Aunque no hay nada más bonito que una melena femenina lustrosa y brillante, lo cierto es que el pelo demasiado limpio puede suponer un problema a la hora de fijar correctamente la peineta sin que esta resbale.
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El moño bajo en forma de coca es la mejor opción: basta con recoger todo el cabello en la nuca, dejando dos mechones sueltos a ambos lados de la cabeza, que no se utilizarán hasta una vez puesta la peineta.
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A continuación, el peluquero introduce poco a poco los dientes de la peineta en el interior del peinado.
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Con los dos mechones sueltos, el estilista adorna el moño, cruzándolos de lado a lado al mismo tiempo que tapa la entrada de los dientes de la peineta. El resultado: un efecto impecable.
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Una vez fijada la peineta, comenzamos a colocar la mantilla, midiéndola primero para después doblarla por la mitad.
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A partir del doblez, la mantilla se sitúa en el centro de la cabeza, donde se hace un rizado natural.
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Una vez comprobado que la simetría es perfecta, se pliega la mantilla por el centro, y se sujeta discretamente con un broche, sin dejarlo muy tirante para que la invitada pueda mover la cabeza con naturalidad. El largo de mantilla debe favorecer siempre al rostro, de ahí que no deba ser ni muy corto ni excesivo: por la parte delantera, la mantilla deberá llegar, como máximo, a la altura de las manos, mientras que por la parte trasera tendrá un largo algo más allá de la cadera.
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Utilizamos unos peines de plata de ley y flores para adornar el moño.