Cuando una prometida elige un vestido de novia de colección, puede ver cómo va a quedar la prenda (o hacerse una idea muy aproximada) desde el primer momento; cuando se trata de un diseño a medida, a veces hasta las últimas pruebas, es complicado hacerse una idea del resultado final. "Yo no supe cómo iba a ser mi vestido casi hasta la última prueba. No hubo bocetos ni nada parecido", nos explica Belén. Y es que ella confió en Sole Alonso para su gran día, una diseñadora con mucho talento que no trabaja con bocetos previos, sino que va dando forma al vestido sobre el cuerpo de la novia.
Un vestido de novia para una boda de verano
Belén llevaba mucho tiempo guardando inspiración de vestidos de novia –antes de estar prometida– y eso le dio muchas pistas sobre lo que buscaba. "No me paraba a pensar si me convencía el conjunto o si me veía con él. Creo que ese fue un ejercicio clave, porque así, cuando tenía varias cosas almacenadas, fui encontrando patrones que se repetían. Vi que lo que más me llamaba la atención eran los tejidos especiales: sedas, gasas, bordados… y que el estilo que buscaba era más bien romántico".
Nos cuenta que quería huir del típico vestido de novia de crepé, cortado en la cintura y de manga francesa, pero tampoco deseaba algo demasiado llamativo. Por eso, y porque un porcentaje muy alto de los diseños que había guardado eran obra de Sole Alonso, la eligió a ella, y su hermana mayor, le regaló el vestido. "Me encanta cómo configura creaciones originales –no hay dos novias iguales–, pero optando por una estética atemporal. Eso para mí era muy importante. Quería un vestido especial y que fuera 'muy mío', pero no quería mirar las fotos de mi boda dentro de 20, 40 o 60 años con horror", nos explica.
Como decíamos al inicio de este artículo, al contrario que otros creativos, Sole Alonso no hace bocetos del vestido. "Lo primero que hacen es construir una base buscando el corte que más te favorece y después, sobre eso, van mano a mano con la novia construyendo los detalles y haciendo algo único para ella", explica Belén.
Así, tras la toma de medidas y una conversación, en la segunda cita trabajaron con una toile –un vestido simple confeccionado en un tejido falso– con un corte en la cintura. "Y empezamos a cortar y a jugar con las telas. Sobre esa base de crepe colocamos una falda de gasa de seda rasgada a mano por ellas mismas en el estudio. La parte superior la construimos con trocitos de esa misma gasa superpuestos unos sobre otros. Para mí era primordial estar cómoda, y me casé en agosto, así que eso significaba estar fresquita. Por eso la base la cortamos hasta dejarla sin mangas, con una especie de tirante ancho".
Una vez que la base del vestido estaba lista, construyeron una chaqueta con cola que daba ese aire romántico que buscaba la novia. Belén nos cuenta que probaron distintas telas: una gasa hilada en plateado, varios encajes y bordados, telas a rayas y un montón de telas con lunares. Pero decidirse parecía imposible. Finalmente, optaron por una bordada de flores que, aunque en un primer momento le pareció un poco llamativa a la novia, acabo siendo lo que más le gustó del vestido.
Belén nos explica que si vestido era, en cierto modo, convertible y acabó llevando tres opciones diferentes el día de la boda. "En la iglesia, llevé el vestido completo y encima el velo (entré en la iglesia velada). El velo me parecía muy incómodo, así que me lo quité en cuanto entré en el coche de camino a la finca y en el cóctel ya estuve sin él. Y me quité el abriguito para la fiesta, para poder dar todos los botes que me apeteciera sin preocuparme de la cola ni de mis mangas".
Un velo lleno de significado y un ramo con anécdota
Hay novias que eligen incorporar el velo a su look nupcial en la última prueba y otras, como Belén, que saben que quieren llevar ese complemento. Eso sí, dar con una pieza que encajara con su look nupcial no fue sencillo. Después de probar varios diseños familiares y otros dos en el taller de Sole Alonso –uno de gasa ligero como el agua que era precioso y uno que permitía ir velada–, se decantó por el segundo, por su significado.
"Apenas un par de semanas antes habíamos quedado con Jaime, el sacerdote que presidió nuestra boda, que es muy amigo nuestro. Me contó que el velo simboliza el sacramento: antes de que suceda, a Dios no se le ve con claridad, y después del sacramento es cuando se hace presente en forma física y visible. Por eso las novias llevan velo cuando entran, no se las ve del todo bien; y se lo quitan justo después del consentimiento, que es cuando ocurre el sacramento del matrimonio y Dios se hace patente. Me encantó ese simbolismo".
En cuanto a las joyas, Belén nos cuenta que los pendientes fueron un regalo de sus hermanas. "Me apetecía mucho un diseño con inspiración art déco, con algún toque geométrico, y mis hermanas me sorprendieron con unos pendientes preciosos, de oro blanco y círculos concéntricos de pavé de diamantes de la colección GeometriCh de Chocrón". También llevó un brazalete de oro amarillo y rubíes con motivos vegetales que había pertenecido a la abuela de su (entonces) prometido, una medalla de la Virgen de Covadonga y que perteneció a su bisabuelo y su anillo de compromiso, una sortija de oro blanco con media alianza de diamantes y un diamante central.
