El concepto de resiliencia procede del mundo de la ingeniería. Originalmente, es la capacidad de un material de volver a su estado original una vez que se ha deformado. La psicología adoptó el término para referirse a todas esas herramientas que permiten que una persona se sobreponga a un momento duro o traumático y pueda salir adelante.
Hay momentos más complicados que otros en la vida, pero la resiliencia siempre será necesaria para superar los obstáculos a los que nos enfrentamos desde niños. Ya en la infancia es una cualidad que se puede desarrollar.
¿Por qué es importante que los niños sean resilientes?
La resiliencia no solo ayuda a no derrumbarse frente a las adversidades, sino que también permite desarrollar fortalezas a partir de situaciones que, de partida, podrían parecer difíciles o inabordables.
Es en la infancia cuando comienza la relación emocional con el entorno, por lo que desde ese mismo momento se puede fomentar la resiliencia. “Es muy importante que los niños aprendan a gestionar las emociones negativas, pues de ello dependen varios aspectos de la inteligencia emocional como la autoestima , habilidades en la solución de problemas o la tolerancia a la frustración , lo que les ayudará a desarrollar fortalezas frente a la adversidad”, detalla Catalina Briñez, psicóloga especialista en infancia y adolescencia y directora del Centro de Psicología Brilo Psicólogos de Benalmádena (Málaga).
Resiliencia desde la cuna
Se puede comenzar a fomentar la resiliencia del niño casi desde el momento que nace. La clave está en proporcionarle un apego seguro y mucho amor, ya que los niños aprenden a autorregularse emocionalmente en función de los estímulos que les llegan de su entorno.
Así lo explica la psicóloga: “Una voz calmada, el tacto, el afecto... generan un vínculo de apego seguro, que es el inicio de la resiliencia”. Si tomamos como ejemplo a un bebé que llora en su cuna, cuando recibe una respuesta afectuosa a ese llanto, “irá aprendiendo a gestionar ese sentimiento de abandono de una manera resiliente”, destaca Catalina Briñez. Pero “si el bebé recibe un grito cuando llora , desarrollará resignación y miedo en vez de resiliencia”, advierte.
Resiliencia infantil en tiempos de pandemia
La pandemia no se lo ha puesto fácil a nadie y está siendo un entrenamiento intensivo de resiliencia también para los más pequeños.
Pero ¿cómo saldrán de ella cuando termine todo: más o menos resilientes? Catalina Briñez lo tiene claro. “Sin lugar a dudas, más resilientes”. Para ella, los niños han demostrado una gran capacidad de adaptación a las circunstancias, incluso mejor que algunos adultos, además de un gran sentido de la responsabilidad, de la generosidad y de la empatía.
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El papel de los padres
Los padres son el ejemplo fundamental en el que aprende un niño para desarrollar su mundo emocional, también en lo que se refiere a la resiliencia. “Los padres son el primer referente de afecto y este determina el aprendizaje”, subraya la experta.
Los hijos aprenden observando y están atentos a las reacciones emocionales de sus padres. “Si reaccionamos ante adversidades enfocados en soluciones, nuestro tono de voz, actitud y palabras van a ser resilientes. Los niños aprenderán que se puede mantener la calma y buscar siempre la mejor manera de abordar una situación difícil”, destaca la directora de Brilo Psicólogos.
Facilitar experiencias y practicar la empatía
Para fomentar la resiliencia en niños es muy recomendable vivir experiencias distintas en las que entren en contacto con distintas realidades. Es la vía para que se entrenen en las reacciones a situaciones que no esperan o que son novedosas para ellos.
Además, la empatía es una muy buena manera de desarrollar la resiliencia, ya que “nos permite salir de nosotros mismos y ver que podemos ayudar y que personas que han pasado por situaciones similares han logrado salir fortalecidos”, destaca Catalina Briñez.
Una manera de reforzar la empatía en los niños es compatir juntos algunos cuentos o películas sobre personas que han salido adelante e incluso, dependieno de la edad del niño y de su madurez, practicar la generosidad con los más necesitados.
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Validar las emociones
“A veces pensamos que la resiliencia consiste en negar el dolor y seguir como si nada (’no llores’, ‘no es para tanto’...), cuando la resiliencia trata de dar lugar a la emoción: dolor, tristeza, miedo, enfado, frustración... para comprenderla y que podamos pensar en soluciones para gestionar esa realidad sin que nos paralice”, detalla Catalina Briñez.
Su consejo es ponerle nombre a las emociones que experimentan los niños, escucharlas y validarlas. Por ejemplo, si el niño confiesa que siente miedo, la reacción de los pades debería ser la siguiente: “Comprendo que tengas miedo y que no es un sentimiento agradable. Yo también he sentido miedo”. A continuación se le ofrecería un ejemplo y se le preguntaría dónde siente el miedo, qué piensa cuando tiene miedo, qué hace cuando tiene miedo... para ayudarlo a comprender lo que siente.
Una vez identificada y validada la emoción, se le puede guiar explicándole que ante el miedo puede hacer varias cosas como pedir un abrazo, pensar en algo que le genere seguridad o apuntar posibles soluciones, tal como recomienda la psicóloga.
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Los niños más resilientes
Los niños más resilientes son aquellos que han disfrutado desde que nacieron de un apego seguro, “son flexibles; es decir, toleran bien la incertidumbre y la frustración, saben reconocer sus emociones, son independientes, empáticos y distinguen sus valores y recursos”, concreta Catalina Briñez.
A veces, se llega a la adolescencia sin que el niño haya conseguido desarrollar una actitud resiliente. Es uno de los aspectos que se tratan en terapia con adolescentes, dada la intensidad emocional de esa etapa vital. No es tarde para trabajar con ellos la discriminación de emociones, la flexibilidad, la empatía, la escucha “y la búsqueda de alternativas de pensamiento que les permitan ser más resolutivos y no bloquearse frente a las dificultades”, apunta la experta.
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