante un ataque de alergia . Ni saben lo que es ni qué hacer para superarlo. Por eso, la gran pregunta que necesitamos hacer para entender el cambio educativo y propiciarlo es: ¿lo que estudias para qué lo vas a usar?