Seguramente que alguna vez has deseado perderte en el armario de tu madre, probarte su ropa y hacer estilismos con esa aura vintage tan especial, ¡incluso verte ante el espejo con su vestido de novia! Y Carlota tuvo la gran suerte de hacerlo realidad para su gran día. "Desde el principio supe que, si me cabía, me quería casar con el traje de mi madre que le hizo Lorenzo Caprile en 1995", cuenta sobre esta elección sostenible que se ha hecho viral en las redes sociales. El 28 de septiembre de 2024 se casó con Jaime en un pequeño pueblo de Toledo, y lo demás ya es historia, aunque todo comenzó en los pasillos de la universidad con una serie de intercambios de mensajes.
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"Me hacía mucha ilusión poder casarme con el mismo vestido, es muy atemporal", se sincera cuando le preguntamos sobre esta maravilla elección. "Quería llevarlo porque me apasionaba que tuviera significado, me gustaba el diseño y sentaba muy bien". Y así es, porque tal es la delicadeza con la que el modista trabaja desde década atrás, que parece haber sido creado sobre su cuerpo y no haber sufrido el paso del tiempo.
Un vestido de novia con corsé
El corsé es una de las piezas que se postulan como la tendencia nupcial estrella del momento para aquellas que buscan la elegancia y diferenciación, y en su caso se convierte en la parte principal. De manga larga y anudado con lazos de seda cruzados a la espalda, nos recuerda a los trajes de época clásicos. Además, destaca una larguísima falda con imponente cola de tul que, según nos relata, ¡pesaba muchísimo! Y como toda preparación previa al día en el que pronuncian el 'sí, quiero', recuerda una divertida anécdota sobre cómo se preparó en casa para acostumbrarse al corpiño tan ajustado.
"Me lo iba probando cada mes y me ataba el corpiño para ir haciéndome a la idea de lo apretada que iba a ir", un truco que otras novias pueden tener en mente si quieren seguir sus pasos. Carlota, nos explica que otra de las razones por las que se decantó para llevar esta obra de arte vintage de Lorenzo Caprile fue porque encajaba muy bien con la estética sobria de la iglesia en la que se casaban. Y así es, desde el vestuario vintage, hasta la luz cálida y las flores que coronan el altar, crean un espacio singular que parece sacado de una película.
Un segundo vestido de novia
Aunque adoraba el vestido de su madre que hoy ocupa nuestras líneas, a esta madrileña también le hacía ilusión vivir el mismo proceso de creación, uno de los más bonitos que experimentan quienes deciden empezar desde cero ante un boceto en blanco y con la ayuda de las profesionales. Nos cuenta que buscaba uno más ligero y cómodo para llevar durante el resto de la celebración y bailar a todo lo que pudiera; y gracias a la modista Sole Alonso logró dar con el resultado perfecto.
"Fue la primera diseñadora que fui a ver, ¡y con ella me quedé! Iba un poco perdida dentro del mundo boda, y, su hermana Amalia, que es la que te recibe en tu primera visita, me dejó supertranquila y me dijo '¿tú tienes claro que quieres hacerte un vestido? Pues ya está, el resto lo iremos viendo'. En ese momento tomé la decisión", recuerda sobre esta conversación que marcó un antes y un después en su vestuario nupcial. El proceso de creación fue fácil, "las pruebas me encantaban, Sole me captaba a la perfección y éramos muy eficaces".
Nos relata que en cuando pisó el atelier se enamoró perdidamente de una blusita ideal con bordados de flores blancas y mangas acampanadas que podía lucir sobre el atuendo, una idea de lo más original y con cierta inspiración bohemia -una de las supertendencias de moda de la temporada- que mantuvo hasta el último momento. Para este segundo look, de tirantes, escote a la espalda y una falda con vuelo y pequeños volantes que caían sobre la falda, optaron por confeccionar con gasa de seda y un precioso lino rústico para darle forma a la parte superior.
Le preguntamos si tiene algún episodio que recuerde sobre estos meses de preparación tan especiales, a lo que nos cuenta: "hubo un día que fui al taller estando un poco mala, me estaban tomando medidas y recortando telas sobre mi cuerpo, y tenía que estar quieta, pero me empecé a marear muchísimo. De repente me visualicé como en la película dosmilera de Bridesmaids -La boda de mi mejor amiga- y pregunté si me podía tumbar. En un intervalo de dos segundos me habían quitado el vestido y sentado en un sillón, ¡al parecer les pasa a muchas novias!".
Joyas familiares
Continuando con la idea de lucir piezas cargadas de historia y nostalgia para un día tan señalado en el que ya es tradición seguir algunas costumbres, Carlota apostó para la ceremonia religiosa por los pendientes de diamantes con los que se casó su abuela, "lo decidí literalmente en la semana de la boda, un día que fui a verla. Llevaba también la sortija de mi pedida -de inspiración vintage- que me regalaron mis suegros, es de la joyería Bárcena".
Para el cóctel se cambió de traje y lo mismo hizo con los complementos, para crear una imagen acorde al nuevo estilo fresco y bohemio. "Me quité los pendientes y me puse una ajustadita gargantilla tipo chocker con una medalla de diamantes de mi suegra, es de la firma Suárez. Y, para la fiesta me la quité e incorporé un accesorio joya en el pelo de Suma Cruz, un cubre raíz con pequeños cristales, desde el principio tenía clarísimo que lo quería llevar", explica.
