Hay parejas que empiezan su noviazgo y, poco después, deciden celebrar su boda. Otras solo dan el paso después de muchos años de relación. Luego está el caso de Mar y Carlos. Ellos se conocían de toda la vida, pero no fue hasta 2016, después del encuentro mundial de jóvenes católicos en Cracovia con el Papa Francisco, cuando realmente empezaron a fijarse el uno en el otro. Y el pasado 31 de agosto, ocho años después de aquello, se dieron el 'sí, quiero' en la Catedral de Albacete, donde la novia sorprendió con un elegante vestido a medida creado por Sanmartín Atelier.
Un vestido de novia a medida
Mar, como muchas novias, más que tener clara una idea de lo que buscaba para su gran día, sabía lo que no quería. Por eso, cuando empezó a buscar inspiración, se guardó todo aquello con lo que se sentía identificada. "Me di cuenta que todos seguían el mismo estilo: sedas vaporosas, estilos vintage, vestidos en blanco roto, sencillos, mangas y cuellos especiales… Tenía claras partes del vestido, como que quería mangas y cuello".
Lo de decantarse por Jesús San Martín, creador de Sanmartín Atelier, no le costó demasiado. Se conocieron el mismo verano que ella y Carlos se prometieron. "Me dijo que el día que me casase le encantaría diseñar mi vestido. Yo había seguido ya algunos procesos de creación que hizo con otras novias y me encantaba su estilo, la forma en la que estaban hechos sus vestidos, detalles importantísimos como la forma de hacer las costuras, las telas con las que trabajaba… Lo tuve claro desde el primer minuto", asegura.
Después de una primera entrevista en la que Marta le contó al diseñador sus gustos, referentes, todo aquello que le encanta y lo que nunca llevaría, Jesús le presentó tres bocetos. Pero el que le mostró en primer lugar fue el elegido. Después comenzaron las primeras pruebas. Cuando un diseñador crea un vestido a medida, partiendo de cero, utiliza una toile, es decir, un tejido que no será el definitivo para poder jugar con diferentes escotes, mangas, cuellos... De esa forma es posible probar opciones sin el riesgo de estropear el tejido final. Mar nos cuenta que desde esos primeros momentos se sintió identificada con el diseño.
Siguiendo una de las tendencias más seguidas por las novias, desde Sanmartín Atelier crearon para Mar un vestido de novia convertible. El diseño base, confeccionado en lana fría, era una prenda sencilla, ligeramente entallada, de tirante ancho, con escote cuadrado en la zona delantera y ligeramente redondeado en la espalda. La falda, de silueta A modificada, estaba llena de movimiento para dar comodidad a la novia.
Para cubrirlo y hacerlo más propio de una boda religiosa, optaron por crear un sobrevestido. "Es algo que te que tuve claro desde el principio porque quería ir elegante y acorde al momento de la ceremonia en la iglesia". Esta prenda, con un marcado aire vintage, estaba realizada en seda natural de un elegante blanco hueso. Pero lo más llamativo eran los drapeados, que ayudaban a potenciar la cintura de la novia, el cuello ligeramente elevado y las mangas algo abullonadas y culminadas en un sencillo volante. Mar lo llevó hasta el baile.
De las joyas al ramo de la novia
Cada vez hay más prometidas que, como decíamos antes, eligen diseños que evolucionan a lo largo de la ceremonia. Cuando cambian de vestido suelen variar también sus complementos, por eso las joyas que también permiten una evolución son una opción interesante. Mar nos cuenta que ella se decantó por unos pendientes de M de Paulet, concretamente el modelo Époque, inspirados en el movimiento Belle Époque de principios del siglo XX. "Al ser desmontables, fueron la combinación perfecta para cada look: con lágrima colgante mientras llevaba el sobrevestido y cuando desvelé el vestido base, las quité y llevé únicamente la pieza principal de los cristales", nos explica y añade que fueron un regalo de Mariola y Gonzalo, su testigo y su prometido.
