El 19 de octubre de 2024 Marbella amaneció con un día soleado y caluroso, de esos que predominan en la ciudad andaluza. Era el día perfecto para celebrar una boda. Adriana y Santi se habían conocido en 2019 en Múnich, aunque llevaban varios años compartiendo ambiente y amigos en Madrid. "Nos presentaron y yo me enamoré al instante", nos cuenta la novia. La pandemia no les puso las cosas fáciles, pero no tardaron demasiado en comprender que querían estar juntos toda la vida. Y así, cinco años después, se daban el 'sí, quiero' en la Iglesia Nuestra Señora de la Encarnación. ¿Qué cómo fue el vestido de la novia? Un elegante diseño dos en uno de Inés Martín Alcalde.
Un vestido de novia convertible
No es casualidad que Inés Martín Alcalde sea una de las diseñadoras de vestidos de novia más buscadas. Lleva ya varios años dando forma a los trajes de muchas prometidas y, en ese periodo de tiempo, su estilo ha evolucionado, se ha vuelto cada vez más sofisticado e inspirador. Es así como han surgido trajes que se han viralizado (y no solo de novia, también de invitada), que han enamorado a mujeres con estilos muy diferentes, pero, sobre todo, que han hecho sentir seguras y guapas a quienes los han llevado.
Adriana nos cuenta que no tuvo dudas cuando llegó el momento de elegir a la diseñadora que haría su vestido. "La seguía desde hacía años, me encanta su estilo y sobre todo la evolución que ha habido de sus diseños, que combinan diseños tradicionales con toques modernos y era justo lo que yo quería. ¡No lo dudé ni un segundo y fui directa a ella!".
Lo que no tenía tan claro era lo que buscaba. "Me gustaban muchas cosas que no tenían nada que ver entre ellas. Solo sabía que quería que no fuera blanco puro y que fuera de satén de seda, que me parece elegantísimo", nos cuenta. Y como la inspiración a veces surge de la forma más inesperada, en este caso fue un fajín de la propia colección de la diseñadora el que vertebró todo el vestido.
Inés creó para Adriana un vestido base de satén que se ajustaba con suavidad a su figura. Era una prenda fluida, con escote de pico en la zona delantera y cuadrado en la espalda, donde se abrochaba con una hilera de botones. La falda tenía dos aberturas en los laterales que estaban unidas a dos piezas de bámbula, una forma de dar amplitud y movimiento al diseño. Para que funcionara como un vestido convertible y tuviera un aspecto más adecuado para una ceremonia religiosa, la creativa diseñó un sobrevestido de manda larga de bámbula, un tejido ligeramente transparente que dejaba a la vista la prenda que acabamos de describir.
Pero el elemento más especial fue, sin duda, el fajín. Aunque en un primer momento pueda parecer que simplemente se trata de un accesorio que ajusta la cintura de la novia, estilizándola, en realidad se trata de una elegante pieza de la que nace una cola de gran tamaño, fluida y llena de movimiento.
Pendientes 'vintage' y un ramo de dalias blancas
Aunque hay novias que deciden llevar joyas nuevas, la boda suele ser un buen momento para rebuscar en el joyero familiar en busca de tesoros. Adriana nos cuenta que ella llevó unos pendientes vintage de su tatarabuela, "con los que se habían casado todas las generaciones, me hizo mucha ilusión. En la fiesta me los cambié por unos largos brillantes de estrellas a juego de un choker, de Del Cerro".
El toque de color lo pusieron sus zapatos —azules, de tacón sensato e increíblemente cómodos—, porque el ramo, un elemento con el que la mayoría de novias suelen romper con el blanco, era en ese tono. "Lo hicimos en Marbella, en Las Flores de Reding. Tenía claro que lo quería de un solo tipo de flor y que fuera blanca. Realmente yo llevaba otra idea, pero cuando entré a la floristería, vi dalias blancas y me enamoré, cambié de opinión incluso antes de hablar con la florista. Lo tuve muy claro. El lazo era simple y le puse la medalla de Santa Gema Galgani, para tener presente a una persona muy importante, mi abuela, y una de la Milagrosa que me regaló una buena amiga mía".
Una de las cosas que Adriana tuvo muy clara desde el principio fue que quería ir velada. Eligió un sencillo velo de tul que llevó con el cabello recogido porque, aunque muchas novias lo combinan con la melena suelta, suele ser más cómodo y favorecedor, despejar el rostro. El suyo, bajo, de inspiración bailarina y trenzado, fue obra de su peluquera de toda la vida. "Me maquilló una maquilladora que conocí cuando me maquillé para la boda de mi hermana. Me gustó tanto aquel día que nunca me hice prueba para el maquillaje de novia y la vi directamente el día de mi boda!".
Una boda de otoño en Marbella
Aunque viven en Madrid y él es de Trujillo, Adriana y Santi decidieron darse el 'sí, quiero' en la tierra de la novia. Eligieron la iglesia en la que la bautizaron y se confirmó, y después se trasladaron a la Finca La Concepción, "con vistas a la Concha, lo cual me encantaba para que todos los invitados disfrutasen de Marbella".
Adriana nos explica que una de las mejores cosas de la finca era que apenas necesitaba decoración. "Estaba llena de jardines, plantas, flores y palmeras. Los manteles azules y vajilla eran de nuestro catering, Quilicua. Pusimos centros de tulipanes y naranjas con hojas de naranjo, porque me apetecía que tuviera un toque andaluz y todo jugase a naranjas y azules. Diseñé el menú, los meseros y el seating plan. Y cubrimos todas las mesas con unas carpas preciosas para tapar el sol", nos cuenta.
Aunque la novia trabajó mucho en la organización e hizo en casa muchos detalles a mano, porque los disfruta mucho, contó con la ayuda de Carmen, de NudeCo Weddings. "Conté con la mejor wedding planner que se puede imaginar. Increíblemente buena, servicial, resolutiva y, sobre todo, se adapta a todo. ¡Lloré el día que me despedí de ella!", nos cuenta.
Pero no fueron los detalles —aunque volvería a escribir una carta personalizada para cada uno de sus invitados—, ni la decoración, ni el vestido son lo más importante de ese día (aunque ayudaron a hacerlo especial). "Fue el momento de entrar a la Iglesia, del brazo de mi padre, todos los amigos y familiares dados la vuelta, mirándome, y al fondo, Santi con su madre. Disfrute muchísimo de la entrada, que la acompañé con un coro que cantó Ave María, de Giulio Caccini. ¡Mi sonrisa de oreja a oreja en las fotos lo confirma!".
A lo largo de todo este proceso, Adriana y Santi han aprendido muchas cosas, pero la más importante, y el único consejo que ella daría a otras parejas, es "no separarte de tu marido en todo el día, disfrutar de él cada segundo del día, porque ese día no vuelve. Ese día no hay nada más importante que tu marido: tu familia de por vida".