El vestido de una novia no solo debe reflejar su estilo y favorecer su figura, también ser acorde al tipo de boda que se va a celebrar. Adriana se casaba en el altar mayor de la Catedral de Segovia, un templo imponente que requería un diseño elegante, clásico y con cierta teatralidad. Lorenzo Carpile, encargado de diseñar su look nupcial, le sugirió que llevara una cola de, al menos, cuatro metros —al final fueron cinco— y un amplio lazo que añadiera más volumen a la falda. El resultado no pudo ser más especial.
Un vestido de novia de inspiración años 50
Adriana nos cuenta que, después de hacer una amplia investigación en lo que a moda nupcial se refiere, se decantó por Caprile. De él no solo le gustaba su reputación, también la versatilidad y capacidad de adaptación de sus diseños. "Son atemporales, con líneas clásicas y deja una huella y detalles muy reconocibles en sus creaciones, pero a la vez sus vestidos están personalizados y con características innovadoras y singulares para cada novia".
Trabajar con él, fue un éxito. La novia iba con una idea muy abierta de lo que buscaba —quería un diseño muy de novia, de inspiración años 50, con falda amplia, llena de volumen, líneas puras y tejidos de gran calidad—, "precisamente, me atraía la idea de que Lorenzo me pudiese ayudar a desarrollar algo perfecto para mí, en base a nuestros intercambios y pruebas". Y fue así como nació una imponente prenda confeccionada en mikado de seda natural.
El vestido de Adriana, de marcado corte princesa, estaba protagonizado por una amplia falda y un cuerpo encorsetado con un favorecedor escote de barco. "El escote estilo barco estaba compuesta por una estola de brocado de seda natural de inspiración española, con bordados abstractos y volumen para contrastar con la seda mikado del resto del vestido, que era lisa y sin ningún encaje o dibujo. Aparte de la cola y el velo, el vestido tenía un largo lazo de la misma tela brocada y que complementaba la cola. Ambas partes aportaban mucho cuerpo y movimiento al vestido", nos cuenta la novia. Y aunque se quitó estos elementos durante la celebración —la cola, el largo lazo y el velo— prefirió no llevar una prenda convertible ni un sgeundo vestido.
Pese a que su enlace se celebró en verano, Caprile insistió en que debía tener unas mangas largas y muy ajustadas. "Se ajustaban gracias a una cremallera invisible. Fue un acierto y nunca tuve calor".
La novia nos explica que, a lo largo de las pruebas, en las que estuvo acompañada por su madre —ella también eligió al modista para su look y muchas veces las pruebas de ambas eran seguidas—, cinco personas trabajaron directamente con Lorenzo en la confección de su vestido. "El día de la última prueba, cuando me puse el vestido, no cabía ni en la parte más grande del taller. Era tan largo, voluminoso, y pesado, que no pude caminar ni practicar el sentarme con él en ningún momento antes del día de la boda. Además, el vestido era tan complejo y particular que se decidió que la mañana de la boda, tenía que venir a mi casa en Segovia una persona del taller que había participado en la confección del vestido, para ayudar a vestirme".
Una diadema de brillantes y un ramo de peonías
La elección de los complementos, sobre todo cuando se trata de una novia que lleva un vestido con tanto carácter, debe ser adecuada para que el look funcione como un conjunto. Adriana se decantó por llevar joyas sencillas, pero elegantes. Lució su anillo de compromiso, "una pulsera de brillantes de mi madre, y una diadema y pendientes a juego de brillantes con zafiros, que eran de mi familia paterna".
En cuanto al calzado, nos explica que durante la ceremonia llevó unos salones con tela de purpurina, en color plateado y con tacones tipo kitten, de Roger Vivier. "Para la celebración me cambié a los zapatos que llevó mi madre en su boda en Estados Unidos en 1978. Siguiendo una vieja tradición americana, dentro del zapato de novia de mi madre iba una moneda de un centavo de dólar para dar buena suerte. Es la misma moneda que llevó mi abuela en su boda en 1949. Ya lo han llevado 3 generaciones y espero que el día de mañana lo lleve nuestra hija".
Su ramo, sencillo y muy clásico, estaba compuesto por peonías en diferentes tonos de rosas. Son sus flores preferidas y, por suerte, florecen en la época en la que se casó.
En cuanto al maquillaje, aunque muchas novias optar por la naturalidad para el día de su boda, Adriana nos cuenta que quería algo más marcado, que favoreciera especialmente sus rasgos, pero sin que cambiase su esencia. "Elegí a Javier Montenegro por su amplia experiencia y habilidad para adaptarse al estilo y rasgos físicos de cada novia".
En cuanto al peinado, aunque el diseño pedía a gritos un recogido, Adriana nos explica que cuando hizo la prueba no se veía con un moño o un recogido clásico. "Toda mi vida he llevado el pelo largo y suelto. Me decidí por la estilista Cecilia Barón, que me hizo una coleta alta de ondas que me permitía seguir viendo mi pelo largo, y a la vez llevando la cara, cuello, hombros y espalda despejados. No necesité extensiones y el peinado me aguantó hasta el día siguiente".
