Los problemas de salud mental durante el embarazo son como los problemas de salud mental en general. Algo de los que muy pocos se deciden a hablar. La imagen de la mujer embarazada que a todos nos viene a la cabeza es siempre la de una mujer feliz, con sus pequeños e incomprensibles antojos, que espera con ilusión la llegada de su hijo. Pero la realidad es bien distinta. Así lo confesaba hace apenas unas semanas Meghan Markle en su entrevista más viral, revelando su dolorosa situación familiar y la angustia mental que sufrió durante y después del embarazo.
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Aunque muchos medios británicos criticaron esta exposición, también hubo un gran apoyo de muchas mujeres que, en las redes sociales, admitían haber sufrido un embarazo difícil, dándole las gracias a la duquesa de Sussex por darle visibilidad. Meghan confesó “haberse sentido angustiada, con pensamientos de suicidio muy significativos y con impotencia ante una barrera infranqueable cuando pensaba en pedir ayuda”. Y es que, en este sentido, la mujer se siente culpable por ser frágil, por dejarse llevar por sus sentimientos y emociones. Lo que crea un círculo vicioso del que es difícil salir. Y, en el caso de la gestación, se une una segunda preocupación: las consecuencias que pueden tener sobre el feto y el futuro bebé.
Sobre todo ello hemos querido hablar con Rafael A. Caparrós-González, investigador del departamento de Enfermería de la Universidad de Granada (UGR) que recientemente publicaba un estudio en el que se constata que problemas de salud mental y emocional, como el estrés, pueden tener graves consecuencias para el bebé.
Problemas mentales más frecuentes durante el embarazo
Los debates sobre embarazo y salud mental suelen centrarse en el efecto de las hormonas sobre el estado de ánimo. Pero, aunque este es un factor importante, también influyen otros como el estrés o la depresión, los más frecuentes. Así, como afirma Caparrós, “el estrés es uno de los mayores tóxicos que pueden afectar a la salud y enfermedad de las personas en general. En el embarazo, concretamente, se ha asociado con diversas consecuencias negativas tanto para la mujer embarazada como para el feto que aún no ha nacido”. Entre ellas, estarían un mayor riesgo de padecer:
- Diabetes gestacional.
- Preeclampsia.
- Trastornos psicopatológicos, como la depresión posparto que comentaba Meghan en su entrevista.
Y es que, la mayoría de las estadísticas sugieren, como advierte Caparrós, que entre un 15% de las mujeres experimentan depresión durante o después de un embarazo, pero que es probable que el cálculo se quede por debajo de la realidad y, en ningún caso, se dice si se había diagnosticado con anterioridad lo que se conoce como depresión periparto o algún otro problema emocional o psicológico. Esta cifra aumenta hasta el 50% en mujeres inmigrantes. Teniendo en cuenta que, cada año, se producen más de 200 millones de embarazos a nivel mundial, la cifra es muy elevada.
Un problema que apenas tiene visibilidad, pues asegura Caparrós que “la depresión durante el embarazo y tras el parto pasa totalmente desapercibida. Las mujeres sufren solas y desatendidas esta enfermedad”.
Consecuencias del estrés y otros problemas de salud mental sobre el feto y el futuro bebé
El estudio realizado por Caparrós y por los investigadores de la UGR advierten, además, que los problemas de salud mental durante el embarazo, como pueden ser los altos niveles de estrés, aumenta el riesgo de tener hijos con autismo, obesidad y cólico del lactante (aunque la lista de patologías, asegura Caparrós, puede ser mayor”).
Un estudio que se ha pasado en una muestra formada por 65 millones de mujeres embarazadas y sus recién nacidos de diferentes países de Europa, Norteamérica, Asia y Oceanía. Un hecho que recalca que da igual los recursos a los que tengas acceso -Meghan es prueba de ello-, estamos ante unos problemas que pueden afectar a todas las mujeres y perdurar durante toda la vida de un hijo.
Pero, ¿cómo es posible que el estrés que yo sufro durante el embarazo afecte a un recién nacido? La respuesta la tiene, de nuevo, Caparrós, que asegura que “el estrés psicológico de la madre puede atravesar la placenta y alcanzar al feto que está desarrollándose y creciendo en el útero materno”. Y lo puede hacer por diferentes vías:
- Alterando los niveles de la hormona del estrés conocida como cortisol, o de algunos neurotransmisores como la dopamina o la serotonina, involucrados ambos en el desarrollo y funcionamiento del cerebro.
- A través de las bacterias que de manera normal viven en el intestino materno, lo que se conoce como microbiota. Esta interviene en la vía intestino-cerebro de la madre y el bebé y se relaciona con procesos metabólicos como puede ser la obesidad o alteraciones inflamatorias intestinales. Es decir, el conocido cólico del lactante.
Por ello, los expertos defienden que se amplíe la atención especializada a las mujeres que experimentan angustia grave durante o después del embarazo, aunque esta no encaje en un diagnóstico específico de salud mental.
Así, Caparrós es rotundo: “es imprescindible que todas las mujeres embarazadas reciban un adecuado control psicológico. La salud mental durante el embarazo y posparto debería ser prioritario, ya que una mala salud mental en este período tan sensible repercute directamente en la salud física y psicológica de sus hijos e hijas a lo largo de toda sus vidas. Incluso sus efectos pueden traspasar generaciones”.