Los vestidos de novia transformables se han convertido en una de las tendencias más buscadas por las prometidas. Tanto es así que, de un tiempo a esta parte, la mayoría de las novias llevan trajes que evolucionan a lo largo de la boda, permitiendo un look adecuado para la ceremonia y una opción más sencilla para la fiesta. ¿El motivo? Todas quieren estar cómodas, y Nuria no es una excepción. Esta mallorquina llevó un maravilloso chaleco de tweed sobre un vestido muy especial, una propuesta creada por Navascués que le permitió bailar toda la noche.
Un vestido de novia con falda tipo pareo
Cuando Nuria se comprometió, una de las cosas que tuvo más claras fue que su vestido lo crearía el equipo de Navascués. "A pesar de estar en Madrid y que nosotros vivimos en Mallorca, hacía mucho tiempo que les seguía y me encantaba todo lo que hacían". En su primera visita, la novia les explicó lo que buscaba. Quería un diseño sobrio y elegante, con una gran cola, para la iglesia y el cóctel. Pero le gustaba la idea de estar un poco más cómoda durante el almuerzo y el baile. También buscaba una prenda con la que se sintiera ella misma y que fuera especial, con un toque diferente.
"La realidad es que me inspiré en bastantes vestidos diferentes: de uno me gustaba la manga, de otro el escote, de otro la falda... Y con todo ello me fui a explicárselo al equipo de Navascués, aquí es donde se comprueba lo profesionales que son, ya que al instante me entendieron y lo visualizaron, incluso más que yo misma", nos cuenta.
El equipo dio forma a un vestido base muy especial. Era un diseño con escote asimétrico y el cuerpo recorrido por plisados que se iban entrecruzando, creando un efecto desestructurado. La falda, tipo pareo, estaba confeccionada con un tejido muy especial, una "joya antigua" que guardaban desde hacía tiempo en el atelier y que estaba decorada con flores en relieve. Las mangas, de tul, se ceñían con mucha suavidad a los brazos de Nuria.
Pero como la novia quería cierto dramatismo para la iglesia, añadieron un chaleco de tweed despuntado, con una cola de tres metros. "Mi idea inicial era llevar unas mangas enormes y darle forma de abrigo, pero Cristina, de Navascués, me aconsejó eliminar las mangas para evitar que pudiese tener demasiado calor, y enfocarlo como un chaleco y no como un abrigo, y ¡cuánta razón llevó! Hizo un día espectacular y el chaleco no me agobió nada, lo pude mantener durante todo el aperitivo".
Un collar vintage y un ramo sorpresa
Cuando llega el momento de elegir las joyas que complementarán el look nupcial, muchas novias suelen decantarse por piezas familiares, llenas de historia. Nuria nos cuenta su gargantilla, una pieza que ayudó a culminar el look, es un collar antiquísimo "de botones de oro mallorquines que pertenecía a mi abuela paterna, lo restauramos y quedó impresionante. Por desgracia, mi abuela ya no está con nosotros, pero sé que habría sido un orgullo para ella verme lucir este collar el día de mi boda. Así que mi joya principal no solo era preciosa, sino que además tenía muchísimo significado para mí y pude tener, de alguna manera, a mi abuela muy cerca de mí en este gran día".
Al contrario que muchas prometidas, que eligen un velo que encaje totalmente con su vestido, Nuria prescindió de este elemento. Una decisión que dejó muy a la vista el moño, sencillo y elegante, que las profesionales del salón Pep Escobar hicieron para ella. Un peinado que iba muy en sintonía con el maquillaje. "Soy una persona que no voy muy maquillada en mi día a día, por lo que no quería verme exagerada para mi boda, ya que era muy importante sentirme yo misma, y sin duda lo consiguió. Ahora que veo las fotos me veo supernatural y lo mejor de todo, con el maquillaje perfecto hasta el último minuto". ¿La encargada de hacerlo? Antonia Riera.
Otro de los elementos más especiales del look nupcial de Nuria fue su ramo. En este momento conviven las propuestas creadas con un solo tipo de flor, perfectas para quienes buscan una opción sencilla, y los diseños tipo cascada. La prometida nos cuenta que ella buscaba algo grande y desestructurado, pero no tenía muy claro el qué. "Jordi Abelló fue una de las pocas personas que vio mi vestido, y a partir de aquí tuvo carta blanca para hacer el ramo. Mi ramo era precioso, me llegaba hasta el suelo y creo que le iba genial al vestido, pero sobre todo fue maravilloso el momento en que me lo entregó".
