Imposible superarla. Una boda rebosada de amor. Ni la de Harry con Megan, en lo que respecta al amor, es comparable. Todos hemos asistido a bodas raras. Luis Sánchez Polack, el genial ‘Tip’ -Gila se apropió de la ocurrencia y lo contaba como si fuera suya-, tenía una prima muy fea. No se perdía una boda. Y cuando el oficiante se dirigía a la novia “¿Quieres como esposo?... la prima de ‘Tip’ gritaba: -¡ Y si no, ‘pa’ mí!-.
Yo asistí a regañadientes a la boda de un familiar que se celebró el mismo día y a la misma hora que un partido de fútbol trascendental. Si ganaba el Real Madrid en Gijón se proclamaba campeón de la Liga. En plena ceremonia, se acercó hasta el altar el sacristán y cuchicheó con el sacerdote. Éste interrumpió el enlace y dirigiéndose a los presentes nos anunció: -En el minuto 37 de la segunda parte ha marcado el Real Madrid por medio de Butragueño-. Algarabía inenarrable. Pero ninguna boda puede alcanzar las cumbres del amor como la celebrada en la India, en la localidad de Sanadpu hace apenas una semana. La boda de dos miembros de familias muy conocidas de Sanadpu. Ella, Surbih Nikhan, de los Nikhan de siempre, y él, Mangesh Kumar, de los Kumar de toda la vida. Pero algo imprevisto acaeció en plena ceremonia.
Durante el acto de intercambio de guirnaldas, que allí en Sanadpu tiene más importancia de lo que parece, Surbih, la bellísima novia, ora por la emoción, ora por los nervios, ora por el cansancio, sufrió un colapso que le provocó la muerte instantánea. Un infarto de miocardio seco, extenso y brutal y súbito. Surbih se desplomó, y un médico presente en la boda, comunicó al enamorado novio la peor noticia. “Ha muerto”.
Lo cierto es que el novio se comportó con una gran entereza. Mientras el cuerpo sin vida de la malograda Surbih era cuidadosamente depositado en un habitáculo anexo al templo, el novio Mangesh Kumar, acudió a abrazar a sus fallidos suegros. Los padres de Surbih se mostraban desolados, pero la tristeza no nublaba sus mentes. Y sin perder tiempo, por aliviar a los invitados del calor y las apreturas, y con el gran banquete preparado y presto a ser servido por un centenar de camareros con turbante, los padres de la difunta le ofrecieron al frustrado novio a su otra hija, Nisha. El novio aceptó el amable ofrecimiento, y la boda siguió su curso con una novia muerta y otra viva. La justificación no admitía ni un resquicio a la duda. La madre de Surbih (Q.E.P.D) y de Nisha, de adinerada familia y acrisoladas virtudes, había pagado un dineral por el banquete, y no deseaba perderlo. Y los padres del novio, de mejor familia y peor situación económica, necesitaban la dote de la boda que habían pactado con los padres de ella, o mejor escrito, de ellas. Y en un pispás se llegó al acuerdo. Mangesh le aseguró a Nisha que ella, y no su hermana, era el amor de su vida , Nisha le correspondió de la misma manera, y los padres del uno y de la otra se mostraron felices y esperanzados. Más o menos como los protagonistas de la estrofa que se canturreó en Madrid a principios del siglo XX, y de la que es autor don Manuel del Palacio.
La madre quería casarla,
La hija quería un marqués,
El marqués quería dinero...
Y están contentos los tres.
No obstante, cada vez que pienso en la pobre Surbih, me convenzo aún más de la brevedad de la vida y de lo descarados que son los ‘bien’ de la India , aunque pertenezcan a conocidísimas familias de Sanadpu, que tiene que ser como Montecarlo con muchos turbantes.
Descanse en paz la emotiva Surbih.