Este pasado fin de semana se retransmitió aquí en España la entrevista que Oprah Winfrey realizó la semana pasada al príncipe Harry y Meghan Markle en Estados Unidos. Una entrevista muy reveladora que no dejaba indiferente a la Familia Real británica y que ha sido analizada en todos sus puntos. Desde el guiño a Lady Di de la duquesa de Sussex con su anillo, hasta la franqueza del príncipe Harry al hablar de la lucha -mental y emocional- que ha vivido dentro de su propia familia. Además de su inquebrantable apoyo a Meghan, habló del sufrimiento que le han supuesto sus relaciones familiares.
Una expresión emocional a la que no estamos acostumbrados en la realeza ni en el mundo masculino en general. O no lo estábamos. Hasta ahora, que nos planteamos si podríamos estar ante una posible redefinición de la masculinidad. Un cambio que podría ser un modelo para muchos niños (y hombres) y que mostraría esa masculinidad, ya no tradicionalmente asociada a la no-expresión sentimental-, sino a la apertura, a querer hablar de las emociones.
Para Lola Álvarez Romano, pedagoga y con formación psicoterapéutica especializada en niños y adolescentes, autora del libro Pero, ¿qué te pasa? (Grupo Planeta), nos confirma que “afortunadamente, parece que los hombres de hoy reconocen la necesidad de ampliar su repertorio emocional con orgullo y sin necesidad de esconderse, como sí que ocurría en las generaciones anteriores”. Un cambio que podría evitar problemas como la ansiedad o la depresión que muchos hombres sufren en su edad adulta. Con ella hemos hablado, para entender la importancia de la inteligencia emocional y de ese posible cambio.
Aunque Álvarez advierte, “es indudable que hay diferencias entre los dos sexos, pero es difícil saber en qué medida esas diferencias son debidas a la naturaleza de cada uno o a los valores sociales que se les han inculcado desde hace siglos. Los roles adjudicados a hombres y mujeres en todas las culturas acarrean un peso enorme y determinan muchas de las oportunidades que están a disposición de cada uno”.
¿Qué es la inteligencia emocional?
Como nos dice Álvarez, “la inteligencia emocional es algo bastante sencillo de definir, pero de gran importancia”. Se trata de un concepto creado por el periodista científico americano Daniel Goleman que tuvo una gran difusión en el mundo occidental en la década de los 90. A grandes rasgos, podemos definirla como “la capacidad para percibir, gestionar y expresar emociones que uno siente de una manera honesta y real”. Todo ello es el resultado del autoconocimiento, de la aceptación de nuestras emociones.
La inteligencia emocional y la buena gestión de las emociones (Álvarez asegura que no podemos olvidarnos de ello), “es determinante para el éxito de las relaciones con otras personas, para identificar los estados de ánimo de los demás y, por tanto, está muy unido a la empatía y a la capacidad de establecer relaciones sanas y duraderas”.
Inteligencia emocional de los niños
Por tanto, la inteligencia emocional debería ser algo a trabajar con nuestros hijos, pero, ¿realmente lo hacemos? Por lo general, si los padres son capaces de identificar sus propias emociones y estados de ánimo, además de gestionarlos de forma adecuada, conseguirán educar a sus hijos de una forma parecida. Pero, sobre todo, los educarán con el ejemplo.
Sin embargo, hay familias donde las emociones se reprimen, se distorsionan o se utiliza la coacción y la agresividad en las interacciones humanas, y eso se transmite también a los hijos, aunque no sea con intención.
En realidad, para Álvarez, “los niños se educan emocionalmente en familia, en un principio a través de las interacciones tempranas, con su madre o con la persona que le cuida, y más adelante con las interacciones con otros familiares y con las personas de su círculo social y escolar. Cuando todo va bien, la madre suele observar las expresiones de su bebé y escuchándole sabrá si ese llanto es porque tiene hambre, o sueño, o porque no quiere estar solo. Ella, de forma natural, va identificando los estados físicos y emocionales del bebe, intentando ponerles remedio mientras los nombra y le va explicando a él lo que le sucede, por ejemplo “¡uy chiquitín, qué hambre tienes!” o “¿qué te pasa, te has despertado y no me veías?”. Es decir, poco a poco, le va educando emocionalmente”.
Diferencias emocionales entre hombres y mujeres
Las diferencias entre hombres y mujeres surgen cuando hay una división de género en cuanto al repertorio de emociones que se le adjudica a cada uno, algunas de las cuales se consideran exclusivas de uno de los dos. Tópicos como “los hombres no lloran” hace que unas emociones muy concretas se definan como ‘masculinas’, aunque luego ellos experimenten muchas otras que no tienen cabida en ese abanico tan limitado, lo que se llama hoy en día, como nos confirma Álvarez, “la masculinidad tóxica”.
Así, los hombres deben gestionar las cosas de una manera concreta, sin reblandecerse demasiado o sin expresar ciertas emociones consideradas tradicionalmente más femeninas, y eso, a la larga, puede tener serias consecuencias tanto para su estado anímico como para su salud mental.
Álvarez afirma que “no es necesario rebuscar mucho en el mundo de los adultos para ver un sinfín de patologías que surgen de experiencias difíciles (o en ocasiones traumáticas) que no han sido procesadas, o tal vez han sido gestionadas de la manera equivocada. Personas que sufren de aislamiento social, depresión, ansiedad, estrés, insomnio, problemas de salud, adicciones a alcohol, drogas, ludopatías, conducta agresiva o perversiones”.
¿Cómo podemos apoyar el bienestar emocional de nuestros hijos?
Para Álvarez, está claro, “el bienestar emocional de nuestros hijos dependerá de cómo gestionemos el nuestro. Una buena comunicación entre padres e hijos es fundamental desde la infancia y ese lenguaje tiene que dar cabida a todos los posibles estados de ánimo, desde el más feliz al más rabioso, desde el más iluminado al más confundido”.
Por tanto, según Álvarez, hay que ayudarles a pensar en cómo se encuentran y a encontrar la terminología que les ayude a expresar lo que sienten. También habría que enseñarles que algunos estados de ánimo son transitorios y que, a veces, es necesario expresar algo en un momento concreto para así dar pie a la emoción siguiente. Entender que las emociones son procesos que evolucionan les ayudará especialmente a gestionar las emociones más incómodas, como la ira o la frustración.
En definitiva, todos estos vaivenes emocionales que surgen en las interacciones con los demás les proporcionan un aprendizaje muy útil y les ayudará a desarrollar su inteligencia emocional.