Amor en 365 días o cómo Verónica Kuder encontró a su príncipe azul
Hablamos con la modelo sobre su boda de ensueño, cómo diseñó su propio ramo de novia y por qué su tarta nupcial tuvo un significado especial
Alfonso y Verónica se dieron el 'sí, quiero' el 13 de octubre en Guadarrama, en un idílico enclave rodeado de vegetación y con una maravillosa cascada que bajaba por detrás del pequeño altar.
Y lo hicieron tras un año de noviazgo, aunque hubieran estado dispuestos a dar el paso antes, cuando solo llevaban juntos tres meses. "Alfonso me propuso que fuéramos a un juzgado y nos casáramos sin decírselo a nadie. ¡Una locura! Pero no pudimos. Aunque logramos coger fecha, la ley me exigía presentar una documentación que estaba en Polonia con la que debía demostrar que no me casaba para conseguir la nacionalidad española".
Al tener que retrasar la boda tuvieron 9 meses para prepararla en los que no contaron con la ayuda de ninguna wedding planner –aunque la madre de Verónica colaboró mucho–. "Para poder organizarlo todo creé un cuaderno donde iba apuntando ideas, incluyendo fotos de las cosas que me gustaban, preparando la lista de invitados, organizando las mesas, las flores... ¡Tantas cosas que pensaba que nunca acabarían!"
Una de las elecciones más importantes fue el vestido. Ella se decantó por un diseño de corte princesa, con detalles de encaje, de Aire Barcelona. "Hay que intentar evadirse de todas las opiniones de la gente y escoger el vestido que realmente te guste a ti. Debes hacer caso a pequeños detalles que se puedan mejorar y que tú no veas, pero nunca elegir un vestido porque le guste más a otra persona. Creo que si haces eso te arrepentirás toda tu vida de no haber escogido el que realmente te hacía sentir una novia".
Aunque Verónica no se considera una novia clásica, cumplió con muchas tradiciones, como llevar velo el día de su enlace. Una elección en la que contribuyó su madre.
También quiso llevar, en el tobillo, una perla que les regaló un amigo de Alfonso desde de la Isla Guadalupe. Además, en el último momento, una amiga le dejó una pulsera para cumplir con aquello de lucir algo prestado.
La elección de su ramo fue uno de los momentos que más divirtieron a Verónica. "Quería un diseño de flores silvestres, de campo. Lleno de color y muy natural, como si hubiese pasado por la pradera antes de la boda y hubiese cogido unas cuantas flores". Y lo consiguió.
¿Otro detalle con mucha historia? La tarta. Estaba inspirada en su ramo, tenía tres sabores diferentes y la preparó su tía como regalo de boda. Además, era apta para intolerantes a la lactosa, como Verónica.
En un día tan especial Verónica estuvo acompañada de familiares y amigos. "Como ese día iba a reunir a mis mejores amigas, quería celebrarlo de forma especial con ellas. El día de la boda disfrutamos de una mañana de risas mientras nos maquillaban y peinaban. Les regalé unos albornoces para hacerlas sentir especiales y tener nuestro momento. Nos hicimos muchas fotos y calmamos los nervios de antes de la boda".
Y es que aquel 13 de octubre todo fue perfecto, hasta el tiempo, que les permitió disfrutar, hasta bien entrada la madrugada, de una celebración a la altura de su amor.