Su ramo fue obra de Elena Suárez & Co., una de las floristerías más buscadas de Madrid. "Me apetecía un ramo de flor importante y delicada, fresquito, en tonos pastel. Me encantan las anémonas, las amapolas, las peonías. Llevé un moodboard completo con un montón de referencias", nos cuenta la novia. Pero le explicaron que, dado que la boda se iba a celebrar en agosto, muchas de esas flores no estarían disponibles. Tras ver otras propuestas que no terminaron de encajar en lo que buscaba la novia, las expertas tomaron nota de sus preferencias y le aseguraron que el día de la boda tendría un diseño que le iba a encantar. Belén nos cuenta que estaba nerviosa, pero llegó el día y el ramo "era exactamente lo que yo quería, pero mucho más bonito de lo que habría podido imaginar. Ahí es donde se notó lo que es la buena mano del equipo de Elena".
En cuanto al maquillaje y al peinado, Belén nos cuenta que quería sentirse ella misma, por eso optó por un maquillaje muy suave y un peinado con el que está muy cómoda: un semirrecogido. Ambos trabajos fueron obra de Chun Sousa.
Su historia de amor
Belén y Antonio se conocieron en 2018, haciendo el Camino de Santiago, pero ella tenía pareja. En 2021 se volvieron a encontrar. Después de otro Camino decidieron salir juntos y dos años después se comprometieron.
"Habíamos hablado de si nos íbamos a casar y de cuándo muchas veces. Un día, estando en el sofá de mi casa, con el moño y en pijama, Antonio empezó a hablar y espontáneamente dijo algo que sonó un poco a 'no sé qué va a ser de mi vida, pero quiero que sea contigo'. Yo no me podía creer que ese momento que yo había disneyficado en mi cabeza durante décadas estuviera ocurriendo con esas pintas. Pero cuando las cosas surgen con naturalidad y tienen sentido, hay que fiarse. Como no lo había planeado, ni siquiera tenía anillo. Un mes después se presentó en mi piso de sorpresa con la caja de la joyería abierta".
Una boda de verano en Madrid
El 17 de agosto de 2024 Belén y Antonio se dieron el 'sí, quiero' en la parroquia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro de Madrid, una iglesia neogótica de finales del siglo XIX que está cerca de la glorieta de Bilbao. "Nos costó bastante encontrar una iglesia donde casarnos, porque hay muchas que no celebran bodas en agosto. Esta era estupenda. Las vidrieras daban una luz preciosa, el interior blanquísimo, el mosaico del suelo en el pasillo era tan bonito que no quisimos ni siquiera poner alfombra".
Después se trasladaron a El Gasco, una finca con mucha historia. "Durante el siglo XVIII fue coto de caza del rey Carlos III. En 1890, Salvador Sánchez Povedano, también conocido como el torero Frascuelo, compró el terreno y se hizo un palacete de granito y un burladero cuando se retiró del ruedo. En el siglo XX compró el terreno el Marqués de Valterra, que decidió conservar las ruinas del castillito de Frascuelo (que todavía están ahí) y construyó la Casa Grande del Gasco, entonces llamada Casa de Toledo. La casa estuvo abandonada mucho tiempo. Después sirvió de escenario para rodar varias películas (La Casa de Papel se rodó allí, es la casa abandonada donde planean el atraco) y finalmente fue comprada, rehabilitada y convertida en finca de eventos".
En cuanto al catering, nos cuenta que eligieron El Laurel. "La verdad es que fue un aciertazo. Yo he escrito mucho de gastronomía y me encanta comer; y no exagero si digo que había bastantes expectativas con la comida de mi boda".
Belén, que trabaja en una revista de arquitectura e interiorismo, no contó con la ayuda de ninguna wedding planner y se hizo cargo de todos los detalles del gran día. "Hay una cosa que he aprendido después de organizar mi boda y de ayudar a mis hermanas a organizar las suyas: una boda te lleva el trabajo que tú quieras que te lleve. Sí, es posible organizar tu boda en cuatro meses e ir tranquila, pero también es posible organizarla en un año y medio y que te falte tiempo. Todo depende de cuánto te quieras liar. Yo no tenía TAN poco tiempo (estuvimos 10 meses prometidos), pero me lie todo y más. Quise añadir todo tipo de detalles y, además, hacerlos yo misma, así que me pasé esos 10 meses trabajando como una loca. Pero, oye, lo disfruté muchísimo y la boda quedó que ni en mis sueños".
De aquel día la novia guarda muchos y muy buenos recuerdos, pero fue la ceremonia el momento más especial. "Para nosotros, que somos creyentes, era el momento más importante del día. El resto era accesorio, era celebrar lo que ya había pasado. Queríamos que la celebración fuera como nosotros vivimos nuestra fe: alegre y cercana. Creo que lo conseguimos. Mucha gente que no suele ir a la iglesia –tíos, amigos…– me escribieron para decirme que les había encantado".
Por último, le pedimos que nos deje un consejo para otras parejas que, próximamente, se darán el 'sí, quiero': "Intenta absorber cada minuto. Haz un esfuerzo activo por memorizar las caras de tus amigos cuando entras a la ceremonia, las conversaciones que tienes, las personas a las que saludas. Dicen que todo pasa muy rápido, y es verdad. Lo que no te dicen es que al día siguiente no te vas a acordar de casi nada, porque ¡es que ha pasado tan rápido! Me habría gustado saberlo para pararme y tomar una foto mental de esos momentos".