Un vestido de novia con chaleco vietnamita e inspirado en su madre: el look de Ana para su boda en Madrid
El diseño desmontable, confeccionado por Fabio Prieto, partió de una idea de nuestra protagonista, que ha dado a la vuelta a las redes con un enlace que llegó tras 12 años de relación
Encontrar inspiración en las redes sociales, para crear el vestido de novia más especial para cada prometida, es algo habitual que se repite entre quienes consiguen que su boda sea viral. En el caso de Ana, una novia que ha logrado dar la vuelta a la red con su personal estilo, las ideas no surgieron por esa vía, pues, para su boda en Madrid a principios de octubre de 2024, se inspiró en un diseño de origen vietnamita que pertenece a su madre desde hace 25 años. Una pieza que no es común entre las europeas y que, sin embargo, logró plasmar en un diseño desde cero, a su medida, que supo confeccionar, actualizar y hacer completamente nuevo Fabio Prieto. Un concepto que hizo posible que su look desmontable fuera percibido como exclusivo, una creación única que la ha llevado a hablar con este medio y contar su historia.
“Elegí a Fabio Prieto porque una amiga me lo recomendó y ya se había hecho su vestido con él. De hecho, nos hemos hecho el vestido con él cuatro cercanas, y ha sido mi recomendación estrella. Lo escogí porque supo captar mi idea desde el primer momento y entendió perfectamente lo que quería”, nos cuenta.
Ana buscaba un creador que confeccionara un vestido al estilo vietnamita (también con un elegante acabado vaporoso), en el que los broches tuvieran protagonismo, pero temía que cualquier casa de costura no supiera captar su idea y aquello terminara convertido en “un disfraz temático”. Por suerte, el diseñador comprendió cómo podía transformar aquel concepto en un elegante diseño nupcial: “esto no fue un problema para Fabio, quien logró darle la elegancia que buscaba respetando la personalidad y autenticidad del toque oriental que no quería que faltara”.
Nuestra protagonista confiesa que sí tenía claro cómo quería que resultara su diseño, pero a la hora de encajar todas las piezas, le surgían dudas. “Me inspiré en un vestido de estilo vietnamita que tiene mi madre desde hace 25 años, el cual sigo conservando y utilizando. Hecho con características principales como la seda salvaje, ajustado, cuello mao y broches orientales hasta el cuello”, apunta. Estaba convencida de que esa debía ser la línea a seguir, pues es una pieza realmente ligada a su historia familiar y a su personalidad: “mi familia y yo vivimos una época en el sudeste asiático, por lo que le tengo un cariño especial a su estilo y cultura. Mis viajes tienden a ser siempre por ahí. Es algo que me caracteriza y quería que formara parte de la boda”.
"Lo curioso es que el vestido estaba compuesto de varias piezas que había que unir para que pareciera uno solo. Podría haber sido un Frankestein, pero Fabio no defraudó. Desde la toile,el vestido encajó y con eso fuimos hasta el final, muy fluido y sin cambios. Algo que me sorprendió, porque tenía entendido que suele ser normal hacer muchos ajustes. Desde el principio ya le decía que me podía casar perfectamente con la base cómo estaba", recuerda.
Para su gran día, quiso optar por un acabado asilvestrado, fresco y natural en su vestido de novia, por lo que confió en esos tejidos que le permitían lograrlo. La seda salvaje, de aire rústico, tuvo un papel destacado, en su caso en blanco roto, un material que es tendencia este año no solo para la protagonista del día, sino también entre invitadas y madrinas por igual. “Desde el primer boceto, Fabio acertó completamente. Le envié cuatro fotos de inspiración y esa misma tarde me presentó un esbozo que fue el definitivo. El proceso fue muy fluido: el patrón a la primera, la tela a la primera y los detalles también”, reconoce.
