El tiempo vuela y, aunque me parezca mentira, hace ya dos años y medio desde que me casé, un tiempo en el que, por motivos laborales (y, por qué no decirlo, porque me fascina) he seguido inmersa de lleno en el sector nupcial, descubriendo todas y cada una de las tendencias que vienen pisando fuerte en este mundo. Eso me ha hecho replantearme en numerosas ocasiones cómo sería mi boda si me casara en los próximos meses, qué cambiaría y qué haría igual. Aunque ha pasado relativamente poco tiempo, es cierto que son casi cuatro años desde que me prometí y comencé a organizar mi enlace, y, a la velocidad a la que surgen hoy en día las modas y nuevas ideas gracias, en gran parte, a influencia de las redes sociales, hay millones de nuevas propuestas: algunas me han enamorado por completo y otras no me seducen nada por mucho que las vea sin cesar. Por eso, os confieso -prometiendo que todo esto es totalmente real- a qué tendencias me sumaría si comenzara a preparar mi gran día en este momento. Quizás en unos meses vuelvo a cambiar de idea, es lo que tiene trabajar en una industria que está tan viva y se reinventa continuamente, pero, a día de hoy, esto es lo que añadiría a mi enlace.
Libro de firmas para testigos
Cuando me preguntan si me arrepiento de algo de mi enlace, una de las cosas que siempre me viene a la mente es el tema del libro de firmas, un detalle que puede pasar desapercibido, pero que me habría encantado tener. Lo cierto es que yo no sabía muy bien cómo funcionaba el tema de los testigos de boda, simplemente avisé a mis mejores amigos de que iban a serlo, estuvieron sentados delante en la iglesia y los hombres llevaron chaqué. Yo siempre había visto que después del enlace procedían a firmar, pero, en mi iglesia, después de la pandemia decidieron quitar esa gestión y ahora solo lo hacen el padrino y la madrina.
Por eso, no tuve las fotos clásicas de los testigos firmando ni un lugar en el que recopilar la propia firma de todas estas personas tan importantes para mí. Posteriormente, descubrí que hay parejas que llevan su propio libro personalizado, el cual dejan en el altar, en el que van escribiendo todos y luego pueden llevarse a casa los novios, lo que me parece un recuerdo ideal y una manera de darles su espacio a estas figuras destacadas. Cada vez son más marcas las que diseñan este tipo de productos a juego con las invitaciones, minutas y demás papelería -como el de la imagen, de Kuramae-, demostrando que es, sin duda, una tendencia en auge.
Cerámica personalizada
En los últimos años, me he enamorado por completo del mundo de la cerámica y, aunque no es que sea especialmente hábil, si me casara ahora, intentaría, sin duda, hacer algo artesanal de cara a la boda y sentir que he puesto un pedacito de mi tiempo y cariño en ello. Veo miles de ideas y todas me fascinan, como la de crear platitos de pan con las iniciales de cada persona para que luego se los puedan llevar a casa, pero, sinceramente, no sé si sería capaz de hacer tantas piezas. Creo que clave es apuntarte a unas clases semanales, como las que ofrecen en Appétit Ceramics en diferentes ciudades de España, e ir haciéndolo con tiempo desde meses antes.
Además, estos talleres sirven como excusa perfecta para dedicarte un ratito a ti misma dentro del caos que supone organizar un evento así (lo cual, hazme caso, es más que necesario), se trata de una actividad totalmente relajante y seguro que vas a querer volver. Si, como yo, no te ves haciendo detallitos para todos los asistentes, puedes centrarte en testigos o familiares directos. A todos nos encanta recibir regalos en los que se ha puesto tanto mimo, y, además, de verdad que el resultado, si te dejas aconsejar por los expertos, no puede ser más ideal.
Servilletas bordadas
Otro detalle que he visto en enlaces recientes, y que me parece un regalo precioso y práctico, es el de utilizar servilletas bordadas a modo de marcasitios, las cuales luego, por supuesto, pueden llevarse a casa los invitados. Si supiera bordar, ocurriría como con la cerámica, me encantaría hacerlo yo misma, pero la realidad es que es complicado, especialmente si asiste mucha gente a tu boda. Por eso, seguramente recurriría a alguna marca especializada en bordados totalmente personalizados, como Los colores de Julia, y escogería tonos a juego con la vajilla y la papelería para darle coherencia y decorar la mesa a la vez.
Live painting
Aunque no soy yo de inspirarme excesivamente en las bodas de las influencers, en ocasiones poco realistas y demasiado excesivas, sí que pueden dejarnos ciertas ideas fáciles de adaptar al resto de bodas. Una de las que más me han gustado este año es la del live painting, es decir, contratar a un profesional (o más) que se dediquen a ilustrar a los invitados durante la boda.
Como nos explicaba recientemente Mila Vara, de Mila's Weddings, se trata de uno de los servicios más solicitados por los novios de 2025, y, la verdad, a mí me encanta, creo que es un detalle especial para toda la vida que sorprende y enamora a cualquier persona. "Un equipo de live art introduce al invitado en la experiencia de llevarse a casa una ilustración o acuarela de sí mismo como un perfecto recuerdo de la boda", apuntaba esta experta.
Fotografía analógica
Soy totalmente defensora de contratar a fotógrafos profesionales para el día de la boda que hagan fotografías digitales, puesto que, evidentemente, su rapidez y el no contar con un carrete limitado te permite tener muchísimas más imágenes de tu gran día. Sin embargo, me encanta la idea de combinarlo con alguna cámara analógica, aunque, en mi caso, me gusta más que estén en manos de los invitados.
A mi hermano se le ocurrió a última hora llevar una en nuestra boda sin que yo lo supiera, se dedicó a hacer fotos improvisadas, sobre todo durante la fiesta, y resultaron ser las más divertidas de la noche, así que, si me casara ahora, creo que potenciaría esta idea dejando, como han hecho amigos míos este año, cámaras desechables en cada mesa. Nunca sabes qué puede salir de ahí, ¡y eso es lo mejor!
Vestido desmontable
Mi vestido de novia fue obra de Cristina, de Valenzuela Atelier, a quien elegiría una y mil veces. Dos años después, me sigue fascinando, creo que me representaba a la perfección y que, aunque cambien las modas y el día de mañana no se lleve tanto, seguirá encantándome porque era totalmente fiel a mi esencia, y eso es lo importante. Sin embargo, desde el principio me empeñé en llevar un solo look y creo que es algo que hoy cambiaría. No optaría por dos diseños diferentes, pero creo que sí que me gustaría llevar algún elemento convertible para aportar un factor sorpresa a lo largo de la noche y poder explorar diferentes estilos.
Es cierto que, al casarme en verano, existía menos margen para ir poniendo capas, como hacen otras novias, que lucen chaquetas o cuerpos '2 en 1', pero quizás podría haber hecho que las mangas fueran desmontables y añadir algún otro elemento diferente para la fiesta. Es cierto que hace tres años, cuando comencé a idear mi look nupcial, ya había mujeres que apostaban por este tipo de estrategia, pero no tantísimas como a día de hoy, y no me convencía cómo quedaba a nivel técnico, sentía que siempre se veía ese 'corte' por alguna parte y no favorecía tanto el vestido. Actualmente, pienso que no cambiaría la base, porque es cierto que, al ser una única pieza, abrazaba el cuerpo y me sentaba como un guante, pero sí me dejaría llevar y confiaría en la magia de Cristina para lograr un segundo estilismo sin renunciar a todo esto.