En cuanto al ramo de novia, ¡se creó en el último instante! De siempre le había comentado a su madre que cuando se casara lo harían con las flores y plantas que tuvieran en su jardín de casa, "¡me parecía personal, especial, y fácil! No tenía muy claro de qué hacerlo, tenía en la cabeza las hojas de olivo, pero no me lanzaba del todo. Es mi árbol favorito y tenemos uno precioso, así que un día lo verbalicé y a mi madre también le encantó la idea. Lo hicieron mi tía Helena y mi madrina, la misma mañana de la boda, mientras a mí me maquillaban".
Un peinado desenfadado
Y hablando de maquillaje, nuestra protagonista contó con la ayuda de la experta en materia Paloma Sánchez para crear un resultado bronceado y con ojos oscuros ligeramente ahumados. "¡Repetiría con ella mil veces! Me captó desde el principio y el maquillaje me duró intacto toda la boda", un aspecto esencial para sentirte guapa hasta el último segundo de la boda.
Respecto al peinado, la idea principal de Carlota era un semirrecogido, la propuesta sencilla y romántica que adoran las chicas elegantes. Pero para el momento de la iglesia con el vestido de Lorenzo Caprile, nos explica que encajaba mejor una coleta ondulada y ligeramente desenfadada, "así que llevé un peinado desmontable. Coleta al principio y quitando unas pinzas escondidas en los mechones, se me quedaba el semirecogido perfecto".
Su historia de amor
Jaime y Carlota coincidieron estudiando en la universidad, y gracias a un amigo en común, Fran, comenzó su bonita historia de amor. "Le utilizábamos un poco de mensajero para trasladar que 'nos parecíamos guapos', pero nunca era un buen momento porque o él tenía novia o yo novio. Hasta que se dio. Estábamos los dos solteros y por fin empezamos", relata la novia. Y Jaime se suma a sus palabras, "he de decir, que yo ya tenía fichada a Carlota, tengo una imagen grabada que desde luego hizo que me fijase en ella. Tenía una Chrysler Voyager de siete plazas que tenía su edad, y todos los días llegaba a la universidad con un semblante muy serio y rapidísimo, buscando sitio para aparcar y además de parecerme guapísima, me dio la sensación de tener mucho carácter y personalidad, que luego confirmé que así era y es precisamente lo que más me gusta de ella".
Tras más de dos años y medio de noviazgo, él nos confiesa que fue cuando comprendió que ella era la persona indicada, con la que quería compartir su vida. "A los cinco meses de empezar a salir juntos, me destinaron por trabajo a Milán, recuerdo que le di la noticia en el aeropuerto de camino a Menorca (¡os podréis imaginar cómo fue el viaje!). Yo siempre había defendido que no creía en las relaciones a distancia y Carlota, me demostró que, con amor, todo se puede. Y así fue, durante todo el periodo que estuve viviendo en Italia hacía lo imposible por venir y pasar largas temporadas en Milán teletrabajando desde nuestra casa y viceversa. Hacíamos todo lo posible para pasar el mayor tiempo juntos y he de reconocer que ella venía más que yo. El esfuerzo que hizo fue enorme y lo que parecía que iba a ser un desastre, se convirtió en una de las etapas más bonitas".
La búsqueda del anillo de compromiso perfecto
Cuando Jaime volvió a Madrid tras un año en Italia, se dedicó a dar con el anillo perfecto. "La sortija que le hacía ilusión a Carlota era un tresillo antiguo, así que cuando me puse a buscar, me di cuenta de que era un tipo de joya difícil de encontrar. Visité muchísimas joyerías y casas de subastas sin éxito, hasta que di con Urbieta Antique que consiguieron exactamente lo que estaba buscando. Ahora tenía que pedírselo, ¡y aquí viene lo gracioso!", nos adelanta el novio sobre la aventura que vivió para hacer la gran pregunta al amor de su vida.
La compra fue a finales de julio, y coincidiendo con las vacaciones de verano, Jaime tenía claro que no quería hacerlo durante ese periodo, pero tampoco en un gran evento porque quería pedírselo en un momento cotidiano. "Estábamos en el proceso de comprarnos una casa, así que decidí dar el paso el día que firmásemos la compra, que en teoría se materializaba a la vuelta de las vacaciones, con la mala suerte de que hubo un contratiempo que retrasó la firma a octubre, concretamente al día de su cumpleaños, y siempre me había dicho que no le gustaría que se lo pidiese ese día.... ¡Por lo que me quedaba sin opciones! El anillo quemaba, así que el día antes de firmar y con la excusa de estar nervioso, le propuse ir al Hotel Santo Mauro de Madrid a tomar algo, allí donde me citó la joyería para enseñarme la sortija. Me pareció especial pedírselo en el mismo rincón donde la adquirí".
Y tras meses de preparación, llegó la fecha. El 28 de septiembre de 2024, en la que hicieron la mayor promesa e amor ¡y no la tuvo lugar en su ciudad natal, Madrid! Lo celebraron en el Palacio de Galiana, "cuando decidí que esa era la finca, tuvimos que buscar una iglesia cerca, y por eso nos casamos en Olías del Rey (un pueblo a 15 minutos de Toledo) y nos llevamos una sorpresa al descubrir la parroquia, San Pedro Apóstol, es preciosa. Fue una ceremonia religiosa, que para nosotros era lo más importante", comenta Carlota. Y con la ayuda de la florista local decoraron las escaleras y el altar con plantas verdes y dos olivos.