Su historia de amor
A Nuria y Pep los presentaron una noche de verano, pero no fue hasta un año más tarde cuando empezaron a conocerse de verdad. "Durante todo un año nos fuimos viendo en verbenas, conciertos y eventos. Mallorca es muy pequeña y, finalmente, al siguiente año yo fui la que se atrevió a dar el paso". El tiempo fue pasando y siete años después de aquello decidieron comprometerse. "Siempre me he querido casar, ha sido mi ilusión de toda la vida, y Pep se sumó a esta ilusión como si fuese su propio sueño. Me pidió matrimonio en Islandia en la búsqueda de auroras boreales, fue un momento superbonito e íntimo. A nuestra vuelta ya estábamos planificándolo todo".
El 9 de noviembre de 2024, Nuria y Pep se dieron el 'sí, quiero' en la iglesia Santa María de Robines, en Binissalem. Fue una ceremonia muy emotiva en la que estuvieron acompañados por el Orfeón de Santa María, un coro compuesto por más de 20 voces acompañadas al piano por Daniel Mulet. El templo estaba perfectamente decorado para la ocasión. En la entrada había un semiarco desestructurado hecho con diferentes tipos de verdes que se encontraba al inicio del pasillo. "En el pasillo en sí, había centros en el suelo colocados de manera alternada, irregulares en tonos verdes y blancos, rematados con musgo que aportaban una elegancia increíble. En cuanto al altar, lo rodeaban seis columnas inmensas de verde con toques pequeños de flor blanca, de unos 5 metros de altura, la sensación de estar ahí era de ensueño. La iglesia estaba realmente impresionante", asegura la novia.
Una boda repleta de flores
Después se trasladaron a la finca les Cases de Son Bordils, un espacio de celebración de bodas que inauguraron con el enlace de Nuria y Pep. "Aunque ser los primeros era un riesgo al principio, fue un éxito total que no cambiaríamos por nada del mundo. Los dueños, Carlota y su padre Ramón, dieron lo mejor de sí, estamos seguros de que la nuestra será la primera de muchas, cada rincón de la finca tiene algo especial".
Aunque Nuria nos explica que, desde que era bien pequeña, ha tenido mucha relación con el sector nupcial —sus padres son los fundadores de Es Brot Floristes—, tuvo claro desde el primer momento que quería contar con la ayuda de una wedding planner. "Quería a Lara Fraire. No solo es una magnífica profesional, sino que además la considero mi amiga, incluso nos acompañó en una de las pruebas en Navascués. Hace años que nos conocemos y el cariño que nos tenemos se vio reflejado en todo lo que dio de sí por nuestra boda. Para nosotros fue imprescindible, nos guio en todo momento y nos aportó la calma que necesitábamos en los momentos de caos. Definitivamente, solo podemos tener palabras de agradecimiento, ya que contando con ella íbamos más que tranquilos".
La decoración tuvo un papel muy especial en la boda. Y no solo en la iglesia, también en la finca. "La finca cuenta con una brutal pared de enredadera verde; la combinamos mesas Bistró con mantelería de cuadros verdes de vichy, con mobiliario de bambú, jarrones de Frida Kahlo, jarrones con motivos frutales, etc. Otro de los éxitos rotundos fue la estación floral de coronas/diademas para las invitadas. Es Brot preparó más de 80 coronas/diademas con flor preservada y todo tipo de colores, fue una pasada como cada invitada encontraba la corona que combinaba más con su vestido, estaban todas guapísimas", nos cuenta la novia.
Pero hubo más, mucho más. Un seating plan que representaba una pequeña floristería, mesas decoradas con flores en tonos rojos anaranjados y burdeos que se entremezclaban con velas y un pasillo repleto de bambús para acceder a la discoteca. "Parecía que se entraba en una selva. La carpa estaba decorada con un montón de bolas pequeñas de “discoteca” de cristales plateados y verdes colgantes".
De todos los preparativos, Nuria extrae una lección: la importancia de confiar en los proveedores. "Si cuentas con un buen equipo no hace falta que te preocupes por nada, todo sale a la perfección y los recuerdos de ese día son todos fantásticos. Yo la verdad estuve muy nerviosa en los meses previos, pero el mismo día estaba supertranquila y lo agradezco, me permitió disfrutarlo muchísimo. Uno de los puntos clave para mí, y al parecer para los invitados también, ya que nos los han dicho muchísimo después de la boda, es la comida. La gente recuerda de la boda lo bonito que está todo, lo bien que se lo han pasado, pero, además, lo bien que han comido. En cuanto a la organización, nos ayudó muchísimo contar con Lara y su equipo para no cargarnos de tareas y poder disfrutar el proceso".