Skip to main contentSkip to footer
el baron thyssen hans heinrich con carmen cervera durante un acto publico© GTres

Thyssen y la exclusiva

‘Thyssen era un hombre tímido y educado, con muy limitada capacidad para aprender el español. Sensible, con un amor al Arte apasionado, y atado con fuerza sentimental a Tita Cervera’


Actualizado 15 de abril de 2021 - 15:33 CEST

Traté mucho con el Barón “Heini” Thyssen. Visitaba regularmente la casa de mis padres en La Moraleja para jugar al backgammon con Don Juan, su Ayudante, Capitán de Fragata Teodoro de Leste y mi hermana Rocío. Era un hombre tímido y educado, con muy limitada capacidad para aprender el español. Casado con Tita Cervera y afincado en La Moraleja, en una gran casa con aspecto de pagoda tailandesa, vivió en España muchos años, pero nuestro idioma no entraba entre sus habilidades más destacadas. Cuando era presentado a otra persona le preguntaba: -¿Le gustan los toros?-; si el recién presentado respondía afirmativamente, el Barón le decía: -Pues tiene usted el mismo gusto que las vacas-. Si la respuesta era negativa, el Barón, tímido él, se quedaba callado y algo chafado, porque no sabía salir del embrollo.

EL BARON THYSSEN , HANS HEINRICH CON CARMEN CERVERA DURANTE UN ACTO PUBLICO© GTres
El Barón Thyssen con Carmen Cervera durante un acto público.

Estuve en su casa cenando la noche previa a la inauguración de la Colección Thyssen, presidida por los Reyes, Don Juan y Doña María. Los discursos, en inglés, pero en el brindis, Thyssen usó el español para dejar zanjados chismes y especulaciones. “La Colección Thyssen, en España para siempre”.

Thyssen, en el día a día, vestía siempre igual. Una chaqueta azul y pantalones grises. El guarda de mis padres, Isidoro, no salía de su asombro: -Es increíble. Con el dineral que tiene y nunca se cambia de ropa-. Cuando le comenté que tendría unas veinte chaquetas azules y treinta pantalones grises, se tranquilizó. Sensible, con un amor al Arte apasionado, y atado con fuerza sentimental a Tita Cervera. “La única mujer que me ha querido y me ha hecho feliz”. Muchas noches me acoplé a sus cenas en el “Horcher” de La Moraleja. No le presentábamos a mucha gente para evitar la pregunta de los toros.

“El barón Thyssen vestía siempre igual. Una chaqueta azul y pantalones grises. El guarda de mis padres, Isidoro, no salía de su asombro: ‘Es increíble. Con el dineral que tiene y nunca se cambia de ropa’”

Y un día, llegó la exclamación de la gran exclusiva. Mi hermana Rocío fue operada en la Clínica La Luz de una de esas cosas que molestan a las mujeres a partir de determinada edad. Pero se sentía fuerte y bien. Mi madre estaba con ella, y apareció Don Juan con su tablero de backgammon bajo el brazo. Poco después, después de golpear la puerta de la habitación, hizo su entrada “Heini” Thyssen, gran amigo de mi hermana y de Don Juan. Y se montó una timba de backgammon.

Royal St. George\'s Golf Club - General Views & Feature© GettyImages

A Don Juan no le gustaba perder ni al mus ni al   backgammon . Era muy mal perdedor, explosivo y un tanto iracundo. Le duraba el enfado un minuto, pero aquellos sesenta segundos se hacían eternos. Jugaba la partida con Thyssen, y con la suerte de los dados y una maniobra hábil, el Barón ganó. Don Juan pateó la pequeña mesa, cayó el tablero y las fichas se esparcieron por el suelo. Thyssen se apercibió inmediatamente de la situación. –El Rey Padre no está en condiciones de agacharse a recoger las fichas. Rocío está recién operada en la cama, y la madre de Rocío ha cumplido 80 años y no va a mover un dedo. Las tengo que recoger yo-.

“El barón ganó una partida de backgammon. Don Juan pateó la pequeña mesa, cayó el tablero y las fichas se esparcieron por el suelo”

Thyssen se puso a gatas y comenzó a recopilar las fichas, que habían caído al norte, al sur, al este y al oeste de la habitación. Pasó por debajo de la cama de babor a estribor. Y cuando sacó su cabeza, entró una enfermera con un medicamento para Rocío. La enfermera vio a Don Juan, bajó la mirada y se topó con el Barón Thyssen a gatas y por el suelo. Y exclamó: “¡Lo que me habrían dado por esta exclusiva!”.

Y no le faltaba razón.