"Con el vestido, me ayudó mucho recibir solo las opiniones justas. Así me aseguraba de no desviarme de mi estilo ni de lo que realmente quería, evitando que otras opiniones influyeran demasiado. También fue clave confiar en el proceso y, sobre todo, escoger muy bien al diseñador: conectar con él y tener la confianza suficiente como para dejarte llevar", nos explica.
Ana y Fabio Prieto proyectaron un look desmontable, un diseño dos en uno que le permitiera transformar su estilismo en diferentes momentos de la boda. Así nos explica ella cómo plantearon la propuesta: “Tenía dos formatos. El core y clave del vestido era el chaleco ajustado con los broches vietnamitas, pero para la ceremonia llevaba unas mangas de seda transparente y una falda vaporosa y para la fiesta. Me quedé sin mangas destapando la espalda y costado”.
Para muchas novias las flores son un pilar fundamental, para otras una mera herramienta estética que terminan escogiendo terceros para el enlace. Pero, para unas terceras, como es el caso que nos ocupa, la elección de cada variedad floral se convierte en un estimulante descubrimiento. “Me hizo mucha ilusión diseñarlo. No pensé que me parecería algo tan divertido. Pensaba que era sota, caballo y rey pero, en Flores Iris, en Las Rozas, Conchi, me sacó unos dosieres de diseños de todos los tipos de colores, formas, estilos… Y empezamos a crearlo juntas, teniendo en cuenta el tipo de flores de temporada de octubre. De nuevo fui con la idea muy fija de “algo sencillo” y que me recuerde a un ambiente tropical. Me propuso orquídeas blancas que cayeran en modo cascada, de forma desenfada, saliendo de lo estático. Me encantó”, rememora Ana.
Los complementos de su look también fueron escogidos con sumo cuidado. Ana llevó unas sandalias de Latouche, de tacón cómodo e inspiración romana y unos pendientes creados para su enlace, de tipo lágrima, con cierre de rombo: “gran trabajo de Iván y mis amigas, que estuvieron detrás”. Su velo, sin duda, fue otro ingrediente indispensable del estilismo, una pieza realizada con la misma seda semitransparente de las mangas del vestido. “Lo quería versátil para que pudiera colgármelo de lateral por encima del hombro, al estilo dupatta, pañuelo largo o bufanda ligera que las mujeres en India, Pakistán y otros países del sur de Asia cruzan por delante o dejan caer sobre los hombros”, especifica.
Como no está acostumbrada a maquillarse, optó por un look de belleza de estilo natural y un peinado desmontable, una coleta algo original que escogió en el último momento. “La maquilladora Raquel Serrano y mi prima Leticia, con la peluquería, lograron hacer un look con el que me sentí yo misma. Para el pelo, opté por un peinado desenfadado, híbrido, que me permitiera soltar parte y quedarme con un medio recogido y ya terminar con el cabello suelto”.
La coleta, el peinado escogido por Ana, es uno de los recogidos más solicitados por las novias con melenas largas y en 2025 la veremos, además, junto a mechones trenzados y en zigzag, creando un resultado de inspiración romántica y bohemia, que da más volumen a la zona trasera del diseño.
La boda de Ana y Quique fue un día para el recuerdo, un enlace en Madrid el sábado 5 de octubre. Todo comenzó con una ceremonia religiosa en Las Rozas, en la Parroquia de San Miguel Arcángel, un momento al que los novios dieron la importancia y solemnidad que merecía. Después, la celebración reunió a sus invitados en un entorno privilegiado. “Desde el principio, queríamos encontrar un sitio para la celebración que fuera espacioso pero íntimo, que diera la sensación de estar en una casa acogedora”, describe.
Y en Finca Najaraya, en Galapagar, lo encontraron. “Un entorno natural con una zona exterior verde, un estilo rural, pero elegante y unas vistas increíbles, tanto de día como de noche. Además, tenía palmeras en la entrada, lo que le daba el toque especial que queríamos y el estilo que nos caracterizaba. Tanto era que nuestras invitaciones tenían un sello/logo de palmera”, explica.
