La mayoría de novias estrenan un vestido el día de su boda. Sea o no un diseño a medida, siempre es una prenda que las representa y con la que se sienten cómodas. Pero hay otras, las menos, que apuestan por una prenda prestada. Con ella no solo cumplen con esa bonita tradición que rodea el mundo nupcial, también rinden homenaje a alguien. Y eso es, precisamente, lo que hizo Patri al lucir el vestido con el que se casó su madre 30 años antes.
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Un vestido de novia reciclado
Podríamos decir que esta historia empezó en realidad en 1994 cuando Patricia llevó un diseño de Basaldúa para su boda. Era un vestido confeccionado en seda natural salvaje, de color marfil, con un favorecedor drapeado en la zona de la cintura y una voluminosa cola. Una prenda que cautivó tanto a los invitados que, a lo largo de los años, varias personas se lo pidieron prestado. Pero ella siempre decía que no, alegando que, si en un futuro tenía una hija, tal vez quisiera reutilizarlo y deseaba que estuviera en perfectas condiciones por si acaso. Podríamos decir también, y su hija lo asegura, que Patricia era un poco "pitonisa" porque Patri eligió este diseño antes que ningún otro; porque le encantaba y porque era el de su madre.
Patri estaba viviendo en Londres y la primera vez que volvió a Madrid después de comprometerse, trece meses antes de la boda, se probó aquel vestido. "Lógicamente, no estaba adaptado a mí. Me quedaba pequeño y desencajado. El escote me quedaba a medio cuello. La falda estaba tan cerrada que con un paso de mi baile de bachata lo rompería. Las mangas parecían tirantes. Eso sí, el drapeado ya desde un principio me favorecía", nos cuenta. Y aunque siempre había soñado con llevarlo, tuvo muchas dudas. "El vestido llevaba 30 años en una caja y sin planchar… hay que echarle mucha imaginación al principio del proceso para verte espectacular en él. Yo miraba fotos de mi madre en su boda y me inspiraba".
La novia nos explica que llevaron el vestido a su modista de confianza, Ruslana, para que hiciera todos los cambios necesarios, que fueron unos cuantos. Hubo que bajar el escote delantero para que se le viera más la clavícula, escotar ligeramente la espalda, ampliar la abertura trasera de la falda para lucir los zapatos y trabajar las mangas para mantener las originales pero adaptarlas al cuerpo de Patri, algo mayor que el de su madre.
El mayor reto fue hacer desmontable la gran cola "para que pudiera llevarla durante la ceremonia y después quitarla para mayor comodidad. Para lograrlo, mi modista diseñó un sistema con 20 corchetes que fueron cuidadosamente cosidos para que la cola pudiera ponerse y quitarse fácilmente. Cada corchete encajaba perfectamente en unos pequeños agujeros dispuestos alrededor de la parte trasera de la cintura, cosidos a mano, permitiendo que la cola se viera como parte del diseño principal cuando estaba colocada, y luego se pudiera retirar sin complicaciones".
Una vez que todas las adaptaciones estuvieron hechas, Patri pidió a su modista que incluyera un detalle en el interior del vestido: las iniciales y la fecha de boda de sus padres y, a continuación, la suya y la de Ryan, su marido, con su día. "Era mi manera de homenajear a mi madre por regalarme el vestido y de inmortalizar el valor sentimental de haber formado parte de ambas bodas. Por último, para mí era importante que mi abuela Pili, la madre de mi madre, nos acompañara para ser la primera en verme vestida de novia. Tenemos un vínculo muy especial y mi abuela Pili fue la mano derecha de mi madre en el proceso de su boda y, por supuesto, la elección del vestido. La cara de mi abuela al verme vestida de novia en ese vestido 30 años después se ha convertido en un recuerdo que guardaré toda la vida".
"Me considero bastante clásica y quería llevar algo atemporal. El vestido de mi madre era justamente eso y supe que haciendo los cambios que mi modista hizo realidad, sería lo que fue… el vestido de mis sueños", asegura la prometida.
De las joyas al ramo
Para que un look nupcial sea perfecto no solo hay que apostar por una creación que encaje perfectamente con la novia, también elegir complementos acordes a su personalidad, su diseño y el tipo de celebración. Y si el vestido de Patri tenía mucha historia detrás, sus joyas también. La prometida nos explica que llevó su anillo de compromiso, una pieza creada con el brillante del anillo de pedida de Michelle, la madre de Ryan.
Los pendientes, de esmeraldas y diamantes, con un anillo a juego, fueron un regalo de su abuela Pili. "Me los regaló con todo el cariño del mundo, ya que ella es muy generosa y le gusta regalar cosas que eran suyas para vernos disfrutarlas, pero no con la intención de que me los pusiera el día de mi boda. Me los puse y casi automáticamente tuve claro que los llevaría". También llevó una alianza de brillantes regalo de su tía abuela Maribel, que no pudo asistir a la ceremonia.
El velo y el tocado también tienen significado. El primero, de color marfil, fue un detalle de su modita; el adorno que llevó junto a su moño, una creación de sus tíos. "Son los dueños y diseñadores de Kálamo Jewellery Tenía claro que quería llevar un accesorio en el pelo pero no sabía qué. Les llamé y les dije que había visto inspiración, pero que quería que me hicieran ellos el diseño porque conozco la calidad, originalidad, y exclusividad de sus creaciones de primera mano. Me hicieron un precioso tocado asimétrico de jaspe picaso, nácar, perlas, y latón envejecido. Una pieza única e inolvidable".
Su ramo, en tonos blancos y verdes, fue un regalo de sus mejores amigas. "Fui al taller de Aquilea dos meses antes de la boda y les dije mi idea en términos generales. Las chicas de Aquilea son estupendas y me hicieron un ramo precioso, clásico y atemporal, blanco y verde con flores pequeñas ni muy abundantes, silvestre, y con algo de caída, pero no mucha, para darme movimiento al caminar".
Patri nos explica que la elección de los zapatos fue diferente al resto de accesorio. Buscaba un diseño con algo de color que escapara de lo que, hasta hace unos años, era típicamente de novia. Los encontró en Yacare mientras paseaba con su madre por el madrileño barrio de Salamanca. Eran de un tono rosa empolvado, de terciopelo, con tacón ancho y muy cómodo.
El look de belleza de la novia
Casi todas las novias quieren reconocerse y aunque para esa jornada confíen en un maquillador que haga un buen trabajo, buscan naturalidad. Patri no fue una excepción, pero el día de la boda quiso añadir un cambio a su maquillaje. "Después de haber disfrutado de un verano al sol, me di cuenta de que quería un look más sun kissed, más natural, 'como si me hubiera quemado un poco en la playa', le dije a Noelia. Me maquilló tal cual como me imaginaba ese día y me hizo sentir super guapa".
El peinado fue más complicado de elegir. Aunque la novia pensó en un primer momento en un moño de bailarina, no se sintió cómoda con él. Probó varios semirrecogidos, pero tampoco. Hasta que apenas unas semanas antes de la boda le enseñó a Natalia, la profesional que la acompañó aquel día, un recogido bastante deshecho que llevó en su despedida de soltera en Ibiza. "A la primera, Noelia me hizo un moño que me encantó y fue súper cómodo".
Por último, le pedimos a la novia que comparta un consejo que haya aprendido de todo este proceso y pueda servir a otras prometidas: "¡Tienes que ser tú! Si te gusta innovar, innova, ¡es el momento! Pero si eres más clásica, tenlo en cuenta y no tengas miedo a aferrarte a tus principios".