Sofía y Pedro se conocieron una noche en Madrid y, tras verse de nuevo una segunda vez, comenzaron su gran aventura de amor. Después de tres años de relación, Pedro tenía preparada la proposición: “Al poner todos los adornos de Navidad en nuestra casa, me dijo que faltaba por poner uno, y me pidió matrimonio. Pedro había reservado en un restaurante japonés para cenar, nos pasamos toda la cena hablando de cómo iba a ser todo”. Fue en Güeñes, un pueblo cerca de Bilbao. Puesto que el tiempo en el norte es impredecible, querían una finca con un gran salón interior y eligieron la Torre Loizaga, aunque, finalmente, el sol fue uno de los protagonistas.
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EL VESTIDO DE LA NOVIA
Sofía llevó un vestido de Navascués: “Iba con una idea muy clara, pero Cristina me sacó el nido de abeja con mohair y me encantó, me pareció diferente e invernal. Con la ayuda de mi madre y hermanas, cambié por completo la idea”. Para la fiesta quitó varias capas al vestido y lo convirtió en un diseño de noche con la espalda al aire.
LA ENTRADA DEL NOVIO
LAS JOYAS
El broche y los pendientes que llevó Sofía eran de su abuela.
UN ‘SÍ, QUIERO’ A LOS TOCADOS ARRIESGADOS
Los tocados y las pamelas son una apuesta segura para añadir sofisticación y un detalle que te diferencie del resto de las invitadas.
LA IGLESIA
Pedro y Sofía se dieron el ‘sí, quiero’ en Santa María de Güeñes, Vizcaya.
UN GUIÑO DIVERTIDO
Los novios salieron de la iglesia, felices y cogidos del brazo, mientras que sus amigos les hicieron un pasillo con palos de golf en alto, simulando el pasillo de sables propio de las bodas militares.
EL ENTORNO
“Cuando llegamos por primera vez a la torre nos impresionó por sus jardines, las vistas y su gran colección de Rolls-Royce”.
ORGANIZACIÓN
Puesto que los novios viven en Madrid, la dejaron en manos de Itziar Ortuondo.