Crear un vestido de novia a medida es un proceso vivo. Durante los meses que dura la creación hay modificaciones, desviaciones de la idea principal y, a veces, cambios de última hora. En ocasiones son cosas pequeñas: modificar ligeramente las mangas, ampliar el escote... Y, en otras, algo más drástico. Ese fue el caso de Esther, que dos meses antes de la boda prefirió dar un aire completamente nuevo a su diseño. Un maravilloso traje con mezcla de tejidos al que Inés Lacasa dio forma en tiempo récord.
La historia de Esther y su vestido de novia
Esther nos explica que Inés Lacasa fue su primera opción. Era la diseñadora que más se ajustaba a su estilo y "los diseños que hace son increíbles". La diseñadora, que había trabajado con grandes referentes de la moda española como Roberto Torretta, Javier Larraínzar, Purificación García o Marcela Mansergas, decidió crear su atelier a raíz del covid. "En los últimos años, sabía que quería dedicarme a las novias, lo veía claro a nivel de diseño y de sostenibilidad. Hasta entonces, en el mundo nupcial no se hablaba tanto de ese tema cuando, en realidad, es un proceso muy artesanal", nos contaba en una entrevista. Por eso añadió al nombre de su firma el claim Conscious Couture, porque trabajar de manera consciente es su máxima.
Uno de los puntos fuertes de Inés son los tejidos. Aunque son el mayor hándicap en lo que a sostenibilidad se refiere —hay muchas opciones de materiales innovadores y sostenibles, pero los precios, al ser firmas que no compran cantidades muy grandes, son altos— también son la materia prima con la que crear magia y dar vida a diseños tan especiales como el de Esther, un traje creado con una base de gasa de seda y lino combinada con una bambula de seda rústica. Pero explicar esto es, en realidad, adelantarnos a una parte de la historia.
Volvamos a Esther y al inicio de todo este proceso. El feeling entre la novia e Inés, ese que los expertos dicen que es tan importante para que el trabajo salga bien, surgió desde el primer momento. Siempre hubo mucha ilusión, sintonía y entendimiento entre ambas y todo el proceso, nos explican, fue muy bonito. Cuando Esther llegó al atelier de Inés, como muchas prometidas, lo que tenía claro era lo que no quería, por ejemplo, no buscaba un diseño blanco puro, sino más crudo. Fue por eso que, tras muchas charlas, empezar a dar forma a un vestido más bien sencillo. Las semanas avanzaban, las pruebas se iban sucediendo y en un momento dado, la novia no se reconoció. Quedaban dos meses para la boda.
Un vestido de novia en tiempo récord
"Siempre estoy abierta a ir viendo, a lo largo del proceso, cómo se va encontrando la novia con su vestido, cómo se va sintiendo con él, porque al final para mí lo más importante es que ella se sienta segura, cómoda y que esté contenta, empoderada el día de su boda. Este proceso es largo, de varios meses, y en ocasiones a las novias les entran dudas, les entran nervios, y más de una vez surgen nuevas ideas a lo largo del proceso", nos cuenta Inés. La diseñadora nos explica que, cuando estos sucede, ella trata de identificar si es una duda que nace a raíz de los nervios, una especie de impulso, o si realmente es importante hacer un cambio para que el resultado sea el más adecuado, y el caso de Esther era el segundo.
Después de muchas conversaciones y de darle muchas vueltas, encontraron la inspiración en una camisa que colgaba del armario de Esther y con la que se sentía muy a gusto. "Era una idea buena, bonita, que se adecuaba mucho al estilo y a lo que ella realmente estaba buscando. Como profesional, lo primero que hago es analizar si realmente ese cambio es viable técnicamente y que no va a afectar a la planificación del vestido, porque al final el día de su boda el vestido tiene que estar", continúa la experta. Y fue así como nació el vestido.
Se trataba de un diseño sencillo, de manga corta, con una abertura en la espalda, el cuerpo ablusado y un cuello muy especial que, sin duda, podría formar parte de una bonita blusa. De él nacía una falda que iba ganando volumen gracias a las quillas, una pieza que se recupera con fuerza en el mundo nupcial. Pero quizá, uno de los detalles más especiales es la mantilla que, en lugar de colocar en la cabeza, ella llevó a modo de chal, cubriendo la parte superior del vestido y cayendo por la espalda. "Era de mi madre, una mantilla francesa, y me la puse como se la puso ella el día de su boda".
De las joyas al ramo: el poder de los accesorios
Esther, como la mayoría de las novias, quiso llevar velo el día de su boda. Eligieron uno de tul porque, aunque en un primer momento había planteado lucir uno de organza, con tanta mezcla de tejidos, el resultado podía no ser el esperado. Lo colocó sobre un elegante y sencillo moño pulido de inspiración bailarina, obra de Esther Vega.
Para completar su look nupcial, la prometida eligió unas sandalias abiertas de color blanco hueso de, Reike Nen, que poder reutilizar tras su boda. En cuanto a las joyas nos cuenta que llevó su anillo de pedida y también "unos pendientes de mi suegra y una tiara preciosa de la familia de mi marido muy especial. Luego en la cena me los cambié por los que me regalaron en la pedida". Pero quizá, la pieza con más simbolismo y significado es el anillo, de aspecto vintage, que crearon para ella en el taller de Claudio Lacaba en Alicante. "Me hice un anillo con la alianza de mi abuela y le añadí tres piedras: dos prasiolitas verdes y un topacio sky. Quería llevar algo azul y de mi abuela, la verdad que fue muy especial".
En cuanto al ramo, Esther nos cuenta que quería algo muy sencillo, por lo que se sumó a una de las tendencias que más gusta a las prometidas, la de composiciones formadas por un solo tipo de flor. El suyo, de orquídeas blancas y con toques verdes, lo hizo Mamen Blasco.
Todos los detalles de su 'sí, quiero'
El 10 de agosto de 2024, Esther y Fernando se casaron y celebraron su enlace en el Monasterio de Santa María de Valbuena, en Valladolid. Aunque ambos son de Alicante y se conocieron por unos amigos comunes en la playa de San Juan, decidieron celebrar allí su boda porque fue el sitio donde él le propuso matrimonio. "Me lo pidió en la zona del Claustro y nos enamoramos del sitio, es de cuento".
La novia nos cuenta que tenían muy claros a los proveedores principales, como el grupo de música, el DJ, el coro para la ceremonia, el fotógrafo o las flores. "El Monasterio de Valbuena nos recomendó para el gran día a Viviana Tuesta, nos ayudó mucho con el resto y el mismo día de la boda fue un gusto".
Cuando los espacios elegidos para la celebración son especiales, como es el caso de este monasterio, no es necesario que la decoración sea muy llamativa. "Elegimos flores muy coloridas y veraniegas, candelabros, velas... muy sencillo. El baile la verdad es que fue muy emotivo, con nuestros padres y el nuestro, aunque se nos olvidó gran parte de la coreografía. Lo hicimos en una sala que se llama el Refectorio con techos abovedados muy romántico y lo llenamos de velas con las botellas de vino El Converso", nos explica.
De todo este proceso, Esther nos cuenta que ha aprendido que "Menos es más" y, si tuviera que quedarse con un solo instante, es incapaz de decidir. "TODO. El día de antes, en la preboda, fue también muy especial, ya que lo celebramos en las Bodegas de Emilio Moro y la verdad que fue un fin de semana inolvidable y muy divertido".