La tarta de bodas de Alberto y Charlene de Mónaco fue una espectacular creación de siete pisos, metro y medio de diámetro y dos y medio de alto, con dos mil flores de azúcar. La flor que coronaba el pastel, una protea, es un símbolo nacional sudafricano, en homenaje a la princesa.
El pastel de la boda de los Duques de Cambridge incluía 17 flores diferentes, tenía más de un metro de alto, pesaba 100 kilos y requirió a un equipo de seis personas y tres días para completarse.
La tarta de bodas de Isabel II de Inglaterra y Felipe de Edimburgo, con relleno de ron, brandy y frutas. Una de las rebanadas de este pastel se subastaba este mismo año, seis décadas más tarde del enlace, preservado desde el 20 de noviembre de 1947.
Otra de las tartas más espectaculares de las bodas reales británicas fue la del príncipe Jorge, Duque de Kent, y Marina de Grecia en 1934, coronado con largas guirnaldas de flores naturales y pilares arquitectónicos de estilo griego.