Los españoles han engordado una media de entre 5 y 6 kilogramos durante la pandemia. El quedarnos en casa, para algunos ha sido positivo y se han puesto en forma, pero para otros muchos ha sido sinónimo de inactividad y sedentarismo. Y el aumento de peso es, a su vez, sinónimo de una posible disminución de la fertilidad, tanto en hombres como en mujeres.
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Así lo asegura la Dra. Victoria Verdú, ginecóloga y directora de la clínica de reproducción asistida Amnios In Vitro Project en el marco del Día Mundial de la Obesidad, que se celebraba el pasado 4 de marzo y que ponía en alerta “la relación del sobrepeso de una manera directa con la baja calidad de los óvulos y el esperma”. Aseguraba además que “el confinamiento, la falta de actividad física y el desorden en las ingestas alimenticias (se han perdido horarios) han aumentado el peso de los españoles de manera general y es un perjuicio para aquellas parejas que buscan el embarazo e, incluso, las que se encuentran en periodo de gestación”.
Por ello, hemos querido hablar con la Dra. Verdú, para entender mucho mejor la relación entre peso y fertilidad, además del papel fundamental de una alimentación saludable si queremos quedarnos embarazadas.
¿Por qué el aumento de peso afecta a la fertilidad? ¿Cuáles son las razones?
Para la Dra. Verdú, “hay determinadas patologías como la obesidad, con un IMC (Índice de Masa Corporal) por encima de 30, que incrementan la cantidad de ovocitos de mala calidad. Esto es porque se produce un estrés oxidativo importante en los óvulos por el incremento del peso corporal y el aumento de grasa circulantes”. Y, en los hombres, ocurre algo similar. Así, para ambos sexos, entraña peligro:
- En el caso de una mujer, el sobrepeso u obesidad afecta a factores ováricos y extraováricos, tardando mucho más tiempo en concebir y disminuyendo su tasa de fertilidad. Además, informa la Dra. Verdú que “presentan un mayor porcentaje de abortos espontáneos en comparación las que tienen un peso normal”.
- En el caso de los hombres, “la alteración se produce en el eje hipotálamo-hipófisis-gónadas (HPG), aumentando la temperatura testicular y modificando la estructura física y molecular de los espermatozoides”. Es decir, su calidad disminuye.
Como asegura la Dra. Verdú, “es cierto que un sobrepeso leve no tiene por qué influir, pero un 30 de IMC sí que afecta y se analiza con otros parámetros y factores ambientales. Porque también afecta el estrés, la contaminación, el alcohol, el tabaco o la cafeína”. Además, muchas veces unido al incremento de peso va un estilo de vida como el sedentarismo; o una ingesta de alimentos que aumentan el estrés oxidativo en el organismo en general y en los gametos en particular. Si coges peso, influyen muchos factores en ese aumento. Por ejemplo, en la pandemia han cambiado mucho nuestros hábitos.
¿Existe la misma incidencia de esta relación en hombres y en mujeres o les afecta más a unos que a otros?
La Dra Verdú afirma que “en la mujer está muy cuantificado”. Así:
- En mujeres con sobrepeso u obesidad a la hora de estimular la ovulación y conseguir ovocitos necesitamos más cantidad de medicación y más días de tratamiento.
- En los varones con la fragmentación del DNA de los espermatozoides podemos cuantificar los factores ambientales que pueden incidir en una bajada de calidad de la muestra de semen y en resultados reproductivos en términos con una menor tasa de nacidos vivos o un aumento del riesgo de aborto.
¿Dónde está el límite de esos kilos de más que afectan, a partir de cuántos debo preocuparme?
Con un IMC de 30 debemos preocuparnos y por encima de 35 hay que bajar antes de intentar tener un hijo. El IMC se mide con la altura y el peso. Tanto un IMC por encima de 30 como por debajo de 18 -20 pueden incidir de forma importante para conseguir el embarazo y que no se produzcan complicaciones durante la gestación como hipertensión, diabetes o problemas importantes en el crecimiento del bebé dentro del útero.
Si quiero quedarme embarazada, ¿esto significa que debería cambiar de hábitos y mejorar mi peso?
Sí. Es tan sencillo como seguir una alimentación equilibrada, reducir la ingesta de hidratos de carbono, aumentar el consumo de proteínas y verduras, hacer ejercicio, caminar 15-20 minutos al día, que no es tan difícil. No hay que volverse locos con cambios de estilo de vida: quitar el alcohol, tabaco y cafeína o comer de manera sana y equilibrada.
Es cierto que en el confinamiento sufrimos tres meses en casa sin movernos. Esto nos hizo cambiar los hábitos de alimentación con un aumento del consumo de harinas y productos procesados. En realidad, ha sido un año para olvidar en cuanto a factores de estilo de vida y salud mental.