Su historia de amor
Adriana es mitad americana, mitad española, y se ha pasado buena parte de su vida viviendo en un lado y otro del Atlántico. José es de padre español y madre cubana, pero criado en Estados Unidos. "José y yo nos conocimos en una cena en Madrid que organizó un amigo común que era a la vez su mejor amigo de la carrera en Atlanta. José vivía y trabajaba en Washington, D.C., que es la ciudad donde yo había estudiado y trabajado durante varios años antes de volver a Madrid. Durante la cena, conectamos de forma inmediata, entre otras cosas, porque teníamos intereses y experiencias de vida muy parecidas. Iniciamos una relación a distancia que se consolidó cuando yo me volví a mudar a Estados Unidos para iniciar mi máster".
Tiempo después, José le propuso matrimonio en el campus de la Universidad de Georgetown en Washington, D.C. "El lugar tenía mucho significado porque los dos habíamos estudiado el mismo máster en Georgetown (en distintas épocas) y hemos seguido muy involucrados con la universidad después de graduarnos. Además, Washington, D.C., es una ciudad que nos ha marcado mucho a los dos por distintos motivos a lo largo de nuestras vidas".
Su 'sí, quiero'
Adriana y José se casaron el 18 de junio en la Catedral de Segovia. "La ceremonia tuvo lugar en el Altar Mayor de la Catedral y nos casó el Arzobispo de la ciudad de Denver en Colorado, Estados Unidos, siendo la ceremonia cooficiada por el Dean del Cabildo de la Catedral y dos sacerdotes amigos nuestros". La elección de la ciudad no fue casual. Adriana nos cuenta que, en su caso, sus abuelos paternos se conocieron y casaron allí y es el lugar en el que su padre y sus tíos pasaron buena parte de su infancia. "Es también donde mi madre, proveniente de EEUU, conoció a mi padre. José, mi marido, vivió en Segovia unos meses con sus padres y hermanos, y ahora es también donde vamos con frecuencia".
"La celebración posterior a la ceremonia fue en el jardín de la casa de mis padres en Segovia, que cuenta con unas vistas únicas a la muralla y al casco antiguo de la ciudad y al emblemático Castillo del Alcázar". Adriana nos cuenta que el almuerzo fue servido por el Grupo Gastronómico, José María e incluyó el tradicional cochinillo. "Los novios participamos en la clásica ceremonia de cortar el cochinillo con un plato, que después rompimos en el suelo. Los invitados que no conocían la tradición quedaron encantados".
Cuando se comprometieron, Adriana y José vivían en Estados Unidos y organizar una boda a distancia no es nada sencillo. Para que el gran día todo saliera de maravilla contaron con la ayuda de las wedding planners de A-Típica. "Nos hicieron un proyecto integral, donde incluían sus recomendaciones desde la decoración y mobiliario de las mesas, iluminación y flores, hasta el tipo de música, empresa de fotografía y vídeo, y estilistas y maquilladores".
La novia nos explica que como sus invitados provenían de hasta 25 países diferentes (entre los que estaban EEUU, Brasil, México o India), muchos no conocían la ciudad y para ellos era muy importante compartir la historia y herencia cultural de Segovia. "A-Típica contaba con una diseñadora gráfica excelente con la que trabajé estrechamente y que nos pintó a mano con acuarela imágenes el skyline con los edificios más emblemáticos de Segovia".
También pusieron muchos esfuerzos en la decoración —tanto de la Catedral como del espacio de la celebración—, que tenía mucha fuerza por su colorido. "Como en la iglesia, utilizamos flores de temporada: muchas peonías, ranunculus, claveles, sandersonias, rosas de jardín, anthirrinums, y clarkias, entre otras. Los colores fueron una combinación de rojo, rosas, coral, salmón y blanco combinado con verdes. Se utilizaron manteles estampados y diferentes para crear movimiento con las mesas".
Un bonito proceso en el que Adriana aprendió mucho. "Para mí fue beneficioso entender a título personal cuánto tiempo e influencia quería y podía tener en la organización de la boda. Hay cosas que se pueden delegar, pero otras en las que tienes la ilusión y el sueño de contribuir de forma personal. También es bueno intentar dividir las responsabilidades con tu pareja, familia, wedding planners, etc. para agilizar la toma de decisiones. Por ejemplo, mi marido se encargó de organizar la ceremonia religiosa y de crear un programa muy detallado en ambos idiomas, que sirvió como guía para seguir la liturgia y lecturas. Yo invertí mucho tiempo en el diseño y formato de las invitaciones, en la página web, en elegir el repertorio de música para la banda en vivo y después del DJ, en la decoración, entre otros".