En diciembre de 2015, Cisco García tuvo un grave accidente practicando snowboard, una de sus pasiones. Pasó por una operación y por meses de rehabilitación para mitigar las secuelas y se quedó en silla de ruedas. Tuvo que comenzar entonces una nueva vida. Dejó la abogacía, a la que se dedicaba, y se inició en el tenis en silla. Profesional ya de este deporte, sueña ahora con estar presente en los Juegos Olímpicos de Tokio 2021.
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Su historia de superación y el optimismo que transmite en sus charlas y a través de sus redes sociales (@ciscogarve) lo han convertido en todo un referente. Junto a su mujer, Raquel Rostro (@raquelrosgal), acaba de publicar Compañeros de aventuras (Ed. Beascoa), un cuento ilustrado infantil con el que quieren transmitir a los niños el valor de no rendirse.
El libro está narrado por su hijo Gonzalo, que va contando las peripecias de sus padres y de la familia al completo. Hemos podido charlar con Cisco García a propósito de todo ello.
En vuestro libro habláis de que en la vida cuesta aceptar los grandes cambios. Interiormente, ¿qué te ha cambiado más: la experiencia de la paternidad o el accidente que sufriste?
A bote pronto, mi sensación es que me ha cambiado más la paternidad, porque yo el accidente y la silla los tengo completamente naturalizados. Yo nunca recuerdo cuando andaba o cómo hacía las cosas antes del accidente. Pero si lo pienso fríamente, la realidad es que me cambió más el accidente. Yo llevaba un tipo de vida y tuve que reinventarme para seguir viviendo una vida que me apasionara, de la que estuviera orgulloso, pero solo ayudado por los brazos y desde la silla, que creo que todo es más difícil. La paternidad me ha cambiado mucho interiormente, pero, sin duda, el accidente fue algo muy radical.
En algunos momentos, las barreras hacen que tengáis que pedir ayuda. “No hay que tener vergüenza de pedir ayuda cuando la necesitamos”, se comenta en el libro. ¿Cómo inculcar este pensamiento a los niños?
Yo entreno mucho, estoy muy en forma y puedo llegar a hacer cosas en silla que sorprenderían a mucha gente, pero hay cosas que me superan, que, aunque quiera, no puedo hacer y necesito ayuda, y es algo de lo que no hay que avergonzarse. Ahí entra el saber aceptarnos tal como somos, sin avergonzarnos ni sentirnos menos que nadie. Nos gustaría que eso ayudara a muchos niños a superar sus miedos e inseguridades y que, cuando no les salga algo, no se sientan mal, lo acepten y pidan ayuda si es necesario.
Una persona como tú, que ha debido empezar de nuevo en la vida, ¿cuál es la enseñanza más importante que te gustaría transmitir a tus hijos?
Que en la vida no siempre ocurre lo que nos gustaría y que hay que aceptarlo y seguir siempre hacia adelante, sin decaer. En la vida nos van a ocurrir cosas muy bonitas y otras duras, y ambas son parte de la vida, hay que aceptar ambas con la misma naturalidad y aprender a vivir en esas circunstancias. Tenemos que esforzarnos por conseguir lo que queremos, pero saber que por el camino encontraremos muchas piedras, nos caeremos, pero tenemos que saber levantarnos siempre una vez más.
¿Cómo podemos forjar el carácter de nuestros hijos para que sean fuertes y sepan adaptarse a lo que la vida les depare?
Es muy importante no sobreprotegerlos demasiado. Yo desde que estoy en silla he conocido a muchas personas con discapacidad, y hay dos tipos: los que han sido sobreprotegidos por sus padres y los que no, y, claramente, los segundos son mucho más felices, llevan mucho mejor su situación y tienen muchísima más confianza. Creo que eso puede extrapolarse si no hay discapacidad. Hay un proverbio chino que dice: “Al igual que la joya solo se pule con fricción, la persona solo mejora con dificultades”. Estoy muy de acuerdo. No debemos temer que nuestro hijos enfrenten dificultades, porque les está forjando el carácter.
“Cada uno somos especiales y diferentes”, se recoge en el libro. ¿Qué consejos darías para que los niños aprendan a tratar a todos los demás con el mismo respeto?
Creo que es importante educarles en la diversidad. Explicarles que hay muchas personas diferentes y que eso no tiene nada de malo o de extraño. Hay que respetar a todas las personas, intentando ayudar siempre al que esté en una posición de más dificultad y tratar a la gente con amabilidad y cariño. No todos tenemos que ser iguales y el mismo valor tiene una persona con discapacidad que sin ella, una persona sin importar su color de piel, su posición económica o social o su orientación sexual. Vivimos en una sociedad muy polarizada, con mucha crispación y no me gustaría dejar esa herencia a nuestros hijos.
Habéis construido una familia sólida, un gran equipo, como se vislumbra en el libro. ¿Cuáles son los secretos para conseguirlo?
El amor es la base de todo, pero sobre ello se apuntalan muchas otras cosas importantes como la lealtad, la confianza, el respeto, el ceder en la convivencia... Nosotros discutimos muy poco, pero creo que la gran clave es que, cuando lo hacemos, el enfado nos dura poquísimo porque somos poco orgullosos y a los escasos minutos el que ha tenido más la culpa se acerca al otro y le pide perdón. Bueno, realmente, se acerca y le dice “te perdoooono”, que es una broma que tenemos, y Raquel se sienta sobre mí y nos damos besitos y nos pedimos perdón mutuamente.
¿Con qué sueña Cisco García ? ¿Y con qué soñáis como familia?
No tengo grandes sueños, más allá de que nuestra familia y nuestros amigos estemos sanos y felices. No anhelo nada que envenene mi día a día. Me centro en el presente y en hacer lo mejor posible todo lo que esté bajo mi control. Obviamente, me gustaría arreglar mi médula y mejorar lo máximo posible. Volver a andar sería una auténtica pasada y es algo que no descarto, porque ya hay tratamientos que están dando muy buenos resultados. Pero es algo en lo que nunca pienso, porque soy consciente de la dificultad y de que requiere tiempo. He aprendido a ser feliz en silla y lo que tenga que llegar, llegará. Hace tiempo aprendí a abrazar la vida tal como me viniera y a disfrutar del camino. Como familia, nos gustaría tener una vida sana y bonita y poder estar siempre juntos.