En una comedia de don Pedro Muñoz-Seca, cuyo primer acto transcurre en un gran hotel del norte de España, el jefe de Recepción es tan esnob, que avergonzado de su nombre de pila, Casimiro, se hace llamar “Presque Regarde”. En los años primeros de Marbella, una señora de Madrid inmersa en el esnobismo británico, le comentaba muy enfadada a una amiga que se había recorrido todas las perfumerías y droguerías de Marbella, y que en ninguna de ellas se vendían jabones “Lax”. Su amiga le preguntó: -¿Porqué no has pedido jabones “Lux”?-; -Porque prefiero no lavarme a perder mi inglés-. El Guarda Mayor de su campo, había tenido dos hijos mellizos, y la señora se interesó por ellos. –Samuel, ¿Qué tal están sus babys?-; y Samuel, algo desconcertado, le respondió con pudorosa sinceridad. – Muy bien, señora marquesa, con la pomada que me recetó el médico, han dejado de picarme-.
“Correr, esa tontería de correr sin ton ni son, se llamó en mi juventud hacer ‘footing’, posteriormente hacer ‘jogging’ y últimamente ha cambiado de nombre por otra cosa que termina en ‘ing”
Luis Ventoso, gran escritor, ha firmado en El Debate un estupendo artículo en el que critica con sana ironía esa manía de los españoles de usar anglicismos para todo. El esnobismo del francés ha desaparecido, pero el del inglés – muy especialmente en términos cibernéticos-, está causando graves problemas a nuestro común idioma, que hablan más de quinientos millones de seres humanos en el mundo. En Twitter y otras cosas de esas, hay que dar un like en lugar de un “me gusta”, y a mí me gusta dar un “me gusta” y me repatea dar un like, con permiso de los que dan un like y huyen del “me gusta”. La señora del jabón “Lax” y los babys de Samuel, simultaneaba el inglés y el francés en sus frases camperas. –Samuel, ¿qué ha sido de aquella vaca beige tan chic que pastaba el pasado año en nuestra prairie?-. –Pues sinceramente, señora marquesa, ni puñetera idea, mejorando lo presente-.
Un íntimo amigo de la juventud, se estableció en Londres durante todo un trimestre. Para celebrar su retorno a Madrid, sus amigos más cercanos le ofrecimos una cena en un gran restaurante, ya desaparecido. Y para brindar por su feliz vuelta al Foro, pedimos unos chupitos de diferentes licores. Al recién llegado le apetecía un licor de pera. Pero no le salía. Al fin, superando las dificultades de su olvidado idioma, salió del apuro y pudo hacerse entender por el camarero. “Pues para mí, please, un licor de, de bueno, de eso, de esa fruta tan divertida, un licor de “peira”-. Y el camarero acertó. Le trajo lo que quería pedir. Un licor de manzana. – “Oh sorry”, le he pedido de “peira” no de apple-; -Como usted diga-, respondió el camarero. Y no trajo nada y tuvo que brindar con el licor de apple. – No deben tener de “peira”-, sentenció. Y sólo había estado tres meses en Londres.
“El que bucea, ya no bucea, practica el ‘diving’, y hasta su lamentado cierre, un grupo de señoras muy conocidas de Madrid se reunían en ‘Embassy’ todos los jueves para hacer ‘cotilleing”
Correr, esa tontería de correr sin ton ni son – está legitimado correr para escapar de un perro mordedor e igualmente para sortear a un coche cuyo conductor disfrute atropellando al prójimo-, se llamó en mi juventud hacer footing, posteriormente hacer jogging y últimamente ha cambiado de nombre por otra cosa que termina en “ing”. El que bucea, ya no bucea, practica el diving, y hasta su lamentado cierre, un grupo de señoras muy conocidas de Madrid se reunían en “Embassy” todos los jueves para hacer “cotilleing”. Al paso que vamos, lo de pedir jabón “Lax” en lugar de “Lux” se va a considerar un casticismo.
Me llaman para decirme que ha fallecido repentinamente el príncipe Wladimir de Bolodia. Salgo inmediatamente hacia Albacete. Descanse en paz.