Junto al segundo look, Mar lució también una gargantilla de Swarovski. "Fue un regalo de mi hermano el día de su boda a mi madre, como madrina, así que me hizo mucha ilusión poder llevar esta pieza con una historia tan especial".
Pero uno de los elementos con más significado de su look nupcial fue el ramo. Mar nos explica que no eligió la manzanilla, unas margaritas muy pequeñas, por casualidad. "Mi madre siempre me contó que su ramo de novia fue de margaritas silvestres que recogió en el campo el día de antes de su boda, y me fascinaba tanto esta historia y ese gesto de sencillez, que siempre tuve claro que querría un ramo de margaritas de campo en honor a ella".
Automaquillaje y peinado convertible
La mayoría de las novias confían en un profesional para que realice el maquillaje de su boda, pero algunas deciden asumir el riesgo y ser ellas mismas las encargadas de hacerlo. "Decidí maquillarme yo misma porque siempre me he maquillado en todos los eventos y, aunque dudé por si me ponía nerviosa en esa mañana, era un riesgo que a la vez me hacía ilusión tomar: maquillarme como siempre he hecho y también a mi hermana y a mi madre. Me hice un look sencillo, resaltando la mirada y aportando mucha luz y jugosidad al rostro". El peinado, una coleta baja con ondas al agua que se soltó para el baile, fue obra de Noemí, la peluquera en quien siempre confía.
Un 'sí, quiero' muy especial
El 31 de agosto, a las doce y medía, Mar y Carlos se dieron el 'sí, quiero' en la Parroquia de San Juan Bautista, Catedral de Albacete. Y fue precisamente la entrada de la novia la que dejó a Mar y a Carlos un recuerdo de esos que son para toda la vida. "Siempre hemos soñado con el gran momento de entrar por la puerta de la Catedral y vernos el uno al otro a cada extremo del pasillo. Cuando lo hablábamos nos imaginábamos en una escena a cámara lenta y de ensueño, como si el mundo se parase, y, aunque en parte fue así, la realidad es que cuando llegué al altar y comenzó la ceremonia, en un momento dado le pregunté a Carlos: '¿Te has emocionado al verme entrar?'. Y me respondió: 'No te veía, estabas a contraluz y te he visto ya al llegar aquí'. Mi gozo en un pozo, lo seguimos recordando con muchas risas".
También nos cuenta que para ellos era muy importante que los acompañaran como niños de arras todos los sobrinos, primos y hermanos pequeños que forman parte de sus dos grandes familias. "Cuando lo comentábamos con nuestras familias días previos a la boda, bromeábamos con que parecía una boda de la realeza, y es que, llevábamos una cohorte… ¡Íbamos bien escoltados! Fue muy divertido".
Para seguir con la celebración se trasladaron a la Finca Bodega Los Aljibes, en Chinchilla de Montearagón, una preciosa localización rodeada de hectáreas de viñedos. "Nosotros elegimos hacer el cóctel al aire libre en un típico patio manchego, la comida bajo una carpa acondicionada y el momento del baile al aire libre, rodeados de viñedos. No contratamos wedding planner, nuestra organización fue clara y precisa especialmente gracias a Lydia Olivares, la organizadora de eventos de la propia Finca Los Aljibes, que nos dio solución a todas nuestras dudas, nos puso en contacto con proveedores, nos marcó los tiempos de entrega y envío de las cosas, cuándo hacer cada gestión… Ha sido una experiencia maravillosa por haberla podido vivir de esta manera, todo atado con cabos y sin temas pendientes en el tintero", asegura la novia.
De aquel día Mar se queda con algo realmente especial, lo que da sentido a todo. "Ser conscientes que, por fin, empezaba nuestra vida juntos y que todas las personas que queremos eran testigos de ello y nos acompañaban a hacerlo realidad".