Creo que no es necesario que afirme que no vi ni un minuto del Festival de Eurovisión. No obstante, estimo que el representante español y la canción elegida nos han honrado con dignidad. No han quedado los últimos.
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Tres pequeñas aves compiten en la belleza de sus trinos. Y las tres me visitan a diario en mi rincón montañés. El jilguero, el ruiseñor y el chochín. Nuestro representante Blas Canto –o Cantó–, es un juglar de la extrema izquierda, jilguero podemita, ruiseñor de Belarra y chochín de Irene Montero. Y poco antes de intervenir, se emocionó con el mensaje por Twitter que le envió, en su nombre y en el de su inseparable mujer la gran empresaria Begoña Gómez, de sus hijas, de las amigas de sus hijas, y de sus suegros y cuñados, el presidente del Gobierno Pedro Sánchez. Un mensaje de ánimo y compromiso: “Tras un año de parón por la pandemia, hoy vuelve Eurovisión. Una cita única, que fomenta la unidad entre los países y que demuestra cómo la música es una parte esencial de nuestra cultura. Mucha suerte a Blas Canto, que representará a España, con una canción llena de esperanza”.
Blas Canto es simultáneamente jilguero, ruiseñor y chochín. Pero los jurados no supieron interpretar el milagro de la fusión de las tres aves canoras en la voz del trovador podemita. Leída de arriba hacia abajo la tabla de puntuaciones, España quedó la antepenúltima, por encima de Alemania y el Reino Unido, lo cual es digno de reseñar. Pero si se lee de abajo hacia arriba, España consiguió el tercer lugar, la medalla de bronce.
Me informa mi experto en Eurovisión, que la canción española, además de ñoña y bastante mala, era más cursi que un pavo real de porcelana de Limoges.
España ganó con el La, la, la, del Dúo Dinámico interpretado por Massiel en 1968 por diferentes razones. La letra del estribillo tenía carácter multinacional. La, la, la, lo entienden exactamente igual un alemán, un sueco, un francés y un español. Simultáneamente, Juan José Rosón, el entonces Director General de TVE, cumplió a rajatabla la orden del ministro de Gobernación. “Rosón, hay que ganar como sea”. Al principio fue Serrat el elegido, pero su intención de cantar el La, la, la en catalán, no convenció a los altos poderes del Régimen, y fue sustituido por Massiel. Una bobada de Serrat, porque La, la, la se dice y se pronuncia de forma similar en español que en catalán. Rosón cumplió, y volaron algunos millones de pesetas a los bolsillos de diferentes jurados internacionales, y España ganó con aquella pegadiza tontería. “L´Espagne, dix points, Spain, ten points”. Una algarabía. Victoria de España sobre Inglaterra, segunda clasificada con una canción de Cliff Richard, la Pérfida Albión derrotada y en Gibraltar, una gran decepción entre las monas. Se cuenta que la mona “Lulú” se lanzó al vacío desde lo más alto de la Roca en pos del suelo del acantilado, y como es de suponer, falleció en el acto. Pero aquellos años el Festival de Eurovisión lo seguían millones de televidentes españoles, y en la actualidad, quitando a Pedro Sánchez, no conozco a nadie que muestre interés por semejante majadería.
No obstante hay que celebrar no haber quedado los últimos, lo que demuestra la gran calidad de nuestra canción y del juglar podemita que nos ha representado, que reúne en su voz saltarina como agua de arroyuelo, el trino de los jilgueros, los ruiseñores y los chochines.
Bellísimo ridículo.