Todavía hay chicas que quieren parecer princesas el día de su boda. Pero ese no era el caso de Katerina Barilova. Cuando se comprometió con John se dio cuenta de que no sabía qué tipo de vestido buscaba, pero sí tenía claro que un vestido muy romántico, con capas y capas de tul, no entraba en sus planes. "Es muy fácil caer en el exceso y parecer una princesa, es difícil encontrar el tono correcto. Yo soy muy delgada y tengo rasgos faciales muy finos, por lo que cualquier diseño con encaje, tules o demasiados adornos hacía que pareciera que nadaba en un mar de tul. Por eso pensé que un vestido minimalista era mejor para mi". Katerina nació en Rusia, aunque desde pequeña reside en Estados Unidos, país al que su familia emigró en los 90. Actualmente vive en California y fue precisamente allí donde descubrió el vestido de sus sueños. ¿Lo más sorprendente? El diseño en cuestión pertenecía a una firma española.
Foto a foto, la boda de Katerina y John en San Petersburgo
"Siempre pensé que, si me casaba, tendría una boda inusual, sería pequeña y llevaría un vestido informal. Cuando John me lo propuso, me di cuenta de que muchas chicas piensan en esto durante muchos años y me sentí muy poco preparada. No tenía idea de cómo quería que fueran mi vestido o mi boda". Sin embargo, Katerina y John celebraron dos bodas: una informal, a la que acudieron sobre todo sus amigos, en California. La otra, una ceremonia religiosa y una celebración más formal, en Rusia. "Quería un vestido elegante, muy femenino, pero lo suficientemente tradicional como para una iglesia. En ese momento me di cuenta de que amaba a los diseñadores españoles mucho más que a los que tenemos aquí, en Estados Unidos. Afortunadamente, hay una tienda de novias en California que tiene firmas españolas. ¡Me probé muchos vestidos, pero no me convenció ninguno hasta que vi el de Sophie et Voilà! Es un vestido tan inusual y discreto… pero muy sexy. Me enamoré de su aspecto y decidí de inmediato que ese era el vestido que quería".
El diseño que convenció a Katerina es el modelo Blanche de Sophie et Voilà. Se trata de un vestido elaborado en crepe elástico que forma parte de su selección de iconos. Algo que, en realidad, no sorprende. Su corte recto se ajusta ligeramente a la figura, potenciando las curvas de la mujer que lo lleva, pero sin resultar excesivo. Aunque en la parte delantera el escote es cerrado, de barca, la espalda queda totalmente despejada. Pero quizá, el detalle más llamativo lo encontramos en sus mangas que no son si no dos ligeras capas que dan movimiento y elegancia a la prenda. Una de las anécdotas que encierra este diseño es que guarda un parecido más que razonable con el que Hilary Duff llevó en su boda el pasado mes de diciembre. Eso sí, aunque el suyo estaba firmado por Jenny Packman, varias novias antes que ella, ya habían caído rendidas ante la obra de la firma española.
Cómo conseguir un look de novia viral
Cuando las primeras imágenes de la boda de Katerina vieron la luz en redes sociales, las imágenes no tardaron en viralizarse. Cuando le preguntamos por el éxito de su elección, ella se siente halagada y nos explica que "probablemente, las mujeres de hoy buscan looks que ofrezcan más opciones que el diseño de novia más tradicional. Este vestido en sí es realmente atrevido y único. También creo que, antes de mí, muchas mujeres usaban este vestido en entornos más modernos y urbanos, mientras que lo elegí para una iglesia muy tradicional, lo que creó un contraste que creo que hizo que muchas chicas se dieran cuenta de que pueden usar lo que quieran y aún así hacerlo funcionar. Espero que mi elección aliente a otras novias de todas partes del mundo a arriesgarse con una elección que exprese su individualidad".
Katerina nos explica que, además de tardar en elegir el vestido, seleccionar el resto de accesorios que completarían su estilismo tampoco fue una tarea sencilla. "Fue muy difícil encontrar cosas que me gustaran. Cuando se lo comentaba a todos mis amigos y familiares me decían que siguiera buscando hasta que encontrara algo que me enamorara. Desde mi punto de vista, los accesorios también son muy muy importantes: combinar el velo y los zapatos correctos fue tan difícil como encontrar el vestido adecuado". Finalmente eligió un velo de tul muy sencillo que lució en la iglesia y que combinó con un elegante tocado de porcelana fría, de color blanco. Para el maquillaje se decantó por un look de lo más natural. Aunque cada vez es más frecuente ver a novias apostar por sombras de colores oscuros o labios de un rojo intenso, ella asegura que no suele maquillarse en su día a día y que, en boda, no era el momento de empezar a hacerlo. El ramo también merece una mención especial. "Lo único que realmente quería era que mi ramo tuviera lirios del valle, pero son muy complicados de mantener frescos, y el verano en Rusia es muy caluroso", explica. Finalmente se decantó por un bouquet de peonías blancas, rosas y lirios. Una combinación con la que demostró que el clásico total look blanco no necesita más aditamentos para ser perfecto.
Desde Rusia, con amor
Hay historias de amores pausados, que necesitan años para madurar, hay auténticos flechazos, y también parejas que se atreven a cambiarlo todo para alcanzar juntos un sueño. Ese es el caso de Katerina y John. "Nos conocimos en Nueva York. Yo trabajaba como banquero de inversión y él como corredor financiero. Nos conocimos en un bar de cócteles en el Lower East Side de Manhattan. Después de unos meses de citas, nos enamoramos, dejamos nuestros trabajos y nos mudamos a California para vivir una vida de aventura". Ahora ambos son pilotos y viven en un hangar en un pequeño aeropuerto en el sur de California, cerca de Santa Bárbara. Fue allí, en un entorno natural y rodeados por un vasto paisaje, donde descubrieron que estaban hecho el uno para el otro y, dos años después de haber iniciado su relación decidieron dar un paso más.
Se casaron en Rusia, en verano. "Honramos a mi familia y a mis antepasados al hacer una boda tradicional ortodoxa en la iglesia más antigua de San Petersburgo. Era la iglesia principal de los zares y era muy seria a la hora de celebrar una boda. La ceremonia fue realmente hermosa. La mayoría de nuestros invitados nunca antes habían estado en una iglesia ortodoxa, así que eso fue muy importante. Estábamos tan nerviosos… Hasta que el coro comenzó a cantar y empezaron las oraciones. Fue muy conmovedor". Y, aunque les hubiera gustado organizar a ellos mismos todos los pormenores del enlace, la distancia hizo que contar con una wedding planner fuera una tarea casi obligada. Valerie Mur, una experta afincada en la zona, fue la encargada de que todo saliera como estaba previsto. Pero, como en toda boda, siempre hay sorpresas. "En medio de la cena hubo una tormenta eléctrica y el DJ bajó la música y abrió los grandes ventanales del palacio en el que celebramos la boda por la noche y todos escuchamos los truenos mientras comíamos. Fue bastante sorprendente", concluye Katerina. Una anécdota más con la que recordar el gran día.