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coco chanel© GettyImages

Entre buzo y carnotauro

‘El mal gusto tendría que estar contemplado en el Código Penal como delito o falta menor’


3 de junio de 2021 - 15:51 CEST

No entiendo de moda ni de modistas. Jamás he presenciado un desfile de modelos. Para mí, la pasarela es el tramo de acceso que se usa para embarcar en los puertos. Pero distingo a la perfección a una mujer bien vestida. Claro, que la elegancia básica está en los huesos, los gestos y los movimientos. Lo excesivo no es elegante, y establece la frontera con la cursilería, tanto en el hombre como en la mujer. “Muéstrame a un hombre que lleve pañuelo, calcetines y corbata a juego y te mostraré a un hombre que lleva puesto un regalo de Navidad”. Don Francisco Silvela, el gran político de la Restauración y don Santiago Liniers fueron los primeros en escribir un tratado de la cursilería en 1868. “La Filocalia o el Arte de distinguir a los cursis de los que no lo son”.

1960s THREE GENERATIONS WOMEN GRANDMOTHER MOTHER DAUGHTER POSED STANDING LOOKING AT CAMERA WEARING 1890s FASHION DRESSES (Photo by H. Armstrong Roberts/ClassicStock/Getty Images)© GettyImages

En 1850 se instaló en Cádiz el modista francés Marcel Sicur, que vistió a las señoras pudientes de Cádiz, Jerez de la Frontera, el Puerto de Santa María y Sanlúcar de Barrameda. El señor Sicur tenía tres hijas que se emperifollaban con exceso a la hora del paseo. Estaban muy bien las tres, pero les sobraba la excesiva bisutería, lo innecesario. Y los blusillas de Puerta Tierra, marineros de La Carraca y taberneros del barrio de la Viña, a su paso les canturreaban “Ahí van las niñas de Sicur, Sicur, Sicur”. En el encadenamiento de las sílabas está la etimología de la voz “cursi”. Para Pittigrilli, “la moda es la pugna entre el instinto natural de vestirse y el instinto natural de desnudarse”. He visto a mujeres maravillosas muy bien desnudas, es decir, con sólo lo indispensable sobre su cuerpo. Y Helena Rubinstein manifestó que “no hay mujeres feas, sólo vagas”. No estoy de acuerdo. Hay mujeres feísimas. Y alguien dio en la diana. “La división entre guapos y feos es otra lucha de clases”. “Todo lo que es moda, pasa de moda” sentenció Cocó Chanel, y Monique Müller-Oxford experimentó el final de una etapa. “El biquini es una etapa de la vida que se acaba cuando una engorda. Y mi etapa ha terminado”.

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Pero, sin importarme mucho por considerarlo intrascendente, algo de curiosidad tengo en conocer la identidad del modista o la modista que ha diseñado el vestido que se enfundó la mujer del nuevo presidente de la Generalidad de Cataluña, Pere Aragonés. Un vestido malva, imaginado entre el traje de buzo y el carnotauro. El carnotauro es el dinosaurio de desmesurada anchura y de cuya piel emergen toda suerte de pinchos y bultos. El inolvidable Joaquín Garrigues Walker sintió una curiosidad pareja por conocer al peluquero del bueno de Agustín Rodríguez-Sahagún, el que fuera ministro y Alcalde de Madrid. Lo vio entrar en el hemiciclo con el pelo recién cortado y se lo preguntó a Francisco Fernández Ordóñez, su vecino en el Banco Azul del Congreso; -Paco, ¿sabes cómo se llama el peluquero de Agustín?-. Pues yo quiero saber cómo se llama el modista o la modista que vistió a la señora de Aragonés para asistir a la toma de posesión del nuevo cargo de su marido. Como se dijo en San Sebastián cuando se puso de largo una gorda riquísima: “Más que una puesta de largo es una puesta de ancho”. El mal gusto tendría que estar contemplado en el Código Penal como delito o falta menor, y en tal caso, la señora de Aragonés y su modista ya estarían a disposición judicial. Un buzo, a su lado, con escafandra y todo, es una gacela comparado con el vestido que le endosaron a esa dichosa mujer.