La celebración de un enlace está repleta de momentos simbólicos. Durante la ceremonia, que puede ser civil o religiosa, son muchos los detalles que intervienen alrededor del compromiso del matrimonio y que darán forma al pacto de esa nueva familia que se forma. Además de la intervención de los testigos o damas de honor o el momento de entrega de las alianzas, una de las tradiciones que forman parte de las ceremonias católicas es la de intercambiar las arras de boda. Esta práctica ancestral ha ido evolucionando con el tiempo hasta convertirse en un gesto similar a una promesa entre los novios. Descubre su historia y todas esas cuestiones que las rodean y que debes tener en cuenta para el gran día.
¿Qué significan las 13 monedas de las arras?
Aunque son habituales en bodas religiosas, lo cierto es que hay enlaces civiles que incorporan las arras de boda como parte del desarrollo de su ceremonia. No obstante, nos centraremos en su significado dentro del rito del matrimonio católico, que por costumbre y peso cultural, han asumido como propio quienes se casan fuera de esta religión. Las 13 monedas de arras —que históricamente siempre fueron doce de oro y una de platino, pero que ahora se encuentran en plata, bronce e incluso barro, cerámica y otros materiales—se intercambian tras las alianzas en el altar.
Se entregan junto a las palabras: “recibe estas arras como prenda de la bendición de Dios y signo de los bienes que vamos a compartir” —de pasado romano— o “estas arras te doy en señal de matrimonio” —en el rito hispano, a lo que el cónyuge tendría que contestar “yo las recibo”—. Son, por tanto, un compromiso, pero también un ejemplo de todos los bienes que los recién casados van a compartir: una moneda por cada mes del año y una última por aquello que va a darse a los más desfavorecidos.
Utilizarlas es consecuencia de una evolución del rito mozárabe y la costumbre del Imperio Romano, incluso herencia del visigodo, que establecía que entre ambas partes hubiera una promesa para hacer frente a las complicaciones del matrimonio. En otros momentos, durante la Edad Media, podían formar parte de la dote que se presentaba por la novia. Podían ser, también, una garantía del enlace que demostraba la implicación de ambas partes.
Ahora son un símbolo de colaboración mutua y de unión económica, que el sacerdote bendice antes de que los novios las repartan y que son obligatorias en bodas cristianas. En definitiva, al igual que la imposición de alianzas, estar bautizado, haber participado en los cursos prematrimoniales o haber realizado la confirmación, las arras de boda son indispensables si la idea de la pareja es casarse por la Iglesia. Son un elemento que representa ese acuerdo que hace que ambas partes trabajen por ayudarse mutuamente y vencer las dificultades económicas. También son habituales en otras culturas y religiones.
¿Quién debe llevar las arras en una boda?
Aunque en ocasiones también están presentes en los enlaces civiles, porque forman parte del cortejo nupcial y añaden un punto de frescura a la ceremonia, los niños de arras (como su propio nombre indica) son quienes llevan las arras en una boda religiosa. A veces los novios solo contemplan uno o dos miembros pequeños de su entorno y en otros casos son varios, de diferentes edades, los que participan. Uno o dos de ellos serán los encargados de acercar las arras, al igual que otro lo hará con las alianzas, y por eso es importante que tenga cierto sentido de la responsabilidad, que no sea muy pequeño.
Si es o no así, dependerá de la política que la pareja haya establecido para los niños, pues hay quienes prefieren que no haya menores en su boda o hay quienes solo optan porque acudan los más íntimos. En otros casos, los únicos niños admitidos son los de arras y durante la ceremonia, que deberán marcharse al finalizar esta y no acudir a la celebración. ¿Qué pasa si los prometidos no quieren niños? Entonces pueden optar porque algún ser querido acerque las arras al altar o dárselas al sacerdote que oficiará el rito del matrimonio.
¿Quién compra las arras de boda?
Los novios pueden acudir a una joyería o a algún taller de creación artesanal para encargar las arras de su boda. Lo habitual es que estas piezas sean monedas antiguas, monedas actuales con inspiración histórica o monedas con motivos religiosos, pero en algunas ocasiones son piezas personalizadas en su diseño, en sus materiales o con mensaje. Esta puede ser una opción, pero no la única, pues es habitual que las arras de boda sean un regalo, bien de los padres de los novios, de sus hermanos, de sus mejores amigos o bien de familiares muy directos, que quieren poner así su grano de arena en la historia de amor y en la ceremonia del enlace.
Una alternativa que no implica la compra es que la pareja opte por utilizar las arras de alguno de los padres, con el fin de tener un gesto con ellos y de, si su amor es referente, disponer de su ejemplo de pareja como modelo.
¿Dónde llevar los anillos y las arras?
Si te preguntas cómo llevar las arras de una boda, las opciones son casi infinitas. Debes contar con recipientes o soluciones que puedan cogerse con facilidad y que no pesen, especialmente si las va a llevar un niño. Son habituales las bandejas, las cajas de cristal, las cajas de plata o las de madera, los sacos con iniciales bordadas, los platos de cerámica o barro, los recipientes diseñados para la ocasión o los tradicionales estuches que contienen estas monedas.
¿Qué se hace con las arras después del matrimonio?
Cuando el enlace pasa, lo habitual es que, como sucede con otros recuerdos de la boda, los recién casados los conserven en un lugar destacado. A veces ese espacio es visible, como puede ser una vitrina o un mueble con otros objetos con gran valor sentimental, y en otros casos no lo es, porque hay quien prefiere introducirlas en un joyero o caja de seguridad, con el fin de que no se pierdan.
Sea cual sea tu caso, también puedes considerar opciones algo más creativas, como enmarcarlas y colocarlas en tu dormitorio o ponerlas a buen recaudo para que, con los años, si tienes hijos y alguno de ellos pasa por el altar, pueda utilizar las tuyas y lograr así que se hereden de generación en generación.