"Nos conocimos cuando teníamos 18 años, en la universidad. Desde entonces, hemos crecido juntos, compartiendo cada etapa importante de nuestras vidas. Hoy, con 31 años, echamos la vista atrás y nos damos cuenta de todo lo construido como pareja desde aquellos primeros días. Ha sido un camino muy especial, y, sin comerlo ni beberlo, aquí estamos 12 años después", relata Ana.
La organización del enlace corrió a cargo de los propios novios, que se encargaron de todos los preparativos para el gran día. Diseñaron una boda tal y como siempre la imaginaron: “montamos Quique y yo todo a nuestra medida y gustos, pero teníamos a María, la wedding planner de Najaraya como soporte para cualquier inquietud que tuviéramos”.
Ana y Quique quisieron huir de los excesos y apostar por una decoración sencilla, tanto en la iglesia como en el espacio de celebración, basada en elementos rústicos y notas de blancos y de verdes. “La finca en sí ya tenía mucho encanto. Colocamos cestos decorativos en algunos puntos y centros de mesa, pero realmente no hacía falta nada más. El entorno, la luz y la forma en la que Najaraya estaba preparada, ya lo hacían todo”.
La pareja se puso en manos de María, organizadora de la propia finca en la que celebraron su ‘sí, quiero’, quien les dio la confianza para despreocuparse el gran día. “Nos ayudó muchísimo con la coordinación para que todo saliera perfecto. Desde el primer momento nos sentimos tranquilos porque ella se encargó de que cada detalle encajara sin que tuviéramos que preocuparnos por nada el gran día”, señala.
"A nivel organizativo, cuantas menos cosas dejes para el último momento, mejor. Es fácil empezar con una idea clara y acabar complicándote por inseguridades en la toma de decisión, imprevistos o nervios que empiezan a aparecer. La clave está en no perder de vista lo realmente importante: el hecho de casaros", señala Ana.
Todas las parejas viven algún momento divertido en su boda y en la historia de Ana y Quique también hubo lugar para una divertida anécdota. “A medio camino me di la vuelta. Eso sí, por una buena razón, nos habíamos dejado los anillos. Gracias a esto descubrí que mi primo, que conducía, podía ser conductor de Fórmula 1”, admite entre risas.
Lo más especial del día para Ana fue, en realidad, una certeza a la que se refieren muchas novias: "Sin duda, la sensación de estar rodeados de nuestra gente en un lugar que sentíamos muy nuestro. Todo fluyó con naturalidad, la finca nos hizo sentir en casa y cada rincón tenía algo especial. Desde la ceremonia hasta la fiesta, todo fue tal y como lo habíamos imaginado o hasta mejor".
Cuando Ana y Quique se conocieron, eran muy jóvenes, por lo que no supieron que llegarían hasta el momento en el que se encuentran ahora, crear esta nueva etapa de sólido matrimonio. "Al conocernos siendo tan jóvenes, siempre tuvimos claro que queríamos tomárnoslo con calma", confiesa nuestra protagonista. Con los años, la pareja ha ido creciendo en amor y en aprendizajes, hasta su convencimiento de que era el momento adecuado para pasar por el altar. "Recordamos especialmente una conversación que tuvimos con 23 años, cuando por primera vez hablamos sobre la idea de casarnos. Y así fue". Y cuánto camino recorrido, ¡cuánto aún por recorrer!
La boda de Ana y Quique es todo un fenómeno viral en la red. Su look y sus emotivas imágenes han terminado por convencer a amantes de este universo, a profesionales y proveedores por igual. Y es que después de 12 años de amor, su gran día destila ilusión y alegría a raudales.
No hay mejor consejo que aquel que se da desde la experiencia y por eso conviene tomar nota sobre las recomendaciones de Ana. "Algo que nos ayudó mucho fue, una semana antes de la boda, tomarnos un momento juntos para reflexionar sobre la etapa que estábamos a punto de empezar y conectar con lo que realmente significaba ese día", concluye.