El día de San Valentín de 1981, la cubana María Teresa Mestre y el Gran Duque Heredero Enrique de Luxemburgo se casaron por amor. Y aunque a día de hoy quizá parezca una obviedad resaltar que alguien se casa por amor, esta no siempre ha sido una garantía para los miembros de la realeza. Como sacrificio por los infinitos privilegios que les eran concedidos al nacer, debían concebir el matrimonio como un pacto empresarial, comercial e incluso, bélico. Este 14 de febrero, aprovechamos para recordar un noviazgo secreto que se gestó en Ginebra y acabó en boda real, un pomposo enlace luxemburgués con guiños a España.
Cuando el amor triunfa: la boda de los Grandes Duques de Luxemburgo
“Yo no pertenecía a la realeza y eso, que hoy en día parece normal, en aquel momento era excepcional”, recordaba la Gran Duquesa en una entrevista exclusiva a ¡HOLA!, en marzo de 2021. María Teresa Mestre, una joven cubana criolla, y Enrique de Luxemburgo compartían taburete en la Universidad de Ginebra, donde estaban estudiando ciencias políticas, y el amor nació entre libros y apuntes. Cuatro años después de graduarse, en 1980, anunciaron oficialmente su compromiso, aunque no sin enfrentarse a las objeciones de la familia del novio, especialmente por parte de la gran duquesa Josefina Carlota.
El vestido de María Teresa de Luxemburgo fue diseñado en seda natural de color blanco y presentaba mangas largas y un corpiño ajustado que realzaba la silueta de la novia. Su falda, de corte acampanado, aportaba volumen y movimiento, que al caminar transmitían una majestuosidad digna de quien sería en un futuro gran duquesa consorte de Luxemburgo.
Un diseño de Balmain con guiño a Fabiola, la reina española de Bélgica
El responsable de llevar a cabo este diseño era Pierre Balmain, peso pesado de la Alta Costura francesa que falleció solo un año después de la boda, por lo que este se considera uno de sus últimos encargos. Apenas se desveló a la prensa -concretamente 180 enviados especiales- que la joven novia de Enrique de Luxemburgo adornó con un ribete de pelo blanco las mangas, el cuello y el borde inferior de la falda, quedó clara su intención de rendir homenaje a su nueva familia.
En la memoria colectiva perdura, incluso 64 años más tarde, el vestido con el que Fabiola de Mora y Aragón, tía del novio, dio el 'sí, quiero' al rey Balduino I de Bélgica en la primera boda real transmitida en directo en televisión. Hecha a medida por el Maestro Cristóbal Balenciaga, aquella creación de seda barcelonesa tomaba su inspiración de las batas rococó del siglo XVIII o, en francés, robes alla Watteau, destacando por las tiras de visón blanco que remataban cada ribete, hasta la capa, del vestido.
El de María Teresa, siguiendo la estela de la tía española de su futuro marido, también incorporó al diseño una capa con una cola de aproximadamente un metro de longitud, que se desplegaba desde los hombros, acentuando la grandiosidad del conjunto. Al igual que Fabiola, quien donó su vestido al Museo Balenciaga en 2003, ella tampoco conserva su traje al completo. Alrededor de 2012, la cola se utilizó para hacerle un vestido a la escultura de la Virgen María y el Niño Jesús, conocida como La consoladora de los afligidos, de la catedral de Luxemburgo.
Un velo con encaje de Manila
Para complementar su vestido, María Teresa lució un larguísimo velo de tul ilusión con incrustaciones de encaje de Manila, un accesorio cargado de valor sentimental, ya que pertenecía a su familia, de origen cubano y español. Por insistencia de la novia, en su estilismo queda plasmada la unión de dos culturas, la suya y la de su marido, de ahí que la elección de la tiara que sostenía dicho velo estuviese dotada de un fuerte significado histórico como guiño al linaje de Enrique.
La tiara del Congo, una ofrenda de paz de su suegra
María Teresa coronó el look con la emblemática tiara del Congo, una impresionante pieza de diamantes engastados en platino, la cual fue entregada a la Gran Duquesa Josefina Carlota por la Société Générale, un banco francés, como regalo de bodas en 1953. 161 piedras montadas sobre platino ornamentan esta joya de la casa Van Cleef & Arpels, que está compuesta por dos hileras de diamantes en talla brillante acopladas a una hilera central de diamantes en talla baguette.
Carlota le prestó a su nuera la tiara, que también podía usarse de collar, en señal de reconciliación, puesto que no es secreto la mala relación que siempre existió entre ellas. Un borrón y cuenta nueva, por así decirlo, con el que la gran duquesa de Luxemburgo dio su bendición implícita a la feliz pareja.
No se dispone de información detallada sobre los pendientes y el collar que eligió María Teresa para su boda, pero se presume que seleccionó piezas que encajaban perfectamente con la tiara familiar, respetando la armonía del conjunto nupcial sin restar protagonismo a los elementos verdaderamente importantes del mismo.